Tap~ tap~ Reina Maray bajaba las escaleras rumbo al jardín trasero de la mansión. Delante de ella ese alto Alfa, caminaba guiándola al sector donde estaban los cachorros junto a Liza y Beta Aiden. Las ráfagas del viento fresco llenaban sus pulmones esa agradable tarde nublada. No estaba lloviendo, pero el olor a tierra húmeda y hiervas frescas les acompañaba junto a las copas de los árboles que se agitaban soltando hojas a su paso. « ¡Sabes que no me gusta que ese Beta esté con mis cachorros! » , le habló Maray por medio de su enlace mental a Alfa Rezef. « Es su tío. Por supuesto que tiene derecho a interactuar con ellos, además no está solo él. También Liza. » , le recalcó Rezef con un tono firme. ¡Odiaba la actitud de ese Alfa!, chocaba constantemente con su temperamento. Pero tampoco podía ignorar lo que estaba claro para todo su ser… Ella amaba a ese Rey Alfa. —¡REINA LUNA!~ —sonrió la Omega Liza, acercándose rápidamente a Maray— ¡Qué bueno que ha despertado! ¡Luce
Maray veía a ese pequeño niño sentado en el costado izquierdo de ella. La pequeña figura de tez blanca, cabello pelirrojo, con sus ojitos cubiertos por ese vendaje blanco. Maray llevó su mano a la cabeza del niño, enredando sus dedos en sus pelirrojos cabellos mientras lo acariciaba con dulzura. Los sonidos de los pajarillos eran acompañados por el viento que mecía las ramas de los altos y frondosos árboles, sentados entre el césped ligeramente húmedo. Maray dirigió su mirada hacia el amplio lago. —Connor… ¿Lo sientes, no es así?, al igual que Connie. Sabías también que él era tu padre. Pero eres un buen niño e hiciste lo que te pedía. Beta Aeron te quiere mucho, pero él es como un "tío" para ti. Te cuidó mucho tiempo… Pero él también merece su tiempo y libertad, siempre has sabido que él no es tu padre. ¿Puedes darle una oportunidad a Rezef la próxima vez…?, no tienes que esforzarte demasiado en tratarlo bien. Solo- —Mamá… —susurró el pequeño cachorro interrumpiendo a Maray.
Su mirada afilada se deslizaba por los oscuros rincones del bosque. La tarde ventosa se tornaba cada vez más sombría, y el canto lejano de las aves se entrelazaba con el susurro de los árboles. El corazón de ese Alfa latía con fuerza, su instinto gritándole que algo terriblemente malo se avecinaba… « Esta escalofriante sensación… Hay muy pocas cosas en el mundo que me hacen helar la sangre. Ray » , resonó la voz de ese Alfa a través de su enlace mental con Ray, su lobo. « ¿Crees que se trata de Dalton? Yo no lo creo. Él jamás vendría solo; siempre está rodeado de sus lobos » , respondió Ray, con un tono de preocupación. Alfa Rezef se acercó con cautela a la trampa, evitando pisarla, pues era una trampa terrestre. Sus ojos analíticos escudriñaban cada rincón del perímetro, buscando los puntos que podrían activarla. Era tal como había advertido Connie. A simple vista, todo parecía en orden, pero los rostros de magia revelaban que habían sido alterados recientemente. « Esto… Algui
Reina Maray, reconoció de inmediato por el aroma y la esencia, que se trataba de la Omega, Liza. La tarde nublada se asomaba por las largas ventanas de cristal de su habitación, dejando entrever la creciente oscuridad del anochecer. —Pasa… —accedió Maray, seriamente. —Luna… Pensé que podríamos hablar~ —sonrió Liza, que traía consigo una bandeja con té y bocadillos—. Yo misma preparé unos dulces para que la Reina Luna los pruebe~ son muy famosos en la manada y… —¡Liza! ¡Debo ir por Rezef! —exclamó Maray interrumpiendo a la Omega, ya empapada en sudor frío de preocupación. Liza se sorprendió. —¿Por Alfa Rey? ¿Qué ha pasado? —¡Tengo un terrible presentimiento y él está con nuestra bebé! ¡Si algo les pasa, yo…! —Tranquila, Reina Luna~ —dijo Liza, dejando la bandeja en una mesita cercana y acercándose a Maray, posando sus manos en sus hombros—. Alfa no es un tonto, y mucho menos un lobo débil~ nuestro Alfa es astuto y capaz; aún sin un don de la diosa y cargando una maldición, es
