Alfa Rezef, con una mirada feroz, se despojó de sus prendas con movimientos fluidos, revelando su cuerpo musculoso y bien definido. La luz tenue en el baño realzaba cada línea de su figura, provocando que Maray contuviera la respiración al apreciar la majestuosidad de su Alfa. La tensión en el aire fue en aumento, el aroma de ese Rey Alfa, hacia que los fluidos de su vagina se deslicen por su caliente entrepierna, deseándolo, esa hembra soltaba al mismo tiempo su aroma que embriagaba a su Alfa; cargada de una mezcla de deseo y necesidad que los envolvía salvajemente. Sin perder tiempo, Rezef se acercó a ella, atrapando su rostro entre sus grandes manos con una intensidad que la hizo estremecer. —Ah~ Rezef… Mi Alfa… —susurró ella con voz desesperada viéndolo fijamente a esos cautivadores ojos grises claros. En ese instante, sus labios se encontraron de nuevo, esta vez con una urgencia desesperada, como si se alimentaran uno del otro. Maray sintió el fuego recorrer su cuerpo desn
Sus ojos grises se clavaron intensamente en la habitación, la luz grisácea de un nuevo día nublado filtrándose a través de los ventanales. Alfa Rezef fijó su mirada ardiente en la hembra a su lado, quien vestía una larga y cómoda bata roja. El fresco aroma del jabón en su piel le recordaba la pasión implacable que habían compartido en la madrugada, sellando por completo el vínculo destinado. Ella lo había marcado. Rezef apartó los mechones de su cabello oscuro y alborotado que caían sobre su rostro. Maray había utilizado un hechizo para transportarse desde su propia habitación a la de él, evitando así molestar a los mellizos que dormían allí. "Así que tenía conectadas nuestras habitaciones" Pensó él, una sonrisa curvando sus labios. « ¡ALFA! » El llamado urgente de su Beta, Aiden, resonó a través de su enlace mental. « ¿Por qué me interrumpes? Sabes que no debes hacerlo cuando estoy con mi Luna » , le respondió Rezef, tajante. « ¡Lo siento, Alfa! Pero… ¡Tabitha ha despertado
Alfa Rezef permaneció en silencio, analizando cuidadosamente las palabras de Tabitha. Algo no cuadraba en su historia, había huecos, detalles que faltaban. —¿Cómo era esa criatura? —preguntó ese Alfa, dándole a la mujer loba una oportunidad de explicarse mejor. Tabitha se esforzó por contener el dolor y la emoción que la embargaban. Sabía que Rezef no toleraba la debilidad, pero le costaba hablar de lo que había enfrentado. —Era… Blanca —susurró, luchando por mantener la compostura—. Una majestuosa y hermosa ave, con plumas que parecían nieve pura, un brillo como el cristal. Su velocidad era increíble, no le costó nada alcanzarme y… Tabitha se estremeció, incapaz de continuar. Rezef permaneció en silencio, llevando una mano a su barbilla en un gesto pensativo. Una ave blanca, con un brillo cristalino y un poder abrumador. Rezef comenzó a atar cabos en su mente. Esa criatura tenía control sobre el clima, y su magia blanca y pura indicaba que se trataba de un ser de sangre pura en
El cielo cubierto de nubes grises, se mostraba amenazante de lluvias sobre el territorio de la manada de "Luna Plateada". Ráfagas de viento entre los árboles, trayendo un aire ligeramente helado, pero también una fragancia a tierra húmeda que a pesar de su frialdad, resultaba extrañamente reconfortante. Los mejores lobos conocedores del territorio, divididos en grupos, buscaban ese día gris al infiltrado. Alfa Rezef y Tabitha se movían en silencio, en pareja, al ser los mejores rastreadores. Los analíticos ojos finos de ese Rey Alfa escudriñando cada sombra. Rezef, con su mirada intensa, estaba decidido a desentrañar el misterio del infiltrado que amenazaba la paz de su manada. Con el caer de la tarde, la lluvia comenzó a hacerse presente, primero como un ligero susurro, luego con más fuerza, siendo impulsada por el viento helado. La atmósfera se tornaba más densa. Los árboles se alzaban majestuosos, el camino estaba cubierto de hojas secas y barro que absorbía cada paso que
