Capítulo 308
El terror que emanaba de Diego la envolvía por completo, y Clara no pudo evitar temblar incontrolablemente.

La única idea que inundaba su mente era que estaba perdida.

Carlos, en cambio, se mantuvo tranquilo, sosteniendo un paraguas a su lado para protegerla de la lluvia y el viento. Su voz era serena: —Hermana Clara, fuera hace frío, adentro estaremos igual de bien.

En cualquier caso, estaban atrapados, y Clara no podía hacer nada para cambiar el resultado.

Clara miró fijamente hacia la persona en la proa del barco, quien se acercaba cada vez más mientras las dos embarcaciones se aproximaban.

Antes de que el barco se detuviera por completo, Diego ya había llegado a su pequeña embarcación.

Clara parecía paralizada, sin moverse, olvidando reaccionar, sin hacer ningún gesto.

Solo podía mirar con asombro cómo él se acercaba a través de la intensa lluvia, con el rugido del mar detrás de él.

En la breve distancia que los separaba, Clara sentía como si le hubieran arrancado el alma.

No sabía
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