Capítulo 685
Alberto sabía cuán obstinada era Teresa hacia él. Él recordaba hasta ahora la expresión en su rostro cuando ella había traído esas antiguas pinturas y porcelanas de todas partes del mundo y las mostró a él, como si fueran tesoros preciosos.

Con su inherentemente arrogante actitud, se esforzaba por contenerse, pero su sonrisa no podía evitar asomarse en la comisura de sus labios.

—Alberto, míralos, los cuadros de Van Gogh. Me costó mucho esfuerzo conseguirlos.

En aquel entonces, Teresa tenía esperanzas en los ojos y se sentía tan orgullosa como el sol en el cielo.

¿Cuándo había cambiado?

El sol ardiente de antes se había transformado en una fría luna, sin rastro de su pasión en sus ojos y cejas.

Incluso había hablado con indiferencia sobre venderlos a bajo precio.

—¡Teresa! —exclamó Alberto indignado.

Teresa lo miró con desgana. —¿Tienes algún problema con que yo maneje mis propias cosas?

Sin esperar la respuesta de Alberto, Teresa añadió fríamente: —No me importa tus opiniones. Los com
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