"Todo está bien ahora… He logrado ponerme a salvo" Pensó la Reina de la manada "Noche Carmesí". Una vez que se quedó en el interior de una cueva, con la seguridad de las rocas húmedas alrededor. Sin embargo… Esa Alfa Reina había pasado por alto un pequeño hecho. Su abuela la bruja Zoraida, le informó que no veía bien al enemigo que la atacaba en su visión, por un resplandor muy poderoso. En toda la huida de Maray… NO HUBO TAL RESPLANDOR. Ella cayó sentada en el suelo rocoso de la oscura cueva, aprovechando que estaba manchada de sangre por doquier. Tomó un poco de la misma y con un poderoso hechizo abrió forzadamente el cobre. En el interior… Vio un pergamino. Ese pergamino oscuro como la noche, hecho de dura piel escamosa que mostraba un ligero brillo majestuoso. ¡Maray quedó estupefacta! Lo sostuvo en sus manos y sintió que a pesar de parecer ligero, era bastante pesado. Intentó abrirlo, pues por el grueso del pergamino dedujo que tenía mucho contenido en su inte
Maray volvió a ver a su macho, en los ojos de esa hembra, el brillo entristecido del arrepentimiento y en su expresión la culpabilidad. Ella asintió. Dándole a entender que sí era la historia del pergamino que unió el trato maldito de ambos. —Ah~ —soltó un sonido ese Alfa, acompañado de un largo suspiro, Rezef apoyó su espalda en el espaldar del sofá y reclinó su cabeza. Su mirada dirigida en el techo de la habitación—. ¿Por qué eres tan problemática? —una de sus manos en la espalda baja de Maray y la otra, sobre los muslos de ella. —Fue por Connor… —susurró Maray, apenas audible. —Espero que no guardes más secretos como ese… ¿O hay algo más que quieras decirme? —le preguntó ese hombre lobo, volviendo a enderezar su cabeza y clavando su fría mirada en su Luna. —No… No que recuerde… Je~ —sonrió ella con nerviosismo, inclinando su cabeza— Pero sabes, hacía todo eso por Connor. Estaba desesperada y no- —May —la interrumpió ese hombre lobo, Maray guardó silencio más no volvió
Alfa Rezef atrajo hacia él con fuerza a esa hembra, hundiendo su mano entre el cabello pelirrojo y largo de Maray, mientras devoraba sus labios carnosos y rojizos con gran ferocidad. Esa hermosa hembra le correspondió con la misma intensidad, aferrándose a los anchos hombros de ese imponente hombre lobo, sintiendo como si una descarga eléctrica recorriera todo su cuerpo. Sus lenguas se encontraron en una cálida y húmeda danza sensual, explorándose y saboreándose mutuamente. —Ah~ Rezef~ —Maray soltó un suave gemido cuando Rezef mordisqueó su labio inferior, enviando oleadas de placer que estremecieron a esa hembra entre sus brazos. Ese Alfa soltó los tirantes del vestido rojo de Maray, mismos que cayeron deslizándose por la tez blanca de esa hembra, sin querer hacer ruidos que pudieran interferir en el sueño de sus mellizos, ese hombre lobo recostó sobre el suelo alfombrado a su hembra. posicionándose sobre ella sin romper la intensidad del beso. Sus manos recorrieron las curv
Alfa Rezef, con una mirada feroz, se despojó de sus prendas con movimientos fluidos, revelando su cuerpo musculoso y bien definido. La luz tenue en el baño realzaba cada línea de su figura, provocando que Maray contuviera la respiración al apreciar la majestuosidad de su Alfa. La tensión en el aire fue en aumento, el aroma de ese Rey Alfa, hacia que los fluidos de su vagina se deslicen por su caliente entrepierna, deseándolo, esa hembra soltaba al mismo tiempo su aroma que embriagaba a su Alfa; cargada de una mezcla de deseo y necesidad que los envolvía salvajemente. Sin perder tiempo, Rezef se acercó a ella, atrapando su rostro entre sus grandes manos con una intensidad que la hizo estremecer. —Ah~ Rezef… Mi Alfa… —susurró ella con voz desesperada viéndolo fijamente a esos cautivadores ojos grises claros. En ese instante, sus labios se encontraron de nuevo, esta vez con una urgencia desesperada, como si se alimentaran uno del otro. Maray sintió el fuego recorrer su cuerpo desn
