Dichos símbolos, no parecían ser algo difícil de descifrar pero por alguna razón, por más que los vieran o leyeran, simplemente no lograban entender, como si estuvieran protegidos por algo que confundía sus mentes. Mientras Beta Aeron hablaba con la manada, un ruido inesperado captó su atención. Algo que era totalmente ajeno al ambiente del pantano. Su mirada se agudizó, su oído y su olfato alertas. Sin dudarlo, avanzó hacia el bosque. Podía sentir ligeramente el aroma de su Reina Alfa, Maray. Sin embargo, también la de Alfa Rezef. Una extraña mezcla que llamó su atención y pensó que esos dos habían ido al territorio. —¿Reina, está aquí? —la llamó ese Beta, esperando encontrar a su tan querida Reina. Pero en lugar de Maray, se encontró únicamente con Alfa Rezef, en su forma lobuna de pelaje oscuro azulado. El aroma de Rezef, mezclado con el de Maray, llenó sus fosas nasales, y una furia intensa se apoderó de Beta Aeron. Sin pensarlo dos veces, Beta Aeron tomó su forma d
—Es solo una suposición, Rezef. Ginne… le envío sus recuerdos a Reina usando su don divino. Pero… Maray no ha logrado desbloquear todos ellos… —le explicaba Beta Aeron a Rezef, su voz llena de preocupación. Ese Alfa continuaba su camino por las ruinas, seguido a pasos lentos por ese Beta pelirrojo. —Es extraño… ¿Por qué no los ha desbloqueado si ella es una Reina Alfa? Tuvo su ritual de iniciación, ¿no? —preguntó Rezef, la confusión evidente en su rostro. —Lo tuvo. Sin embargo… no en nuestro territorio ni en el templo sagrado de iniciación. Un maldito lobo Alfa la andaba buscando para matarla —dijo Aeron, su mirada fulminante clavada en Rezef. Rezef guardó silencio, su expresión helada y distante, mientras una sonrisa burlona comenzaba a asomarse en sus labios. —¿Es mi culpa?, no lo creo. Ella huyó por su propia cuenta. Regresó por su propia cuenta. No la he obligado. —¡No en esas cosas! ¡Pero en muchas otras sí! —frunció el ceño ese Beta pelirrojo, sus manos en puños, marcando
Aeron miró por encima de su hombro hacia Rezef, luego dirigió su mirada hacia Alfa Hugo. —Ese maldito ya le pertenece a mi Reina… ¿Puedes sentirlo?, ella lo marcó. —¿Pertenece? Jajaja~ —se echó a reír Alfa Hugo—. ¡Quién diría que esa niña iba a domar a uno de los Reyes Alfas más temidos! —No le prestes atención —dijo Beta Aeron, comenzando a alejarse de la zona—. Ven conmigo y cuéntame tus motivos para estar aquí, aunque… ya tengo una ligera idea de qué se trata. "¿Domar…? Maldito Hugo…" Pensó Alfa Rezef, dándoles la espalda; curioseando en los alrededores de las ruinas, entre selva, arbustos y enredaderas. Mientras Rezef se adentraba en las ruinas, se topó con un enorme agujero cubierto de raíces y lianas, las cuales arrancó con determinación. Algunas escaleras se revelaron, pero solo una fracción de ellas; la oscuridad en el interior era abrumadora. Un brillo plateado, como el de la luna, iluminó los ojos de ese Alfa, quien, utilizando la vista de su lobo, comenzó a descen
—Si me tocas, te mato —lanzó una advertencia amenazador, Alfa Rezef, sus ojos grises con un ligero brillo plateado, su lobo, alerta. Alfa Hugo se detuvo en seco antes de acercarse más a ese Rey Alfa de una las manadas más poderosas del mundo, Luna Plateada. —No recuerdo haberte hecho ningún daño anteriormente, Rey Alfa Rezef —le habló con educación Hugo, quien seguidamente exhaló y volvió su mirada hacia Beta Aeron. Ese Beta pelirrojo, estaba abriendo a la fuerza el cofre con sus garras afiladas. Un cofre de madera oscura cuyos grabados circulares de inmediato alertaron a Rezef. —Yo en tu lugar, no abriría eso. Déjalo a mi Luna, ella sabrá qué hacer —le advirtió ese Rey Alfa, viéndolo seriamente a la vez que se ponía de pie y cepillada hacia atrás su desordenada cabellera negra. —Sé que hacer. No te metas en esto, Rezef… —gruñó Beta Aeron, en segundos un pequeño sonido se produjo. Crack~ Se abrió el cerrojo, que ese Beta forzó. De inmediato un polvo rojizo comenzó a s
