Rezef sintió cómo el frío calaba hasta los huesos, no solo por la lluvia torrencial que caía, sino por la pérdida… Había perdido a su loba más fuerte, una compañera invaluable. —¡Ray, debemos impedirlo! —gruñó Rezef, sintiendo que la rabia y la impotencia se apoderaban de él. La voz de su lobo interior resonó en su mente, firme y decidido: « ¡Sí! Si se va, será utilizada por ese infiltrado. ¡No podemos permitirlo! » Con determinación, Alfa Rezef se transformó en su forma lobuna, un majestuoso lobo de pelaje oscuro que brillaba con una luz propia en medio del caos. Su cuerpo era grande, poderoso, ágil, preparado para la caza. —¡Voy a encontrarla! —dijo Ray, mientras sus patas golpeaban el suelo con fuerza, impulsándolo en la dirección que ella huyó. La lluvia arremetía con más fuerza, pero Rezef no se detendría. Sabía que debía encontrar a Thara y salvarla del control del infiltrado. —¡Tabitha, vuelve! —aulló Ray, su voz resonando en el aire, pero el eco se desvanecía rápida
—¡REZEF! —gritó Maray, al abrir sus ojos y darse cuenta que su mate ya se había marchado. El sonido de la leña en la chimenea que ardía con intensidad, el aroma a madera de la casa en el pueblo de Luna Plateada donde estaba. Esa belleza pelirroja se vio acostada en una banca de madera en el interior, la puerta abierta, la oscuridad dejando ver que seguía siendo de madrugada. La lluvia a torrenciales en las afueras, le hizo quedarse un momento en silencio, ida mientras recordaba todo lo que había sucedido. —¿Reina Luna? —ingresó Beta Aiden, que se había quedado en el corredor de la casa, vigilando hasta que Maray despierte. —¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está mi esposo? —le preguntó ella fríamente. —Se marchó. No me dijo que lo oculte de usted, así que le diré. Mi Alfa se fue a esconder el pergamino del dragón, no sé dónde, pero, bueno… Imagino que a un lugar al que esa criatura le sea difícil encontrar. El primer recuerdo de Maray, fue un templo en particular dentro de ese
Reina Maray aún no había podido interrogar a su Alfa, no a como ella deseaba, y eso era algo que la molestaba de cierta manera. Rezef era demasiado meticuloso y sabía que podría decirle solo fragmentos de verdad con la excusa de "protegerla". —Todo. Bueno, todo lo que yo sepa~ —sonrió Beta Aiden, ofreciendo su mano a Reina Maray. "Lo siento hermano… Tendré que hablar. Después de todo tú mismo la quieres lejos del peligro y es la manera más indicada para retenerla y hacerte tiempo" Pensó ese Beta que suspiró con inquietud. Ambos ingresaron a la casa. Por esa noche, ella decidió descansar y confiar en su Alfa, mientras a su vez se informaba bien de él. •••••••••• Lluvia que caía con furia, golpeando con fuerza las hojas de los árboles en el espeso bosque de la manada "Luna Plateada". Esa noche oscura, una oscuridad apenas interrumpida por los relámpagos que iluminaban el cielo, revelando por un instante las siluetas de los altos y frondosos árboles. El río cercano soltand
Esa misma madrugada, Beta Gaspar ingresó al salón de entrenamiento del Alfa Dalton, el aire denso y frío lo envolvió al instante. Las largas ventanas de un costado de la pared ligeramente abiertas, dejaban entrar una fría brisa, las parpadeante velas iluminaban el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra del majestuoso castillo. Alfa Dalton, un hombre lobo rubio de imponente estatura y musculatura bien definida, levantaba pesas con un ímpetu casi sobrehumano, su expresión era una mezcla de concentración y gran ferocidad. El sudor brillaba en su piel, reflejando la luz de las velas, y sus ojos, de un dorado majestuoso como oro reluciente, se posaron en Gaspar con una intensidad que lo hizo estremecer. —Beta, ¿cumpliste la misión? —le preguntó Rey Alfa Dalton, dejando caer las pesas con un estruendo que resonó en el salón. —Saludo, mi majestuoso Alfa Rey~ —hizo Beta Gaspar una reverencia con una sonrisa indescifrable—. Fuí a Noche Carmesí. Tal como nuestros l