Rezef sintió cómo el frío calaba hasta los huesos, no solo por la lluvia torrencial que caía, sino por la pérdida… Había perdido a su loba más fuerte, una compañera invaluable. —¡Ray, debemos impedirlo! —gruñó Rezef, sintiendo que la rabia y la impotencia se apoderaban de él. La voz de su lobo interior resonó en su mente, firme y decidido: « ¡Sí! Si se va, será utilizada por ese infiltrado. ¡No podemos permitirlo! » Con determinación, Alfa Rezef se transformó en su forma lobuna, un majestuoso lobo de pelaje oscuro que brillaba con una luz propia en medio del caos. Su cuerpo era grande, poderoso, ágil, preparado para la caza. —¡Voy a encontrarla! —dijo Ray, mientras sus patas golpeaban el suelo con fuerza, impulsándolo en la dirección que ella huyó. La lluvia arremetía con más fuerza, pero Rezef no se detendría. Sabía que debía encontrar a Thara y salvarla del control del infiltrado. —¡Tabitha, vuelve! —aulló Ray, su voz resonando en el aire, pero el eco se desvanecía rápida
—¡REZEF! —gritó Maray, al abrir sus ojos y darse cuenta que su mate ya se había marchado. El sonido de la leña en la chimenea que ardía con intensidad, el aroma a madera de la casa en el pueblo de Luna Plateada donde estaba. Esa belleza pelirroja se vio acostada en una banca de madera en el interior, la puerta abierta, la oscuridad dejando ver que seguía siendo de madrugada. La lluvia a torrenciales en las afueras, le hizo quedarse un momento en silencio, ida mientras recordaba todo lo que había sucedido. —¿Reina Luna? —ingresó Beta Aiden, que se había quedado en el corredor de la casa, vigilando hasta que Maray despierte. —¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está mi esposo? —le preguntó ella fríamente. —Se marchó. No me dijo que lo oculte de usted, así que le diré. Mi Alfa se fue a esconder el pergamino del dragón, no sé dónde, pero, bueno… Imagino que a un lugar al que esa criatura le sea difícil encontrar. El primer recuerdo de Maray, fue un templo en particular dentro de ese
Reina Maray aún no había podido interrogar a su Alfa, no a como ella deseaba, y eso era algo que la molestaba de cierta manera. Rezef era demasiado meticuloso y sabía que podría decirle solo fragmentos de verdad con la excusa de "protegerla". —Todo. Bueno, todo lo que yo sepa~ —sonrió Beta Aiden, ofreciendo su mano a Reina Maray. "Lo siento hermano… Tendré que hablar. Después de todo tú mismo la quieres lejos del peligro y es la manera más indicada para retenerla y hacerte tiempo" Pensó ese Beta que suspiró con inquietud. Ambos ingresaron a la casa. Por esa noche, ella decidió descansar y confiar en su Alfa, mientras a su vez se informaba bien de él. •••••••••• Lluvia que caía con furia, golpeando con fuerza las hojas de los árboles en el espeso bosque de la manada "Luna Plateada". Esa noche oscura, una oscuridad apenas interrumpida por los relámpagos que iluminaban el cielo, revelando por un instante las siluetas de los altos y frondosos árboles. El río cercano soltand
Esa misma madrugada, Beta Gaspar ingresó al salón de entrenamiento del Alfa Dalton, el aire denso y frío lo envolvió al instante. Las largas ventanas de un costado de la pared ligeramente abiertas, dejaban entrar una fría brisa, las parpadeante velas iluminaban el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra del majestuoso castillo. Alfa Dalton, un hombre lobo rubio de imponente estatura y musculatura bien definida, levantaba pesas con un ímpetu casi sobrehumano, su expresión era una mezcla de concentración y gran ferocidad. El sudor brillaba en su piel, reflejando la luz de las velas, y sus ojos, de un dorado majestuoso como oro reluciente, se posaron en Gaspar con una intensidad que lo hizo estremecer. —Beta, ¿cumpliste la misión? —le preguntó Rey Alfa Dalton, dejando caer las pesas con un estruendo que resonó en el salón. —Saludo, mi majestuoso Alfa Rey~ —hizo Beta Gaspar una reverencia con una sonrisa indescifrable—. Fuí a Noche Carmesí. Tal como nuestros l