CAPÍTULO CIENTO QUINCEEmily sacó una maleta roja del armario y la puso en la cama. No dejaba de morderse el labio con fuerza, ya que ella no quería llorar, pero la impotencia y rabia que sentía, la superaba en todos los sentidos.—No quería escuchar, pero estuve cuidando a los niños hasta que se durmieron y… —Adele se excusó sin saber cómo continuar. Entró por la puerta y luego la cerró a sus espaldas. Vio a su amiga como doblaba algunas prendas de ella y la guardaba en la maleta.—No pasa nada —Emily le resto la importancia que tenía para ella misma—. Iré por unos días y volveré.—¿Estás segura? —preguntó Adele y se sentó en la cama de Emily apoyando sus palmas en sus rodillas desnudas, ya que solo llevaba un short y una playera ancha—. Es tu hermana, pero también ha sido la peor enemiga que has podido tener.—No lo hago por ella —contestó Em—. Lo hago por su hijo.—¿Y sabes de quien es ese crio?Emily sacudió la cabeza y se sentó al lado de su amiga. Un débil suspiro salió de sus l
CAPÍTULO CIENTO DIECISÉISAdele caminó por los pasillos de la casona hasta la sala de estar, buscando a Aiden, pero no lo encontró por ningún lugar. Arrugó sus cejas y vio que los mellizos ya no estaban sobre la alfombra, por lo que se dirigió a la habitación de los mellizos.La alemana detuvo sus pasos cuando llegó al umbral de la puerta y vio que Ada ya estaba con su pijama y acomodada en su cama durmiendo con su oso de peluche y Elián también estaba en su cama durmiendo con la boca abierta, en tanto Aiden estaba sentado en la cama de este último, a quien miraba con adoración.Una vez que Emily se fue a su habitación a empacar su ropa, supo que Adele iría hablar con ella, por lo que Aiden no desaprovecho el tiempo de ser papá y había decidido llevar a los mellizos a la habitación.Los cargo uno a uno, les cambio de ropa poniéndole sus pijamas y los dejó en sus camas con sumo cuidado tratando de que no se despertaran, si no armarían un escándalo. Luego se sentó en la cama de Elian y
CAPÍTULO CIENTO DIECISIETELa avioneta blanca con franjas rojas estaba parqueada en el único aeropuerto de la isla Sylt.El joven empresario la noche anterior, cuando llegó a la cabaña del Señor Schneider, coordinó y pagó, junto a Alex y a su asistente, su viaje para que le compraran los cuatro pasajes de primera clase, ya que la avioneta solo los llevaba al aeropuerto de Berlín y de ahí tenían que subirse a un nuevo avión, para volar hacia Sídney, Australia. Sería un viaje largo, pero al menos Aiden se sentía contento de que pudiera estar con los mellizos y con Em. Sin embargo, ese entusiasmo mermó cuando su ex mujer y sus hijos ya llevaban diez minutos de retraso. Miró el reloj de muñeca que llevaba y movió su pierna derecha en un claro estado de nerviosismo.«Emily no me puede hacer esto» pensó, pero luego soltó una maldición entre dientes al mismo tiempo que se ajustó el abrigo negro que usaba, ya que un frío viento sopló a su alrededor.«¿Y si me deja plantado?» volvio a pensar
CAPÍTULO CIENTO DIECIOCHOCuatro horas después, la avioneta aterrizó en uno de los aeropuertos más alejados de Berlín.Emily desabrochó el cinturón de Elian y lo cargo en sus brazos, ya que el pequeño niño se había quedado dormido, nada comparado a su hermana que no se cansaba de hablar ni de asombrarse por todo lo que veía.Aiden le sostuvo la manito a Ada y también se las arregló para llevar las maletas de él y de los niños.—La camioneta nos está esperando —avisó Aiden al mismo tiempo que bajaba la escalera, ella tan solo asintió.Emily tenía un nudo en el estómago, pero no quería demostrar nerviosismo ni debilidad, volver a Australia significaba volver a toparse con sus demonios, pero era algo que estaba decidida a enfrentar.Los cuatro se subieron a una camioneta blanca y Aiden le habló en alemán al chofer dándole algunas indicaciones que Emily entendió a grandes rasgos. Ella frunció el ceño y no pudo cerrar su boca.—Se supone que tenemos que tomar un vuelo a Sídney —recordó con
