Renacimiento

Los días transcurrieron, sencillos, serenos, soleados. Erick alimentaba a las palomas, Fabiana preparaba el desayuno, días de películas, extensas conversas en la terraza como parte del ritual de iniciación en el culto de “Algo más que amigos"  los dos estaban vulnerables al éxtasis que genera ese entusiasmo previo, un poco más de atención al cuidado personal, ensayos ante el espejo y la selección de un repertorio de signos alusivos a la verdad central, aunque ésta vez ya esa verdad se sabía uno suele dedicarle tiempo y estilo a los procesos. El enamoramiento es un arte, para el que lo hace de verdad, el participante va construyendo una trampa, una telaraña digamos donde quedan prisioneros los sentidos de la víctima, sí; hay algo frío en el amor y es esa cautela reptiliana, el impulso instintivo del placer, moral, existencial, sentimental y sexual, Erick no volvió a tocar el tema de su trauma y Fabiana no preguntó, de hecho hacia lo posible porque no lo recordara, calculando cuidadosamente el tiempo de los silencios e interrumpiéndolos elegantemente con desvíos astutos de oratoria, había pasado una semana desde la confesión, Fabiana había maniobrado pacientemente el recorrido, la transición, pues como todo recorrido en la vida, uno jamás se queda en el lugar inicial y debe en ocasiones estar al menos dispuesto a experimentar las novedades que presente el camino. 

— Papá y mamá creen en dios — dijo Erick una vez mientras alimentaban las palomas como parte del ritual de conocerse — yo de niño creía en los marcianos y los ovnis, pensaba que estaban siempre ahí observándonos escondidos en las nubes.

— ¡Wow! suena convincente —dijo Fabiana contemplando el cielo, esperanzada en rarezas y fantasías. 

—No te burles — le reprochó Erick con amabilidad y ella dijo — no, estoy hablando en serio — su voz se fue apagando tras el vuelo de una paloma que llevaba en el pico un par de granos de maíz a un nido cercano donde una hembra empollaba huevos. Mientras aquellos dos se vendían simulacros previos, algo tan maravilloso ocurría a sus espaldas, y así suele ser la vida, un cúmulo de momentos extraordinarios que ignoramos, buscándole sentido a las agujas del reloj.

Pero ¿Qué sería del hombre sin la búsqueda? 

¿Podría ver, oír, hablar o caminar? 

Tal vez sí, pero los que restablecieron las formas de vivir no enseñaron que no se puede ser sin tener una razón de ser y que no se puede avanzar si no tenemos algo que buscar y Fabiana como reina araña había avanzado silenciosa y cautelosa en su trampa pero necesitaba que la víctima caminara y cayera en ella.

Así que luego de preparar el almuerzo, comer con Erick hablando de cuáles eran las mejores películas en la opinión de cada uno, disfrutó la silueta de él mientras fregaba los platos, y se le escapó un suspiro como un disparo, se levantó de la mesa deslizó mañosamente sus uñas sobre el mantel en un sutil rasguño, Todo estaba en orden las repisas limpias el piso aspirado los cristales pulidos su presencia había contaminado cada rincón, pero eso no le importó, ella debía avanzar y literalmente fue por su bolso, esperó a Erick cerca de la ventana, el salió de la cocina secándose las manos del pantalón y al verla allí con el morral detuvo su marcha, segundos bastaron para entenderlo.

— ¿Te vas? 

— Sí, ya ha pasado una semana, tal vez ya llegó la luz 

Erick sintió pesar, pero Fabiana a continuación le presentó la telaraña 

— Pensé que podrías acompañarme  

¿Y las palomas? Preguntó algo en su mente, pero algo más le increpó “eres estúpido… las palomas pueden sobrevivir pero tú necesitas de ella, te has sentido mejor éstos días ve...” 

Parece que en la cabeza de Erick Fabiana tenía un cómplice, Erick tomó el paraguas por si acaso y cogió las llaves. 

— Vamos — dijo. Fabiana se revolcaba en su mundo interno, como cuando un niño recibe de regalo de cumpleaños el celular que había pedido, supo disimular la emisión y dijo — bien pensé que hoy comería helado sola pillando alguna comedía norteamericana — Erick comprendió de inmediato, Fabiana le estaba invitando indirectamente a pasar la noche con ella en su casa —prefiero anime dijo él dejando muy explícito un “si, acepto” entre líneas — Jejeje está bien — dijo ella.

La sensación apocalíptica y distópica danzaba en el viento de medio día cuando sus dos figuras diminutas caminaban la extensa calle solitaria en presencia de los tristes edificios, a veces un inquilino chismeaba desde la ventana y regresaba a la oscuridad interna. 

