Ricardo no entiende en qué momento las cosas se salieron de control. El plan le parecía denigrante, mas no tenía muchas opciones. Estimaba imposible volver con Yara después de todo lo que vivieron. Por eso cuando recibió su llamada no supo si debía emocionarse o asustarse. De una estaba la nostalgia… el que Yara se sintiera perdida en su nueva ciudad y recurriera a quien, mal o bien, fue su primer amor. Una locura… algo inverosímil. Pero la fe no sabe de limites cuando la porta un enamorado. Luego estaba el escenario creíble. Que ella se diera cuenta de que lo que él le hizo era un delito, y lo buscara para dejar todo en manos de la ley.
Ni una ni otra. La intención de Yara atendía más bien a una revancha de carácter pasional. A Ricardo no le perdonaba el acto, pero lo sabía ofendido. A Sebastián, en cambio, lo tenía como al hijo de puta
Cada paso dado es un tributo a la nostalgia. La gente permanece callada: atenta al acto y omisión del sujeto en causa. Sebastián se aferra al sonido casi muerto de su andar. El cofre está cerrado por petición de la familia, no le queda más remedio que llorarle al recuerdo. El lamento es mudo, sin embargo. Seco. No corren lágrimas por sus mejillas ni solloza al encontrarse quinceañero: repleto de ilusiones. Cualquier cosa más: engañándola con Yara. Forzando el alargue mientras le juega al novio perfecto… la peor de las navidades. En eso la culpa se disfraza de planteo y se ve un tanto responsable de su muerte. Si no le hubiese fallado… si le hubiese rogado. Si no hubiera atendido el mensaje… si no la hubiera terminado. ¿Ella seguiría con vida? Pregunta para sí. En eso la pena gambetea y se planta como llanto. Solloza. Grita. Maldice y la gente rompe el silencio. Se acercan
Diciembre, 2021.—¿Es tu primera entrevista?—No. Bueno sí. Bueno no. Ah… yo me entiendo. Mucho gusto. Me llamo Godoy.—Un placer. Soy Sebastián.—No necesita presentarse.—Uno nunca sabe.—¿Algún tema del que prefiera no hablar?—Ninguno.—¿Puedo hacerle preguntas acerca de su carrera como youtuber? Fui muy fan suyo.—Sin problema.—¿Por qué dejó de grabar?—¿Te lo respondo ahora o al aire?—Como gus…—¡No puede pasar! —grita alguien a lo lejos, después entra una chica y se le cuelga a Sebastián. Los rayos del sol que resaltan el blanco de la arena, la brisa perfecta. El mar rosa enjuagándoles los pies desnudos, el abrazo sincero. Sebastián quiere perpetuar el momento y agradecerle a su madre por lo dado y lo negado. Por impulsarlo hasta el triunfo y acompañarlo en la derrota. La compara con su equipo de fútbol y le da vergüenza el escenario. Le da pena, incluso, porque el recuerdo no tiene que ver con goles ni gambetas.A Laura la ve como a ese tipo que no sabe muy bien si mañana comerá bien o comerá mal. Si en la planta seguirán precisando de su trabajo o si recibirá el año desempleado. Si la esposa le perdonará la infidelidad o si la hija volverá a verlo con admiración. El hombre desconoce casi todo de su destino, menos lo que hará el sábado en punto de las siete de la noche. Porque ese díEpílogo
Dedico las últimas letras a quien materializa el título de la obra. Amar es así fue escrita con la intención de explicarle a las personas más o menos cómo funciona el amor.Sin embargo, a mitad del proceso creativo, descubrí que sabía muy poco sobre el tema. Todo cambió cuando ella llegó…En Alma pretendí rescatar la melancolía del primer amor; las ilusiones construidas en tiempos de magia que poco o nada tienen que ver con la realidad. En Julia traté de plasmar la indisciplina necesaria… el respiro tras casi una década en tierras de Romeo. En Lucero el primer gran tropiezo, en Perla la mujer perfecta para el momento y la ocasión, no para el corazón. En Verónica el intento de hacer las cosas bien y por ahí hablé de las segu
El 24 de diciembre es un día que Sebastián jamás olvidará. Mas el recuerdo será agrio. Feo. De esos que no dejan dormir y te censuran el hambre. Por eso busca entre las calles algo extraordinario. Un tipo volando o un perro hablando. Agua entre llamas o un extraterrestre bajando de su nave. Solo eventos de tal magnitud le restarían protagonismo al vacío que le seca el pecho… a la tormenta que le atrofia las ideas.¿Estás seguro?, preguntó su madre la noche anterior. Sí, respondió él. Lo cierto es que no le queda otra opción. ¿Es tan poca cosa como para perdonar una infidelidad? Quizás. Pero anoche no lo sintió así. Se estimó dolido. Triste. Incapaz de pasar por alto el agravio. No podría verla a los ojos sin preguntarse si al otro también lo veía así. Con esa mirada brillante, ll
Escuchar la melodía que le recuerda a ella sin que el corazón amenace con explotarle, Sebastián lo toma como una prueba irrefutable para decir que sí, que ha superado lo de la ruptura. Y si lo encaras y le dices que no, que no ha salido adelante, que sigue en lo de ella, te dirá su nombre treinta veces, y tú no hallarás sentido a sus palabras. Lo hará otras sesenta… cien, si es justo, y al rendirte te dirá que a Alma la olvidó, y que ahí está la prueba. En mencionar su nombre así: a la ligera. Como quien cita una buena anécdota sin que eso implique querer vivirla de nuevo.De una parece coherente la postura. Lo que le hace ruido a su familia es la manía de mencionarla a cada rato. Si a la quinientas se le escapa algún suspiro, él no tiene apuro en admitir que le suspiró a ella. Si a
Es 14 de marzo. Sebastián y Julia celebran su primer mes como novios. Quedan de verse en el Café de todos los jueves: lejos del colegio, cerca de sus secretos. Él pide un té negro porque no quiere alterarse los nervios. Ella un capuchino con triple de azúcar. Sebastián le recuerda lo de las taquicardias, Julia le tuerce la mirada mientras le echa un cuarto sobre. Apresura el quinto y amenaza con el sexto, mas en eso él le frustra las intenciones. La toma por el brazo y le pregunta cuál es la mala nueva. Cuatro semanas llevan con lo del noviazgo y no ha habido una limpia. Todos los días Julia ve enemigas por cualquier lado. Sean o no de teatro. Estudien o no en el colegio. Se sabía celosa… se lo advirtió a Sebastián apenas y arreglaron lo de Tania, pero ni ella esperaba los eventos que le armaría. Primero con Fuentes, después con Priscila que resultó más enferma de l
—¿Y por qué no vuelves con tu madre?—No me alcanza.—¿Qué no te alcanza?—La vergüenza.—¿Tan mal quedaron?—No. De hecho seguido me hablo con ella.—¿Entonces?—Pasa que no tengo el valor para verla a los ojos y pedirle perdón.—No seas orgulloso.—No es orgullo… es pena. Ella se esforzó un mar para pagarme la carrera. Hizo cualquier cosa para conseguirme una plaza dentro del despacho y yo la boté por una tontería. O bueno…—Descuida. Sé de lo que hablas. Fue por lo de Alma, ¿no?—Sí. Me encerré tanto en mis problemas que me olvidé de todo. Y aún as&iacut