Capítulo 116
Diego apoyó sus manos a ambos lados de ella, inclinando ligeramente su imponente figura para mantenerla completamente dentro de su alcance controlado.

Diego adoraba esa sensación de dominio y superioridad.

Y ella, como una presa, no tenía a dónde huir.

Desde arriba, la miraba con ojos llenos de una agresividad poderosa. Levantó su mentón con una mano y luego la besó. —Si tienes objeciones, guárdalas.

Imperioso, despiadado y desenfrenado.

Clara intentó escapar de su sujeción, pero él la levantó ligeramente de la cintura y la colocó en el lavamanos.

No sabía en qué parte de él había tocado mientras estaba nerviosa, pero Diego se detuvo.

Fue entonces cuando Clara notó que el brazo izquierdo del hombre estaba teñido de un brillante color rojo de sangre.

La sangre parecía florecer en la nieve, tiñendo poco a poco el blanco.

Finalmente, Clara encontró su excusa y lo empujó apresuradamente. —Estás herido.

Diego instintivamente intentó evitar su mirada. —No es nada, una herida menor.

—Has perd
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