CAPÍTULO DOSCIENTOS DIECISÉISAiden se mantuvo en un rincón de la sala del velatorio y a su lado estaba su madre, ambos de pie, mientras la ceremonia se realizaba en completa solemnidad.El ataúd de Daphne estaba rodeado de personas amables y empáticas que Aiden ni Emily conocían, algunas personas estaban sentadas con instrumentos musicales en sus manos y otras paradas, mientras el pastor a grande voz daba el inicio.Para Aiden, el que hubiera tantas personas acompañándolos en ese día que se suponía que era triste para todos, le daba la sensación de que la hermana de Em cuando estuvo viva había sido buena y querida por todos sus cercanos, y aunque la realidad estaba lejos de ser, por lo menos se sentía profundamente agradecido con su madre, ya que Marie de alguna u otra forma, siempre lograba que se sintiera bien.Ella siempre les brindaba apoyo en cada cosa que necesitaban y en especial apoyaba a su esposa.—Gracias mamá por todo lo que haces por nosotros —susurró un poco avergonzado
CAPÍTULO DOSCIENTOS DIECISIETECuando salieron de la sala del velatorio, y el ataúd de Daphne ya estaba dentro de la carroza junto a las flores de colores, todos los autos se formaron en una fila y siguieron el cortejo, precedido por la carroza fúnebre.Alex iba de copiloto y Don Octavio era el que iba manejando la carroza.Detrás iba el Maserati gris de Aiden junto a Emily y los niños. Luego le seguía el Mercedes-Benz de Adrián junto a Marie, y para finalizar le seguían los vehículos de los feligreses de la iglesia. Era una fila relativamente corta, pero no menos acogedora.Mientras Aiden manejaba su auto deportivo y se internaban por las calles de aquella ciudad tan caótica, no dejo de meditar en silencio la mala noticia que hace un rato había visto en el celular y en la incertidumbre que eso le provocaba a su estabilidad, ya que no sabía en que terreno se estaba moviendo y eso lo ponía nervioso e inquieto.«Lucca no puede estar suelto, no ahora» pensó Aiden a la vez que miró por el
CAPÍTULO CIENTO DIECIOCHOEmily sostenía en brazos a Nate que miraba con atención el ataúd listo para bajar a las profundidades de la tierra. El pequeño tenía una sonrisa en su rostro, ya que él creía firmemente que su mamá le había visitado, a través de aquella paloma blanca que vio en la sala del velatorio. Por otro lado, Ada corría por el césped, que Adrián y Alex le seguían los pasos para que no se tropezara y cayera al suelo.En tanto Marie se puso un poco más lejos del tumulto de personas que rodeaba el ataúd, para fumarse un cigarrillo, ya que los nervios la tenían con una ulcera en el estómago, y todo gracias a la mala noticia de la fuga de algunos presos.El pastor nuevamente dijo unas palabras de aliento y unión, se cantó una alabanza junto a los feligreses y le preguntó a Emily si quería decir algunas palabras finales, sin embargo, Emily negó con la cabeza, ya que estaba segura que no podría pronunciar palabra alguna por el nudo en la garganta y porque su lengua se trabar
CAPÍTULO DOSCIENTOS DIECINUEVEEl joven empresario bufó y Emily se separó del cuerpo de su marido.Ella se limpió las lágrimas rebeldes que rodaron por sus mejillas rojas y Aiden sacó su celular del bolsillo de su pantalón y se fijó en la pantalla que quien llamaba era un número desconocido, por lo que contestó de inmediato, ya que últimamente todas las noticias e informes venían de números de teléfonos que él no tenía agendado en su celular. —¿Bueno? —preguntó Aiden en un tono un tanto cargado, ya que igual le parecía algo desubicado llamar a las tantas de la noche.—Señor Preston —saludó el fiscal con la voz ronca—. Soy el fiscal Cooper. Disculpe que lo llame a estas horas, pero necesito hablar con usted.Aiden alzó una ceja al escuchar al fiscal a cargo de la investigación de Daphne. Todos sus sentidos se pusieron en alerta máxima.—Por favor dígame. Soy todo oídos Fiscal Cooper.—Bueno…le comento Señor Preston que… —El fiscal Cooper carraspeó y volvió a fijar sus ojos en la pant
