Reina Maray, reconoció de inmediato por el aroma y la esencia, que se trataba de la Omega, Liza. La tarde nublada se asomaba por las largas ventanas de cristal de su habitación, dejando entrever la creciente oscuridad del anochecer. —Pasa… —accedió Maray, seriamente. —Luna… Pensé que podríamos hablar~ —sonrió Liza, que traía consigo una bandeja con té y bocadillos—. Yo misma preparé unos dulces para que la Reina Luna los pruebe~ son muy famosos en la manada y… —¡Liza! ¡Debo ir por Rezef! —exclamó Maray interrumpiendo a la Omega, ya empapada en sudor frío de preocupación. Liza se sorprendió. —¿Por Alfa Rey? ¿Qué ha pasado? —¡Tengo un terrible presentimiento y él está con nuestra bebé! ¡Si algo les pasa, yo…! —Tranquila, Reina Luna~ —dijo Liza, dejando la bandeja en una mesita cercana y acercándose a Maray, posando sus manos en sus hombros—. Alfa no es un tonto, y mucho menos un lobo débil~ nuestro Alfa es astuto y capaz; aún sin un don de la diosa y cargando una maldición, es
Tras la potente explosión del choque de mágicas fuerzas y el estruendoso derrumbe de la colina rocosa, Alfa Rezef finalmente tomó distancia de su pequeña cachorra, Connie, quien se aferraba a él con preocupación en sus ojos. —¡Papá, tu herida está sangrando! —exclamó la pequeña, observando con temor el brazo izquierdo de su padre, el Rey Alfa. —No es nada, hija~ —le sonrió Rezef, intentando tranquilizarla. En ese instante, un fenómeno asombroso captó la atención de ambos. ¡Caía… HIELO! Diminutos copos de hielo comenzaron a descender del cielo, cayendo sobre Rezef, quien alzó la vista, atónito ante el efecto de esa magia. Sin embargo, había algo que sabía con certeza: la magia de su hembra no se basaba en el hielo. Maray utilizaba sangre en sus hechizos de alto rango y dominaba un fuego especial. Esa lógica le llevó a descartar que los copos de nieve provinieran de la magia de su mate… Entonces… ¡Era obra del infiltrado! Alfa Rezef se puso de pie de inmediato, arrancando con f
Un viento helado azotó su cuerpo, provocando que Tabitha temblara de frío y… Terror. Ni siquiera podía pensar en algo o articular palabra alguna… ¡ERA DEMASIADO QUE PROCESAR! Frente a ella, se erguía una figura humanoide, claramente no era humano, ni mucho menos ave… Pero su mente, abrumada, no podía concebir qué podría ser. ¡SU CUERPO QUEDÓ INMÓVIL! ¿Fue por la ráfaga de brisa helada que la había golpeado? Lo único que sabía, era que su loba gritaba "¡PELIGROSO!", advirtiéndole que podrían morir en un instante a manos de esa criatura. Un cuerpo alto y majestuoso, cabello largo de un color blanco tan claro como la nieve, una figura masculina que, a pesar de parecer frágil como cristal, emanaba un aura escalofriante. Sus ojos, de un penetrante tono violeta, parecían querer destruir hasta la muerte a alguien. Las ropas que vestía, evidentemente hechas de su magia, eran blancas y emitían un ligero resplandor, dejando en claro su naturaleza. La expresión gélida de aque
La lluvia caía con intensidad esa noche. Maray, con el fuego de la furia ardiendo en su interior, observaba a Rezef, quien, apenas había llegado, ya se estaba marchando en busca de Tabitha. Ella seguía sin soltar el brazo de ese hombre lobo. Ejerciendo gran presión en él. —¡Estás loco! ¿Te irás de inmediato tras esa hembra? —le reclamó Maray, esa Reina Alfa pelirroja, con una mezcla de enojo y preocupación en su voz—. Apenas andas vestido con tu pantalón, y ¿quieres que permita que veas a esa "prometida"? ¡Estoy segura de que ni siquiera has tenido el valor de dejarla firmemente! ¡Rezef se zafó bruscamente del agarre de Maray! —¡No se trata de eso! ¡Hay un maldito INFILTRADO en MI territorio! —gruñó ese Alfa, con un rencor palpable en su voz—. ¡Ella también es culpable! ¡Todo informe llega primero a ella, que se ocupa de la vigilancia en las fronteras! ¡No me dijo nada! Después de intentar explicarle su situación, Rezef le dio la espalda a Maray y se marchó rápidamente, dejand
