Capítulo 245
Carlos acompañó a Clara hasta su apartamento, mostrando la inocencia de un joven y la cortesía de un hombre adulto.

Abrió personalmente la puerta del coche y le puso una bufanda nueva que acababa de comprar alrededor del cuello de Clara.

—No hace falta, no tengo frío.

—Es nueva, las chicas deben cuidarse del frío. —explicó él.

—Está bien, ten cuidado en tu camino de vuelta. Gracias.

Carlos seguía sonriendo. —Las meriendas de esta noche no cuentan, hermana Clara. Todavía me debes una gran cena.

—Eres igual que antes —Clara le acarició la cabeza—. Aún eres igual que cuando éramos niños.

En aquel entonces, ella le prometió un regalo y él lo recordaba todo el tiempo, preguntándole de vez en cuando.

—Entonces, quedamos en otro día.

—Bueno.

Clara observó cómo el coche se alejaba antes de entrar en el ascensor.

Carlos tenía razón, no debía ser tan pesimista.

Miró la bolsa llena de piscolabis que llevaba y se sorprendió de que Carlos recordara sus gustos después de tantos años.

Cuando era niña
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