— El miedo amenaza — dijo Fabiana. 

— Las cifras son alarmantes — comentó Erick y Fabiana le dice — ¿cómo sabes que la tierra es redonda acaso la haz visto?  

— Eh, si en la televisión — dijo él, pero antes de que Fabiana hablara comprendió lo que ella quería decir, es una facultad femenina, lo que dicen es la punta de un iceberg, — ¿Pero cómo sé que lo que me han mostrado es cierto o no? 

— Correcto — dijo ella — es igual para todo lo demás, creo que el único bíblico que me agrada es santo Tomás, hasta no ver no creer, aunque en lo particular no espero que me de ese virus, para saber si existe o no y si existiera no creo que sea tan mortífero, como hacen ver pero nos toca esperar que termine la farsa y den la orden de The new normality.

— Si,  la nueva normalidad, pareciera más bien una excusa previa del orden inminente — dijo Erick 

— Novus ordo seclorum — comentó Fabiana con irrisión y Erick contestó — Carpe diem — la risa de ambos por en medio de la calle generó ese típico eco fantasmagórico que rebota de las paredes, de las esquinas y del silencio mismo.  

— Ésta es mi casa — dijo luego Fabiana, mostrando la sala de su departamento a Erick. El observó detalladamente sin ser obvio mientras ella dejo su morral en el mueble y fue a la cocina, había un gran televisor al fondo, entre el televisor y el sofá había una meza de vidrio decorada con un bonsái, las paredes eran verdes con cuadros y fotografías de Fabiana y sus padres en lugares importantes del mundo, la torre Eiffel, el puente de san Francisco, la estatua de la libertad, Londres, Roma, Tokio, el teleférico de Mérida, parecía una galería, un piano de cola decoraba la estancia detrás de Erick, cerca del acceso a las habitaciones.

— Si, llegó la luz — dijo Fabiana ofreciendo a Erick un vaso — limonada — dijo 

— Oh gracias —dijo Erick como forastero en un país extraño.

— Tienes una casa muy bonita — dijo Erick y Fabiana se encogió de hombros 

— Pero muy solitaria — contestó 

— Bueno al menos ahora estamos aquí — alentó él con un comentario 

— Si —dijo ella, haciéndole compañía, 

— Dicen que las casas guardan presencias... — Manifestó Erick en tono de misterio. 

— ¿Presencias? — Fabiana le dedicó toda su atención, una nube curiosa se abalanzó delante del sol y opacó el brillo dorado del atardecer por un instante, mientras Erick continuó explicando — cuando era niño y salíamos de viaje, la vecina nos contaba que seguía escuchando nuestras voces en la casa, yo imagino que las casa actúan como cámaras de vídeo, registrando momentos importantes, memorias. 

— Que loco —contestó Fabiana y luego dijo — no les gusta estar solas.

— Si — dijo Erick — pero cuando sus habitantes mueren esas memorias se vuelven oscuras y nacen las gentes sombras 

— ¡Oye no me asustes! — gritó Fabiana y se fue a la cocina por helado. 

Un hombre negro, robusto y fortachón; con una franela blanca curtida y una braga de tela blue jean, lloraba recostado en un tronco, las gemelas ensangrentadas yacían muertas, una en su brazo derecho, otra en su brazo izquierdo.

— Esa es la escena que te hace odiar a los buenos — dijo Erick, mientras Fabiana le ofrecía una cucharada de helado, no había una sola luz encendida en toda la casa, solo iluminaba la pantalla del televisor. Fabiana cambió de canal y dijo — ya la he visto un millar de veces — Erick sonrió y dijo — un millar jajaja, esa palabra parece  religiosa.

— ¿Religiosa, estás loco? — Erick estaba cansado de escuchar esa palabra “millares” en los cánticos religiosos de la fe de sus padres, Fabiana cambió de canal 3 veces más hasta encontrar una película de miedo. Había una mujer embarazada vestida de blanco y caminando por un pasillo solitario de algún hospital, ella presionó su abdomen y comenzó a salir por su boca una gran serpiente, negra. 

Fabiana soltó un grito, ensució su franela de helado, Erick tomó el control para cambiar de canal pero ella dijo — ¡no, quiero verla! 

Erick sonrió y dijo agudizando la mirada — masoquista — ella respondió con un sonrisa muda muy dulce,  la brisa fría de la noche entró por la ventana batallando con el calor de las entrañas de la casa. Fabiana colocó el helado junto al bonsái y se recostó de las piernas de Erick — gracias por acompañarme —dijo ella y el suspiró antes de responder — gracias a ti por ayudarme éstos días — ella sonrió — para eso están los amigos — respondió.

