Reina Maray aún no había podido interrogar a su Alfa, no a como ella deseaba, y eso era algo que la molestaba de cierta manera. Rezef era demasiado meticuloso y sabía que podría decirle solo fragmentos de verdad con la excusa de "protegerla". —Todo. Bueno, todo lo que yo sepa~ —sonrió Beta Aiden, ofreciendo su mano a Reina Maray. "Lo siento hermano… Tendré que hablar. Después de todo tú mismo la quieres lejos del peligro y es la manera más indicada para retenerla y hacerte tiempo" Pensó ese Beta que suspiró con inquietud. Ambos ingresaron a la casa. Por esa noche, ella decidió descansar y confiar en su Alfa, mientras a su vez se informaba bien de él. •••••••••• Lluvia que caía con furia, golpeando con fuerza las hojas de los árboles en el espeso bosque de la manada "Luna Plateada". Esa noche oscura, una oscuridad apenas interrumpida por los relámpagos que iluminaban el cielo, revelando por un instante las siluetas de los altos y frondosos árboles. El río cercano soltand
Esa misma madrugada, Beta Gaspar ingresó al salón de entrenamiento del Alfa Dalton, el aire denso y frío lo envolvió al instante. Las largas ventanas de un costado de la pared ligeramente abiertas, dejaban entrar una fría brisa, las parpadeante velas iluminaban el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra del majestuoso castillo. Alfa Dalton, un hombre lobo rubio de imponente estatura y musculatura bien definida, levantaba pesas con un ímpetu casi sobrehumano, su expresión era una mezcla de concentración y gran ferocidad. El sudor brillaba en su piel, reflejando la luz de las velas, y sus ojos, de un dorado majestuoso como oro reluciente, se posaron en Gaspar con una intensidad que lo hizo estremecer. —Beta, ¿cumpliste la misión? —le preguntó Rey Alfa Dalton, dejando caer las pesas con un estruendo que resonó en el salón. —Saludo, mi majestuoso Alfa Rey~ —hizo Beta Gaspar una reverencia con una sonrisa indescifrable—. Fuí a Noche Carmesí. Tal como nuestros l
—¿Es por eso que te has dejado marcar de mi hermano?, tú… ¿Solo estabas buscando información para poder… —¡NO! —interrumpió de inmediato Maray a ese hombre lobo—. Para empezar yo no quería ser… —Maray hizo una pausa en ese momento, ya que se dio cuenta que estaba hablando más de lo debido— No me arrepiento de ser suya, ¿sabes?, aunque tú me odies eso no va a cambiar el hecho de que tu hermano nació para mí. No se lo daría a nadie… Es mío y yo, felizmente suya. Beta Aiden hizo una mueca de asco, mientras sostenía él también su taza de té. —Hay temas que no sé. Cosas del Alfa que no tengo permitas conocer, que mi padre contó a Rezef, cuando tomó su lugar. No soy el más indicado para hablar de ello… —le recalcó fríamente ese Beta a Maray. —Si no me vas a servir para nada, no tiene sentido que me quede aquí, así que prefiero irme y buscar a mi esposo, así al menos… —¡AUNQUE! —alzó la voz Beta Aiden, interrumpiendo a Maray, a la vez que captaba la atención de ella—. Mi madre no e
Las palabras de su padre resonaron en su mente, Beta Aiden se sintió atrapado entre sus emociones conflictivas. —Escuché que… la rama secundaria ofreció a Tabitha para ser Luna… —continuó ese Beta, su voz temblando al hablar de la pareja del nuevo Alfa—. Es tan joven, su loba recién ha despertado… ¿Se la darán a Rezef? Ha sido nuestra amiga desde… Siempre. Es incómodo que le hagan esto… —Tabitha aceptó. Dijo que siempre ha preferido a Rezef sobre cualquier otro. Está emocionada con la decisión de que él sea el Alfa —la cruda y tajante verdad cayó sobre Beta Aiden como un balde de agua helada, hiriendo su corazón. Él había amado primero a Tabitha, y en ese instante, se dio cuenta, por boca de su padre que ella… lo miraba como a cualquier otro lobo de la manada. ¿Si hubiera aceptado ser el Alfa, le habrían dado a Tabitha? Esa pregunta atravesó su mente, pero rápidamente la desechó, intentando ahogar esos pensamientos egoístas y llenos de envidia. Tabitha sería feliz con Rezef.