Sus ojos grises se clavaron intensamente en la habitación, la luz grisácea de un nuevo día nublado filtrándose a través de los ventanales. Alfa Rezef fijó su mirada ardiente en la hembra a su lado, quien vestía una larga y cómoda bata roja. El fresco aroma del jabón en su piel le recordaba la pasión implacable que habían compartido en la madrugada, sellando por completo el vínculo destinado. Ella lo había marcado. Rezef apartó los mechones de su cabello oscuro y alborotado que caían sobre su rostro. Maray había utilizado un hechizo para transportarse desde su propia habitación a la de él, evitando así molestar a los mellizos que dormían allí. "Así que tenía conectadas nuestras habitaciones" Pensó él, una sonrisa curvando sus labios. « ¡ALFA! » El llamado urgente de su Beta, Aiden, resonó a través de su enlace mental. « ¿Por qué me interrumpes? Sabes que no debes hacerlo cuando estoy con mi Luna » , le respondió Rezef, tajante. « ¡Lo siento, Alfa! Pero… ¡Tabitha ha despertado
Alfa Rezef permaneció en silencio, analizando cuidadosamente las palabras de Tabitha. Algo no cuadraba en su historia, había huecos, detalles que faltaban. —¿Cómo era esa criatura? —preguntó ese Alfa, dándole a la mujer loba una oportunidad de explicarse mejor. Tabitha se esforzó por contener el dolor y la emoción que la embargaban. Sabía que Rezef no toleraba la debilidad, pero le costaba hablar de lo que había enfrentado. —Era… Blanca —susurró, luchando por mantener la compostura—. Una majestuosa y hermosa ave, con plumas que parecían nieve pura, un brillo como el cristal. Su velocidad era increíble, no le costó nada alcanzarme y… Tabitha se estremeció, incapaz de continuar. Rezef permaneció en silencio, llevando una mano a su barbilla en un gesto pensativo. Una ave blanca, con un brillo cristalino y un poder abrumador. Rezef comenzó a atar cabos en su mente. Esa criatura tenía control sobre el clima, y su magia blanca y pura indicaba que se trataba de un ser de sangre pura en
El cielo cubierto de nubes grises, se mostraba amenazante de lluvias sobre el territorio de la manada de "Luna Plateada". Ráfagas de viento entre los árboles, trayendo un aire ligeramente helado, pero también una fragancia a tierra húmeda que a pesar de su frialdad, resultaba extrañamente reconfortante. Los mejores lobos conocedores del territorio, divididos en grupos, buscaban ese día gris al infiltrado. Alfa Rezef y Tabitha se movían en silencio, en pareja, al ser los mejores rastreadores. Los analíticos ojos finos de ese Rey Alfa escudriñando cada sombra. Rezef, con su mirada intensa, estaba decidido a desentrañar el misterio del infiltrado que amenazaba la paz de su manada. Con el caer de la tarde, la lluvia comenzó a hacerse presente, primero como un ligero susurro, luego con más fuerza, siendo impulsada por el viento helado. La atmósfera se tornaba más densa. Los árboles se alzaban majestuosos, el camino estaba cubierto de hojas secas y barro que absorbía cada paso que
Rezef sintió cómo el frío calaba hasta los huesos, no solo por la lluvia torrencial que caía, sino por la pérdida… Había perdido a su loba más fuerte, una compañera invaluable. —¡Ray, debemos impedirlo! —gruñó Rezef, sintiendo que la rabia y la impotencia se apoderaban de él. La voz de su lobo interior resonó en su mente, firme y decidido: « ¡Sí! Si se va, será utilizada por ese infiltrado. ¡No podemos permitirlo! » Con determinación, Alfa Rezef se transformó en su forma lobuna, un majestuoso lobo de pelaje oscuro que brillaba con una luz propia en medio del caos. Su cuerpo era grande, poderoso, ágil, preparado para la caza. —¡Voy a encontrarla! —dijo Ray, mientras sus patas golpeaban el suelo con fuerza, impulsándolo en la dirección que ella huyó. La lluvia arremetía con más fuerza, pero Rezef no se detendría. Sabía que debía encontrar a Thara y salvarla del control del infiltrado. —¡Tabitha, vuelve! —aulló Ray, su voz resonando en el aire, pero el eco se desvanecía rápida