Cuando Charlotte llegó al portón del Distrito del Divino Santuario, ya era de noche.

El guardia de seguridad se acercó a ella de inmediato mientras Charlotte salía del coche y caminaba directamente hacia el patio sin siquiera saludarlo. “¡Deténgase! No se puede entrar sin el permiso del Señor—”.

Él tropezó hacia atrás asustado cuando vio la cara de Charlotte.

“¡Tú otra vez!”.

Charlotte no respondió. En cambio, sonrió con orgullo y levantó Encanto Plateado. Luego, disparó una bala al cielo.

Las rodillas del guardia de seguridad se doblaron. Todo su cuerpo empezó a sudar. Él miró a Charlotte, demasiado asustado para decir otra palabra. Charlotte empujó los portones para abrirlos, regresó al coche y con valentía condujo su coche hacia el patio.

El cielo se estaba oscureciendo.

Sin embargo, las luces del pasillo del primer piso estaban brillantemente encendidas.

Zachary había terminado su cena y estaba parado frente a las ventanas francesas en el primer piso, leyendo literatura clá