Beta Gaspar sonrió, una mueca que mostraba su sadismo. Se acercó más, la daga brillando en su mano rodeada de su magia negra. —Oh, pequeña estúpida~ tú eres lo de menos. No me interesa tu vida, pero tu manada sí. Y tú, salvarás tu vida contando todo lo que pasa en Luna Plateada~ —le respondió burlista ese Beta, acercando la hoja al cuello de Tabitha, dejando que el frío metal la rozara—. Solo necesito que hables un poco… —susurró él, provocando un escalofríos en esa hembra. —Jamás te diré nada… —replicó ella, su voz apenas un susurro, pero llena de desafío. ¡NO IBA A TRAICIONAR A LOS SUYOS! ¡Tabitha jamás haría algo para perjudicar la manada de donde venía y que lideraba su más amado Alfa! Beta Gaspar se echó a reír, una risa que resonaba en las paredes heladas de la habitación. —JAJAJA~ Tu valor es admirable, m@ldita perra~ pero no durará mucho. Verás, tengo algunos métodos para hacerte hablar. Y créeme, son… Bastante interesante jaja~ —se burló ese Beta, girando la dag
El destello blanco se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejando a Beta Gaspar parpadeando, tratando de recuperar la visión. Tabitha, aprovechando el momento de confusión y que las cadenas mágicas que la ataban se rompieron, intentó moverse, pero sus fuerzas la traicionaron. La daga de Gaspar había hecho demasiado daño en todo su cuerpo, las heridas no sanaban siguiendo sangrantes. ¡PUM! De repente, se abrió la puerta de golpe y un rugido ensordecedor resonó en la habitación. Una figura imponente apareció. Era el Rey Alfa Dalton, su presencia irradiaba autoridad y poder. Sus ojos dorados se clavaron en Tabitha con una frialdad escalofriante. —¡Alfa Rey! —exclamó Gaspar, retrocediendo instintivamente—. ¿Qué hace usted aquí? Dalton no respondió. En un movimiento rápido y preciso, se lanzó hacia Tabitha, derribándola con una fuerza brutal. BUM~ —AAAAHHH~ —gritó ella ante el impacto de su cuerpo sobre el suelo y el enorme dolor que sintió. Alfa Dalton sobre esa hemb
Dichos símbolos, no parecían ser algo difícil de descifrar pero por alguna razón, por más que los vieran o leyeran, simplemente no lograban entender, como si estuvieran protegidos por algo que confundía sus mentes. Mientras Beta Aeron hablaba con la manada, un ruido inesperado captó su atención. Algo que era totalmente ajeno al ambiente del pantano. Su mirada se agudizó, su oído y su olfato alertas. Sin dudarlo, avanzó hacia el bosque. Podía sentir ligeramente el aroma de su Reina Alfa, Maray. Sin embargo, también la de Alfa Rezef. Una extraña mezcla que llamó su atención y pensó que esos dos habían ido al territorio. —¿Reina, está aquí? —la llamó ese Beta, esperando encontrar a su tan querida Reina. Pero en lugar de Maray, se encontró únicamente con Alfa Rezef, en su forma lobuna de pelaje oscuro azulado. El aroma de Rezef, mezclado con el de Maray, llenó sus fosas nasales, y una furia intensa se apoderó de Beta Aeron. Sin pensarlo dos veces, Beta Aeron tomó su forma d
—Es solo una suposición, Rezef. Ginne… le envío sus recuerdos a Reina usando su don divino. Pero… Maray no ha logrado desbloquear todos ellos… —le explicaba Beta Aeron a Rezef, su voz llena de preocupación. Ese Alfa continuaba su camino por las ruinas, seguido a pasos lentos por ese Beta pelirrojo. —Es extraño… ¿Por qué no los ha desbloqueado si ella es una Reina Alfa? Tuvo su ritual de iniciación, ¿no? —preguntó Rezef, la confusión evidente en su rostro. —Lo tuvo. Sin embargo… no en nuestro territorio ni en el templo sagrado de iniciación. Un maldito lobo Alfa la andaba buscando para matarla —dijo Aeron, su mirada fulminante clavada en Rezef. Rezef guardó silencio, su expresión helada y distante, mientras una sonrisa burlona comenzaba a asomarse en sus labios. —¿Es mi culpa?, no lo creo. Ella huyó por su propia cuenta. Regresó por su propia cuenta. No la he obligado. —¡No en esas cosas! ¡Pero en muchas otras sí! —frunció el ceño ese Beta pelirrojo, sus manos en puños, marcando