Esa palabra en la boca de Fabiana no fue amarilla y cálida como de costumbre, estaba vestida de gris y azul oscuro, no le cayó bien a Erick pero no terminaba de entender por qué, solo dijo — Amigo... ¿qué significado tendrá esa palabra? Es uno de esos términos que usamos a diario pero no comprendemos su verdadero significado. 

— Los significados varían — respondió Fabiana y Erick se sorprendió, entonces ella continuó.

— Hay quienes dicen que viene del latín amicus: que puede ser una palabra compuesta de amor y custo: cuidador de amor, otros dicen que puede estar compuesta por animi custos: el que cuida el alma, otro significado es el griego “sin” y “ego” es decir “sin yo”, Puede ser todas o ninguna.

— Si, genial me acabas de enseñar algo — dijo Erick y Fabiana sonrió, luego se quedó en silencio y al cabo de unos minutos acabó dormida. Erick estaba en una situación un tanto incomoda, su cabeza comenzaba a pesar pero no quería despertarla, así que luego de pensarlo un momento y observar como el helado se derretía Erick tomó en sus brazos a Fabiana para llevarla a su cama, por un momento aquello le pareció extraño, intuyó que podía estar haciéndose la dormida, pero ... ¿por qué? 

En un segundo siguiente pudo entenderlo, Fabiana rodeo su cuello con sus brazos y encorvó su cabeza cerca de la barbilla de él.

— Podemos quedarnos así todo el tiempo — dijo ella y él sonrió, luego respondió — no creo tener la fuerza para cargarte más de un minuto — ella se paralizó un momento luego reprochó — ¡idiota! — Terminando con una risa compartida por ambos, mientras se perdían en la inescrutable intimidad de la habitación de Fabiana, la poca luz era lógica, también la intromisión del frío por la ventana abierta, luces de hogares distantes se vislumbraban en la borrosa oscuridad externa; pero ahí parecía no existir nada más. Erick desnudó su mente mientras entre besos pausados y con inexperiencia Fabiana desnudaba su cuerpo, la imagen de su prima caía por un enorme agujero y una ligera sensación de libertad arropaba los cuerpos de Erick y Fabiana desnudos acariciándose con atinos y desatinos de inexperiencia, la burbujeante efervescencia de la adrenalina en sus dientes como una lata de cola agitada, lo demás sucedió a puerta cerrada. 

Sucedió 2 veces, 3 veces hasta perder la cuenta durante una semana. Erick no tenía noción del tiempo cuando cierta mañana observó a Fabiana cocinar arepas con una franelilla blanca sencilla y unas pantis negras, la imagen era sublime. Una atmósfera de lujoso dorado genuino emulaba un coqueteo del cielo con este mundo jodido y burdo. Al atardecer espiaron los jardines del edén de los vecinos detrás de unos binoculares, una que otra serpiente y una que otra desnudes, una joven solitaria recibió 3 visitantes diferentes en 2 horas, todos vecinos casados, que subían, bajaban o llegaban de al lado; entraba uno y salía otro, tal vez esa dama solitaria cumplía alguna función de utilidad superior, algo medicinal, aquellos hombres salían con una felicidad de las baratas, pegada en el rostro; otro vecino estaba maltratando a su esposa, le daba cachetadas y comenzaba a ahorcarla, Erick llamó a la policía y al cabo de unos minutos al hombre se lo estaban llevando preso, fue un instante de perplejidad para Erick y Fabiana. La policía había llegado a tiempo, eso resultaba una extraordinaria rareza, se encogieron de hombros, sonrieron complacidos y esperaron el espectáculo de las estrellas comiendo galletas, cuando la noche apartó espacio para la quietud las estrellas presentaron su espectáculo. 

— Parece mentira, pero desde que me vine a la ciudad no había tenido tiempo de apreciar las estrellas. — dijo Erick maravillado.

— Si, la dinámica capitalina no lo permite con frecuencia. — Comenta Fabiana mientras muerde una galleta.

— Desde luego, aquí somos más como esclavos doméstico, a veces me pregunto si la vida pudiese ser vivida de otra manera, todo gira en torno a la necesidad de dinero, estudiamos y trabajamos para conseguirlo, eso nos ocupa todo el tiempo y bueno… con frecuencia el mercado de la distracción y el entretenimiento nos concede ligeras dosis de calma artificial.

— Yo no creo...

— ¿Mmmm? 

— Yo no creo que se pueda vivir de otra forma, habría que reiniciar el mundo…

— Tal vez esto de la pandemia es la ocasión indicada.