CAPÍTULO DOSCIENTOS VEINTEA la mañana siguiente Emily y Aiden ya estaban en la oficina del fiscal a la hora justa.Los jóvenes estaban tensos y nerviosos, ya que podían presentir de quien se trataba. No era sorpresa para nadie que todo apuntaba a una sola persona, pero el confirmarlo solo lo hacía peor.El fiscal Cooper salió de su oficina central y les pidió que los acompañara hasta el fondo del pasillo, luego tomaron un ascensor, y finalmente bajaron a un subterráneo oscuro, frio y desolado. En esa parte del edificio solo había tres salas insonoras que se utilizaban de interrogatorios para los sospechosos de homicidio.El fiscal Cooper se detuvo en la última puerta de metal, pero antes de abrir, se giró para mirar a los jóvenes que lucían ansiosos y preocupados. Sus facciones los delataban y no era para menos, ya que por fin podrían conocer el plan macabro que había detrás. —Antes de ver las grabaciones, —dijo él—. Necesito que puedan identificar a una persona que tenemos detenid
Capítulo Doscientos Veintiuno El fiscal Cooper observó a Aiden con cierto recelo. En su cabeza estaba armando un rompecabezas de como Charles Ritter se relacionaba con Daphne, ya que los videos y las pruebas lo incriminaban a él, pero aún no sabía si era un hecho aislado o por encargo de alguien más. Y aunque los jóvenes le habían contado sobre Lucca, pero como el fiscal Cooper creía que estaba en la cárcel, no le tomo mucho asunto a la relación que podría tener Charles con Lucca.Contrario a Aiden, que le hacía todo el sentido del mundo.Emily no dejaba de abrazarse a sí misma. Sus ojos no se apartaban del doctor que una vez trató de coquetearle. A ella le parecía tan surreal la situación, porque siendo Charle un cirujano guapo y exitoso, se estaba ensuciando las manos y arruinando su futuro ¿Por qué? Ella aun no lo sabía, aunque pensaba que el dinero podía ser una opción y tampoco descartaba la relación de Charles con Lucca. —Señor Preston —dijo el Fiscal Cooper—. ¿A qué se refi
Capítulo Doscientos VeintidósEl fiscal Cooper corrió por las escaleras y luego subió al ascensor. Entró a su despacho y cerró la puerta con seguro, ya que no deseaba que nadie escuchara ni tampoco que nadie lo molestara.Luego tomó el teléfono que estaba sobre su escritorio y digitó el número personal de su colega que estaba a cargo del caso de la cárcel de Sídney.El colega llamado fiscal Smith, estaba trabajando en terreno. Aquel hombre estaba recopilando antecedentes de los reos que habían muerto en el incendio y también estaba haciendo la lista oficial de los reos fugados. Necesitaba la identidad de cada uno de ellos para poder avisar por televisión, que, si veían a estas personas, entonces llamaran a la policía, ya que eran un peligro para la sociedad.El fiscal Smith estaba en la sala de operaciones de la cárcel central. Un lugar donde estaban las cámaras de monitorio y las carpetas de identidad de cada uno de los presos. Él estaba ojeando estas carpetas cuando su celular sonó.
Capítulo Doscientos VeintitrésEmily y Aiden seguía en la sala de interrogatorios. Sentados en aquellas sillas tan incomodas de metal.—¿Deberíamos irnos o esperar a que vuelva? —preguntó Em ante la repentina salida del Fiscal Cooper.Aiden se encogió de hombros y observó al individuo que seguía esposado. Desde el principio le había caído como patada en el estómago.—Algo que le dijimos le debió hacer sentido —dijo el Joven Ceo.—Eso está claro, si no, no hubiera salido como un loco —contestó Em.Aiden miró a Emily de reojos. En la voz dulce de su esposa había una gota de amargura y rencor. —¿Estas más tranquila? Digo… —Aiden dudó un segundo—. Sé que es imposible estarlo del todo, pero saber esto ¿Te ha ayudado en algo?—¿El saber que Charles es el asesino de mi hermana?Aiden asintió con un sutil movimiento de cabeza y Emily suspiró con pesar. Sus manos jugaron entre sí un poco nerviosa y sus ojos negros como la noche nuevamente se fijaron en el doctor que alguna vez le coqueteó.