—¿Es por eso que te has dejado marcar de mi hermano?, tú… ¿Solo estabas buscando información para poder… —¡NO! —interrumpió de inmediato Maray a ese hombre lobo—. Para empezar yo no quería ser… —Maray hizo una pausa en ese momento, ya que se dio cuenta que estaba hablando más de lo debido— No me arrepiento de ser suya, ¿sabes?, aunque tú me odies eso no va a cambiar el hecho de que tu hermano nació para mí. No se lo daría a nadie… Es mío y yo, felizmente suya. Beta Aiden hizo una mueca de asco, mientras sostenía él también su taza de té. —Hay temas que no sé. Cosas del Alfa que no tengo permitas conocer, que mi padre contó a Rezef, cuando tomó su lugar. No soy el más indicado para hablar de ello… —le recalcó fríamente ese Beta a Maray. —Si no me vas a servir para nada, no tiene sentido que me quede aquí, así que prefiero irme y buscar a mi esposo, así al menos… —¡AUNQUE! —alzó la voz Beta Aiden, interrumpiendo a Maray, a la vez que captaba la atención de ella—. Mi madre no e
Las palabras de su padre resonaron en su mente, Beta Aiden se sintió atrapado entre sus emociones conflictivas. —Escuché que… la rama secundaria ofreció a Tabitha para ser Luna… —continuó ese Beta, su voz temblando al hablar de la pareja del nuevo Alfa—. Es tan joven, su loba recién ha despertado… ¿Se la darán a Rezef? Ha sido nuestra amiga desde… Siempre. Es incómodo que le hagan esto… —Tabitha aceptó. Dijo que siempre ha preferido a Rezef sobre cualquier otro. Está emocionada con la decisión de que él sea el Alfa —la cruda y tajante verdad cayó sobre Beta Aiden como un balde de agua helada, hiriendo su corazón. Él había amado primero a Tabitha, y en ese instante, se dio cuenta, por boca de su padre que ella… lo miraba como a cualquier otro lobo de la manada. ¿Si hubiera aceptado ser el Alfa, le habrían dado a Tabitha? Esa pregunta atravesó su mente, pero rápidamente la desechó, intentando ahogar esos pensamientos egoístas y llenos de envidia. Tabitha sería feliz con Rezef.
Beta Gaspar sonrió, una mueca que mostraba su sadismo. Se acercó más, la daga brillando en su mano rodeada de su magia negra. —Oh, pequeña estúpida~ tú eres lo de menos. No me interesa tu vida, pero tu manada sí. Y tú, salvarás tu vida contando todo lo que pasa en Luna Plateada~ —le respondió burlista ese Beta, acercando la hoja al cuello de Tabitha, dejando que el frío metal la rozara—. Solo necesito que hables un poco… —susurró él, provocando un escalofríos en esa hembra. —Jamás te diré nada… —replicó ella, su voz apenas un susurro, pero llena de desafío. ¡NO IBA A TRAICIONAR A LOS SUYOS! ¡Tabitha jamás haría algo para perjudicar la manada de donde venía y que lideraba su más amado Alfa! Beta Gaspar se echó a reír, una risa que resonaba en las paredes heladas de la habitación. —JAJAJA~ Tu valor es admirable, m@ldita perra~ pero no durará mucho. Verás, tengo algunos métodos para hacerte hablar. Y créeme, son… Bastante interesante jaja~ —se burló ese Beta, girando la dag
El destello blanco se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejando a Beta Gaspar parpadeando, tratando de recuperar la visión. Tabitha, aprovechando el momento de confusión y que las cadenas mágicas que la ataban se rompieron, intentó moverse, pero sus fuerzas la traicionaron. La daga de Gaspar había hecho demasiado daño en todo su cuerpo, las heridas no sanaban siguiendo sangrantes. ¡PUM! De repente, se abrió la puerta de golpe y un rugido ensordecedor resonó en la habitación. Una figura imponente apareció. Era el Rey Alfa Dalton, su presencia irradiaba autoridad y poder. Sus ojos dorados se clavaron en Tabitha con una frialdad escalofriante. —¡Alfa Rey! —exclamó Gaspar, retrocediendo instintivamente—. ¿Qué hace usted aquí? Dalton no respondió. En un movimiento rápido y preciso, se lanzó hacia Tabitha, derribándola con una fuerza brutal. BUM~ —AAAAHHH~ —gritó ella ante el impacto de su cuerpo sobre el suelo y el enorme dolor que sintió. Alfa Dalton sobre esa hemb