Capítulo 86
Diego observó el pequeño apartamento, donde cada rincón llevaba la huella de Clara.

Al ver la cuna de bebé en la habitación, la única cosa que ella se llevó de su casa matrimonial, sus sentimientos se volvieron complejos.

Desde el momento en que él la siguió sin dudarlo cuando saltó del edificio, comprendió una cosa.

No importaba cuánto la odiara, no podía renunciar a su amor por ella.

Cuando el amor y el odio se entrelazaban de esa manera compleja, era como si una cuerda de espinas los atara ferozmente, y no podían desenredarla incluso cuando ambos estaban heridos y sangrando.

Diego la había llevado al abismo paso a paso, pero al mismo tiempo, él también estaba al borde del precipicio.

Cogió uno de los juguetes de peluche de la cuna y pensó en las incontables noches en los últimos dos años en las que Clara solo podía conciliar el sueño abrazada a ese juguete.

Si no fuera por lo que había sucedido a su hermana, habría sido un buen esposo y un buen padre.

Cada vez que pronunciaba el nom
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