—¡Maray! ¡¿Qué te pasa?! No pareces estar bien. Debiste quedarte —exclamó Rezef al ver a su Luna con la mirada perdida. Ella parpadeó varias veces, intentando regresar a la realidad. —Lo estoy, es solo que yo… AH~ —las palabras de esa hembra fueron abruptamente interrumpidas cuando ese Alfa la atrajo hacia su cuerpo en un intenso abrazo. Sorprendida, la belleza pelirroja sintió el calor y el aroma adictivo de las feromonas de su macho, que comenzaron a brindarle una paz que nunca había experimentado… De repente, ya no pensaba en la muerte con terror. Recordó las palabras de Rezef: « Sé que pedí en el trato maldito que me dieras un cachorro. Pero ya tengo dos; el tercero puede esperar un poco más ». "Es cierto. Solo… Solo tendremos ese bebé después de acabar con Dalton y, para entonces… ya me sentiré cómoda con ello…" Tras esos pensamientos, Reina Maray suspiró con alivio. El hombre lobo se apartó un poco, posando delicadamente sus manos en los hombros de ella. —Tenemos que con
—Tú, como siempre, de interesado y ambicioso… —negó Maray lentamente con la cabeza, retrocediendo un paso de ese Rey Alfa—. No estés tan cerca de mí. Te prefiero lejos… El olor de esa loba se impregna en ti. Cuando lleguemos a la mansión, date un buen baño o no te tocaré. —Mmm~ ¿así que estás pensando en tocarme?~ —preguntó él en un tono juguetón, con una sonrisa traviesa en sus labios. Maray se sorprendió, sin poder ocultar su desagrado. Intentó cambiar de tema abruptamente: —No había rastros de magia. Quizá la lluvia los borró… Fue una lluvia extraña, misteriosa y bastante fría. ¿Ahora me dirás cómo te heriste el brazo? Maray continuó caminando de regreso a la mansión, y ese Alfa la seguía a unos dos metros de distancia. —Fue un trozo de roca bastante afilado —le contó Alfa Rezef—. Una de las trampas que tenías con tu magia, que fortaleciste, hizo explosión. Para ser más específicos, yo causé la explosión. ¡Maray volvió a ver de inmediato a ese Alfa, furiosa! —¡¿Qué hiciste
—Alfa, ¿Está diciendo que hay un infiltrado caminando libremente por el territorio, y estamos aquí en lugar de alertar a toda la manada? —preguntó uno de los hombres lobos longevos de Luna Plateada. Sentados a la mesa del salón de reuniones. Rezef exhaló, su mirada seria cargada de furia. Si había alguien que estaba molesto más que nadie… ERA ÉL. —¡Exijan a Tabitha despertar! —habló otro de los lobos consejeros—. ¡Ella tiene que ser llevada al cuarto de interrogación! Maray, que se encontraba sentada en la imponente y elegante silla acolchada cercana a la de su Alfa, sonrió con malicia ante el comentario de ese hombre lobo. —Lo apoyo. Creo que debería explicar quién la atacó y si fue el infiltrado, si ella lo vio. Sería una pieza clave para resolver el misterio y encontrarlo fácilmente~ —decía altiva esa Reina Alfa, con sus piernas cruzadas, luciendo un glamuroso vestido de tirantes, de un flamante color rojo sangre, cuyo escote en V era largo llegando hasta la faja a me
El ambiente en el salón de reuniones era extremadamente tenso. Todos veían fijamente a sus Reyes. Tanto lobos longevos de Luna Plateada como algunos de Noche Carmesí que seguían en el territorio respaldando a Maray a petición de Beta Aeron. ¡PLAF! ¡Maray le dio un manotazo a su Alfa, apartando la mano de él de la barbilla de ella! —¡¿Y qué esperabas, Rezef?! ¡HE LIDIADO SOLA CON ESTO POR CINCO AÑOS! —se exaltó ella, liberando su furia contenida, ese Alfa hizo una expresión de sorpresa, que rápidamente pasó a una seria—. ¡Nuestro bebé NO PUEDE VER! ¡Nadie me dice qué tiene! ¡No encuentro una cura! ¡El sufre! ¡Le duele! ¡Y no puedo hacer nada! —exclamaba ella airada, en su voz temblorosa la impotencia que sentía. Maray comenzó a caminar en dirección a la salida. Todos en el salón quedaron anonadados al ver la furia liberada de esa hembra. —¡Alfa, no debería dejar que Luna le falte el respeto así!, ¿cómo puede creerse con el derecho a gritarle y… —ese hombre lobo consejero de