Charlotte se sentó junto a la cama, sosteniendo el frasco en una mano y un hisopo de algodón en la otra. Se quedó mirando fijamente el área donde iba a aplicar el ungüento para Zachary. Su corazón latía con fuerza, como el tamborileo insistente de la lluvia golpeando el cristal de una ventana, y sus manos temblaban intensamente como si estuviera tamizando harina.

"¿Me vas a ayudar con la aplicación o no?". La voz melodiosa y arrogante de Zachary sonó de repente.

"Eh, sí... claro...". Los labios de Charlotte esbozaron una sonrisa rígida y nerviosa. Trató de estabilizar sus manos temblorosas, insertó el hisopo de algodón en el ungüento y luego lo estiró hacia Zachary, centímetro a centímetro.

"¿Lo vas a aplicar así nomás?". La voz suave que sonaba como un instrumento musical vino de nuevo en la misma dirección.

Charlotte estaba estupefacta. "Sí... Eso es lo que dijo el Doctor Stewart".

Las cejas perfectas de Zachary estaban ligeramente fruncidas. "Entonces, ¿me vas a aplicar ungüent