Entramos al restaurante después de recorrer las tres calles que lo separan del hotel en absoluto silencio, aunque no nos dejamos de mirar un solo instante. Creo que nos entendemos muy bien y sabemos que es mejor tener una conversación tranquila mientras disfrutamos de las delicias de la comida italiana con el hermoso paisaje que nos rodea. El mar, las montañas y la luz de la luna reflejada sobre el agua me dejan sin palabras; es un paisaje de ensueños, pero se ven amenazados cada vez que esos ojos azules me miran como lo están haciendo ahora. —¿Que tanto me miras? — Le pregunto con nerviosismo y una pequeña sonrisa que refleja mi estado de ánimo dibujada en mi rostro.
Todavía no tengo muy claro cómo es que he llegado al hotel con mi vestido puesto. Las tres calles que separaban al restaurante del hotel han sido testigos de besos apasionados y de caricias no aptas para ser dadas en las calles de Capri. Agradezco al cielo que aquí no hayan paparazis y que no sepan quien es el hombre que me tocaba de la manera que lo hacia…. Abrimos la puerta de la habitación ayudándonos uno al otro y su boca vuelve al ataque. El esfuerzo que estoy haciendo por no desvestirlo ahora mismo es muy fuerte... —Espera— Le digo colocando mi mano sobre su pecho.
—¿Vienes?— Le pregunto desde el sofá donde estoy sentada, estoy cubierta por la tímida sabana que hace instantes nos cubría en aquella cama y con mi pie sobre una botella de vino. Me mira sonriente acostado desde la cama y sin decir palabra alguna se coloca su bóxer y camina hacia mí.—Donde estés tu estoy yo... y más si estas así tan pero tan sensual. — Expresa mientras se sienta a mi lado —¿Quier
Definitivamente tuvimos que saltearnos el desayuno, nos hemos despertado bastante tarde y ya es hora de almorzar, pero después del día y noche agotadora que hemos tenido ayer no era para menos. —¿A dónde vamos? — Le pregunto mientras que conduce.Él ahora mi novio voltea a verme por un instante y me lanza una de esas sonrisas que me desarman. —Primero iremos a almorzar, porque no se tú, pero yo muero de hambre.— Comenta entre risas. —Y bueno... después i
—¡Wow... está playa es preciosa! — Digo caminando por la arena de este solitario lugar. Vuelvo a mirar a mi alrededor para comprobar que realmente no hay nadie, algo que llama mi atención. —Está realmente solitaria...— Comento dejando mi bolso de playa sobre la arena mientras que él se quita su camiseta.—Por eso quise que viniéramos aquí, está un poco más alejada que el resto pero vale la pena.—
Termino de colocarme mi bikini y me siento entre sus piernas en esta playa desierta que ha sido testigo de otra de nuestras locuras; esas que son dictadas por nuestra piel. Los únicos ruidos que se escuchan son el de las olas golpeando en la orilla, y nuestras respiraciones aún agitadas después del momento de pasión que hemos vivido. Mi mirada está clavada en el mar que realmente es un paisaje digno de ser admirado por la eternidad y ese lugar dónde en un momento pensé terminar con todo. —¿Te puedo preguntar algo? — Indaga regresándome de mis pensamientos.
Entramos a la discoteca que nos han recomendado tomados de la mano como la pareja que ahora somos. Miro a mi alrededor, escucho la música que es realmente genial, jamás había ido a bailar en Italia y eso que he estado varias veces en este país. La música está realmente alta, y sé que Bautista intenta decirme algo, pero no lo puedo escuchar.—! ¿Que?!— Le grito.
Si tuviera que elegir como pasar el resto de mis amaneceres sería de esta manera con sus brazos sosteniéndome mientras que miramos el sol asomándose tímidamente en el horizonte. El silencio en esta playa permite que escuchemos como las olas golpean en la orilla y generan ese ruido que pareciera ser una melodía mágica; es demasiado relajante.—Escuche como me llamaste...— Me dice al oído casi como si fuera un secreto.
—Dime algo, que me hayas dicho que me amas al igual que yo te amo a ti, ¿hará que me dejes gritarle al mundo lo nuestro?— Me pregunta antes de que cerremos nuestros ojos para por fin dormir.—No, mantengámoslo así... seamos cómplices de este amor clandestino que no tiene nada de prohibido. — Le respondo sonriente mientras me acomodo sobre su pecho.El cansancio nos gana y lentamente nuestros oj