Sabiendo que Zachary era un hombre que no se retractaría, Miranda cambió inmediatamente su deseo. “Está bien, entonces cambiaré mi deseo. Me aburrí del Bugatti que me diste el año pasado. Quiero la última versión del Lamborghini dorado”.

Zachary respondió con una expresión glacial. “Me temo que tu deseo solo se hará realidad el próximo año”.

Miranda estaba un poco nerviosa. “¿Por qué?”.

Las palabras que escaparon de los labios finos de Zachary sonaban despreocupadas. “Porque te prometí que solo tendrías una oportunidad de nombrar tu deseo de cumpleaños cada año, y ya has pedido el de este año”.

“¡Zach! ¿¡Cómo puedes hacerme esto!?”. Miranda, que fue por lana, pero volvió esquilada, estaba tan furiosa que temblaba de ira. Sin embargo, ella sabía mejor que nadie que no podría cambiar la opinión de Zachary una vez que él había decidido algo. Ella solo podía pisotear sus pies de manera infantil.

“¡Bien! Si no me vas a dar nada, dejémoslo así. ¿Qué tiene de bueno un regalo de ti? ¡Solo