— Tal vez.

Mientras Fabiana y Erick hablan de cosas sin sentido pudieron observar una especie de estrella en movimiento que comenzó a girar sobre ellos, a esa hora un gato lamía el agua en un charco dejado por la lluvia de otrora. 

De pronto, un misterioso rayo de luz descendió impactando en el gato, fue vertiginoso, dos segundos después el rayo de luz desaparece y también el gato. 

Fabiana y Erick se miraron, resulta un poco complejo asimilar ésas cosas, se levantaron y comenzaron a buscar en el cielo la naturaleza del misterio que sus ojos habían visto, pero el inquebrantable silencio nocturno y la imperturbable quietud les devolvieron a la ordinaria sensación previa. Esa versión de la realidad burda y ordinaria.

Erick — ¿Ese gato...  Fue? 

Fabiana — Existen

Erick — Si... Existen, o nos estamos volviendo locos.

Fabiana se encogió de hombros, luego se lanzó sobre él y le propinó un beso, él la elevó tomando su cintura y ella lo rodeó con las piernas mientras otro par de besos eran ofrendados de sus labios. Erick cargándola aún camina de espaldas y se hunde en la oscuridad. Minutos después, en pleno transcurso de la madrugada sus cuerpos desnudos tendidos en la alfombra de la sala sucumbían a la ceremonia de caricias carentes de energía en una admiración vacía de deseos, como dos leones saciados contemplando un jugoso filete para luego. Fabiana había olvidado la soledad y Erick, el misterioso libro, su loco vecino y su trauma, al menos no eran su prioridad en ese momento, un momento que se había extendido por semanas. De pronto un perro ladró y ambos se estremecieron en un sobresalto. Erick a merced de su instinto del protector se acercó al balcón para dar un vistazo sin ser notado debido a su desnudez, a esa hora un señor misterioso salía de entre unos arbustos sosteniendo una pala, tenía algo de fango en la suela de los zapatos y en el ruedo del pantalón. 

— El loco Henry. Vive con su mamá, rara vez lo vez por ahí — dijo Fabiana detrás de Erick. 

— Salió de los arbustos. 

— Tal vez anda inmerso en alguna manía. 

— Una manía... Claro ¿A quién le da por enterrar algo en la madrugada?

— No lo sé... Tal vez a alguien que no quiere que el resto se entere.

— Exacto.

— Esta no es una noche normal, hemos visto un par de cosas muy raras, así que mejor vayamos a dormir 

Fabiana y Erick no se percataron de algo, que sin previo anuncio ni signos de manifestación comienza a suceder a los seres humanos, estamos tan saturados de información que ya muy pocas cosas nos sorprenden, aliens, demonios, y demás misterios que en algún momento paralizaron a muchos, ahora simplemente resulta algo raro que pasó y si no tiene trascendencia o relevancia ahí queda o en el mejor de los casos ocupa la categoría de anécdota en una conversa de amigos o familiares, un círculo cerrado de extrema confianza para no pasar por loco ante el razonamiento colectivo. 

Cuando la claridad se coló por la ventana y golpeó los parpados de Fabiana ella despertó, Erick no estaba a su lado, se levantó y anduvo hasta la cocina donde confiaba encontrarlo haciendo el desayuno, pero no. En ese punto su confianza se derrumbaba y los latidos de su corazón se aceleraban. ¿A caso se fue a su casa? No, sus cosas aún están aquí, maldición ¿A caso también fue víctima de un abducción? Fabiana pensó en todas las posibilidades mientras caminaba hacia la ventana, entonces allí observó a Erick saliendo de los arbustos, con el rostro pálido y una expresión de curiosidad castigada por un hallazgo desagradable. 

Llamaron a la policía minutos después — ¿cómo se enteraron? — Preguntó el oficial.

— Lo vimos salir de los arbustos en la madrugada y luego decidí ir a dar un vistazo. —  Contestó Erick.

Otros oficiales examinaban el contenido de la bolsa, había precintos amarillos en toda la zona y los vecinos se asomaban desde sus ventanas — Era su madre, él dice que murió de un infarto  pero la picó y la enterró porque no sabía cómo manejar un entierro con todo esto de la pandemia, aun así los restos de la señora Amanda deben ser examinados para identificar la verdadera causa de la muerte, me temo que el señor Henry pasará el resto de sus días en un hospital psiquiátrico. 

Cuando la policía se marchó Erick y Fabiana observaban desde la ventana.

Erick con la mirada perdida dice — El diablo está en los detalles. 

— Así parece — contestó ella y lo abrazó.


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