Tras la potente explosión del choque de mágicas fuerzas y el estruendoso derrumbe de la colina rocosa, Alfa Rezef finalmente tomó distancia de su pequeña cachorra, Connie, quien se aferraba a él con preocupación en sus ojos. —¡Papá, tu herida está sangrando! —exclamó la pequeña, observando con temor el brazo izquierdo de su padre, el Rey Alfa. —No es nada, hija~ —le sonrió Rezef, intentando tranquilizarla. En ese instante, un fenómeno asombroso captó la atención de ambos. ¡Caía… HIELO! Diminutos copos de hielo comenzaron a descender del cielo, cayendo sobre Rezef, quien alzó la vista, atónito ante el efecto de esa magia. Sin embargo, había algo que sabía con certeza: la magia de su hembra no se basaba en el hielo. Maray utilizaba sangre en sus hechizos de alto rango y dominaba un fuego especial. Esa lógica le llevó a descartar que los copos de nieve provinieran de la magia de su mate… Entonces… ¡Era obra del infiltrado! Alfa Rezef se puso de pie de inmediato, arrancando con f
Un viento helado azotó su cuerpo, provocando que Tabitha temblara de frío y… Terror. Ni siquiera podía pensar en algo o articular palabra alguna… ¡ERA DEMASIADO QUE PROCESAR! Frente a ella, se erguía una figura humanoide, claramente no era humano, ni mucho menos ave… Pero su mente, abrumada, no podía concebir qué podría ser. ¡SU CUERPO QUEDÓ INMÓVIL! ¿Fue por la ráfaga de brisa helada que la había golpeado? Lo único que sabía, era que su loba gritaba "¡PELIGROSO!", advirtiéndole que podrían morir en un instante a manos de esa criatura. Un cuerpo alto y majestuoso, cabello largo de un color blanco tan claro como la nieve, una figura masculina que, a pesar de parecer frágil como cristal, emanaba un aura escalofriante. Sus ojos, de un penetrante tono violeta, parecían querer destruir hasta la muerte a alguien. Las ropas que vestía, evidentemente hechas de su magia, eran blancas y emitían un ligero resplandor, dejando en claro su naturaleza. La expresión gélida de aque
La lluvia caía con intensidad esa noche. Maray, con el fuego de la furia ardiendo en su interior, observaba a Rezef, quien, apenas había llegado, ya se estaba marchando en busca de Tabitha. Ella seguía sin soltar el brazo de ese hombre lobo. Ejerciendo gran presión en él. —¡Estás loco! ¿Te irás de inmediato tras esa hembra? —le reclamó Maray, esa Reina Alfa pelirroja, con una mezcla de enojo y preocupación en su voz—. Apenas andas vestido con tu pantalón, y ¿quieres que permita que veas a esa "prometida"? ¡Estoy segura de que ni siquiera has tenido el valor de dejarla firmemente! ¡Rezef se zafó bruscamente del agarre de Maray! —¡No se trata de eso! ¡Hay un maldito INFILTRADO en MI territorio! —gruñó ese Alfa, con un rencor palpable en su voz—. ¡Ella también es culpable! ¡Todo informe llega primero a ella, que se ocupa de la vigilancia en las fronteras! ¡No me dijo nada! Después de intentar explicarle su situación, Rezef le dio la espalda a Maray y se marchó rápidamente, dejand
—¡Maray! ¡¿Qué te pasa?! No pareces estar bien. Debiste quedarte —exclamó Rezef al ver a su Luna con la mirada perdida. Ella parpadeó varias veces, intentando regresar a la realidad. —Lo estoy, es solo que yo… AH~ —las palabras de esa hembra fueron abruptamente interrumpidas cuando ese Alfa la atrajo hacia su cuerpo en un intenso abrazo. Sorprendida, la belleza pelirroja sintió el calor y el aroma adictivo de las feromonas de su macho, que comenzaron a brindarle una paz que nunca había experimentado… De repente, ya no pensaba en la muerte con terror. Recordó las palabras de Rezef: « Sé que pedí en el trato maldito que me dieras un cachorro. Pero ya tengo dos; el tercero puede esperar un poco más ». "Es cierto. Solo… Solo tendremos ese bebé después de acabar con Dalton y, para entonces… ya me sentiré cómoda con ello…" Tras esos pensamientos, Reina Maray suspiró con alivio. El hombre lobo se apartó un poco, posando delicadamente sus manos en los hombros de ella. —Tenemos que con