CAPÍTULO CIENTO DIECINUEVE Emily seguía sentada en el asiento trasero de la camioneta y bufó cansada cuando Elian comenzó a llorar en su regazo. Aiden también lo escuchó que el remordimiento de nuevo estaba ahí presente, calando en lo más profundo de sus huesos. Él tensó cada uno de sus músculos cuando el llanto de uno de los mellizos fue más fuerte, que no pudo seguir caminando hacia la heladería. —¡Papá! —protesó Ada con el ceño fruncido cuando Aiden se giró devuelta hacia la camioneta. —Primero vamos a ver a tu hermano —señaló Aiden un poco afectado, ya que sentía que siempre destruía todo—. Y luego vamos por el helado que quieras. —¿Lo pometes? —cuestionó Ada mientras paseaba sus deditos por la cara a Aiden. —Lo prometo mi pequeña. Ella asintió y volvió apoyar su cabeza en el hombro del joven mientras se abrazaba al cuello de Aiden. Él abrió la puerta de la camioneta y Emily de inmediato le dio una mirada envenenada que casi le hicieron pedir que la tierra se abriera en dos p
CAPÍTULO CIENTO VEINTELuego de comer helados y almorzar en el centro de Berlín, la camioneta se dirigió al aeropuerto de Berlín-Brandeburgo Willy Brandt, ya que de ahí partía el avión que los tendría más de veinte horas en el aire, haciendo una sola escala en Singapur, para luego subirse a otro avión y llegar a su destino final, que era Sídney. El viaje sería agotador, pero Emily se había mentalizado en que todo iba a salir bien, además, aunque a todos le hacía creer que no le importaba mucho volver a sus raíces, igual sentía nervios por la condición de salud de su hermana.Aiden no le había comentado nada con respecto a Daphne, tan solo que estaba en estado de gravedad y necesitaba la autorización de un familiar para que la operaran, pero eso no decía nada.«¿Y si ella moría?» «¡Joder!» pensó Emily «Eso sería un verdadero desastre»Ella dejó de pensar cosas malas y se concentró en observar el aeropuerto en el cual las luces lo iluminaban por completo, ya que estaba anocheciendo. L
CAPÍTULO CIENTO VEINTIUNO—¿Es verdad que mi hermana tuvo un accidente y esta grave en el hospital? ¿Es verdad que debe firmar un familiar y no lo puede hacer Aiden? —preguntó Emily muy nerviosa con el afán de corroborar la versión de su ex marido.Alex tragó saliva y se pasó una de sus manos por la nuca un tanto nervioso. No sabía bien que le había dicho Aiden para convencer de viajar a la que fue su cuñada, pero tampoco quería arruinarlo, que fue cuidadoso con sus palabras.—Si, es verdad —contestó Alex sin ahondar más en el tema, sin embargo, Em no se quedó tranquila con aquella respuesta tan escueta.—¿Seguro Alex? —cuestionó Em cuando noto la voz trémula del chico—. Por favor no me mientas, porque lo estoy arriesgando todo.—¿Vas a volver con Aiden? —indagó Alex antes de confesarlo todo.Emily volvió a levantar su rostro y mirar hacia la dulcería. Se tensó por completo cuando sus ojos oscuros se cruzaron con los ojos verdes brillantes de Aiden. Ella apartó de inmediato su mirada
CAPÍTULO CIENTO VEINTIDÓS—¿Estás ahí? —preguntó Alex al no escuchar ni siquiera la respiración de Emily por el teléfono.Emily se había quedado en un largo silencio pensando todo lo que había trascurrido en su vida. Su mirada oscura estaba perdida en la nada, sin tener un punto fijo, que no se percató de que Aiden, Ada y Elian estaban saliendo de la dulcería. Sin embargo, Ada se adelantó corriendo con su bolsa marrón entre sus brazos hasta donde estaba su mamá. Emily no se dio cuenta cuando la niña se subió a los asientos de la sala de embarque y se acercó a ella caminando por sobre el cuero acolchado para quitarle el teléfono de las manos. Emily se sobresaltó, y Ada se puso el teléfono en la oreja.—¡Hola! ¡Hola! ¿quién es? ¿Abuelita eles tu? —preguntó Ada con voz cantarina, que Emily giró su rostro hacia el lado izquierdo para contemplarla con tanto amor, porque ella simplemente amaba a su hija.Alex se quedó callado, pero sin dejar de sonreír al escuchar aquella voz chillona. Él