Diego estaba cubierto de sangre en su traje de camuflaje, la mayoría de ella pertenecía a otras personas, solo tenía una pequeña herida en el brazo.

Parecía no sentir dolor en absoluto.

Habían pasado tres años y no había tenido noticias de su Clari, mientras él se había convertido en un monstro sediento de sangre.

—¿El Tiburón Dorado se escapó? No importa, he destruido todos sus puntos de venta. Ahora es solo un ratón huyendo por todos lados, ¿a dónde puede escapar? —Diego tenía una sonrisa atroz en su rostro.

—Jefe, te has lastimado la mano.

—Es solo una pequeñez. —miró la pequeña herida como si hubiera sido cortado por una mujer con un cuchillo.

En ese momento, esa mujer se parecía un poco a Clara. Fue entonces cuando se distrajo mientras disparaba y se quedó mirando esos ojos por un momento más.

Justo cuando estaba distraído, sintió un dolor en su brazo, como si hubiera sido mordido por una serpiente venenosa.

Mató a la mujer con un solo golpe y se fue sin sentir ninguna emoción.

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