Capítulo 1142
Toc, toc, toc...

Recién después de que la criada golpeara la puerta, se escuchó el grito de Mónica desde adentro: —¡Ah! ¿Qué haces aquí?

Isolda pensó que Mónica estaba actuando, así que entró de inmediato con su séquito. —Mónica, ¿estás bien?

Cuando la puerta se abrió, Mónica cubrió su cuerpo con las sábanas y, con los ojos llenos de lágrimas, señaló al hombre que no debería estar allí. Su voz temblaba mientras decía: —Tú, tú... ¿cómo puedes estar aquí?

Eduardo era el único que no conocía la verdad y no sabía qué estaba pasando.

Por otro lado, Alfonso tenía una expresión seria. Ver a Joaquín en lugat de Diego, era algo inesperado pero, al mismo tiempo, parecía haberlo previsto.

Honestamente, si Diego hubiera sido tan fácilmente derrotado, habría sido bastante aburrido.

Isolda miró a Joaquín con el torso desnudo y se dio cuenta de que no era mucho mejor que Mónica.

—Tú, tú...

Eduardo le propinó un puñetazo en la cara. —¿Cómo te atreves a estar en la habitación de mi hermana?

Joaquín pus
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