La voz de Beta Gaspar resonando en el aire provocando un eco en la habitación de piedra. Con una de sus manos, trazaba gestos en el aire, cada movimiento impregnado de energía oscura. A su alrededor, una aura negra comenzaba a formarse, chispeando como rayos eléctricos que surgían de la atmósfera. El hechizo que estaba a punto de culminar, sería un enorme cambio para Tabitha y una ventaja para Garra Dorada al utilizar a esa hembra. Mientras las palabras de poder fluían de los labios de ese Beta, Las marcas en la piel de esa hembra, brillaban débilmente, respondiendo a la magia que la envolvía. Gaspar sentía cómo la conexión entre ellos se fortalecía, cómo comenzaba a tener el absoluto control del cuerpo de esa hembra y próximamente interferiría con su voluntad, con un hechizo mental. Finalmente, tras más de una hora, cuando el último de sus conjuros se desvaneció en el aire, un silencio absoluto ocupó el espacio. Con un gesto decidido, Beta se acercó a Tabitha, tomando un
—¡Pero mamá, te dije que ese aroma volvió! —exclamó Connie, haciendo un puchero, justo cuando Maray terminó el hechizo que la transportó a su territorio original, Noche Carmesí. Reina Maray bajó a Connor de sus brazos, pero en ese instante, un ataque de tos la sorprendió. —Cof~ cof~ —cubrió su boca con la mano. Al apartarla, vio la sangre en su palma. "¡Maldición! ¡Ya no estoy tomando ninguna poción para ocultar mi físico! ¿Qué está pasando? No soy tan débil como para enfermarme de esta manera…" Pensó, angustiada esa hembra pelirroja. —¿Mamá…? —preguntó Connor, guiándose por su olfato, mientras aferraba su manita al hombro de su madre. —¡Mamá! ¡¿Estás bien, mamá?! —exclamó Connie, sus ojos reflejando una profunda preocupación. —Estoy… Cof~ cof~ bien… —respondió Maray, su rostro ligeramente brillando con gotas de sudor. "¿Acaso es por la poción anticonceptiva de mi abuela? No… Es imposible… La he tomado durante años y siempre me ha hecho sentir bien…" Pensó Maray, limpiándos
—El Rey Alfa Rezef acaba de advertirte que "no se arriesguen". Debió haber pasado una mala experiencia extrayendo ese cofre. Si un lobo Alfa te dice que es peligroso, es porque sabe que un Beta como tú no lo lograría y- —¡Tonterías! ¡Iré! —exclamó Beta Aeron, entregando la bolsa de pelaje de oso que contenía las esferas a uno de sus lobos de Noche Carmesí. Con determinación, se dirigió a explorar otras ruinas a unos metros de las que se derrumbaron por culpa de Rezef. "¿Por qué siento que lo hace por celos? Es evidente que el Rey de Luna Plateada es mil veces más superior… No hay comparación…" Pensó Alfa Hugo, exhalando con pesadez. —Al menos me tienen a mí aquí. Soy un lobo cuyo don es la sanación. Si algo ocurre y no quedas al borde de la muerte, podré ayudarte, Aeron~. Luego cobraré todo a Maray. …………… Mientras tanto, en la zona del pueblo de Noche Carmesí, Maray aguardaba ansiosamente por su Alfa. Observaba cómo Connie y Connor se alejaban cada vez más. La pequeña cachor
—No es para tanto. Solo… ¿Podemos hablar de eso después? —preguntó Alfa Rezef a Maray, su voz cargada de un misterio que envolvía el aire. No tenía intención de revelar su descubrimiento en aquellas ruinas, al menos no en ese instante. —¡Te quedaste atrapado! ¡Para que tú enfrentes problemas, debe ser algo realmente serio! —exclamó ella, su determinación brillando con una intensidad que desafiaba cualquier obstáculo. No estaba dispuesta a rendirse. —¡Mamá! ¡Mamá, dónde estás, mamá! —la voz de Connie resonó, acercándose cada vez más, guiándose por su agudo olfato. Maray suspiró, sin apartar la mirada de ese imponente hombre lobo que tenía frente a ella. Su corazón latía con fuerza, sintiendo la conexión que los unía. —Toma —le dijo, extendiéndole sus ropas mientras señalaba el pecho de ese Alfa—. Date prisa y vuelve. Tienes que contarme todo, y más vale que seas sincero. Yo me encargaré de los niños. —¿Me vas a interrogar? Se supone que yo soy el Alfa que toma las decisiones, Lun