—No te marqué sin tu permiso —recalcó Alfa Rezef que se sentaba sobre la cama. Sus ojos grises claros mostrando un ligero brillo—. Tú me lo pediste. —¡¿Ah?! ¡MENTIROSO! —exclamó Maray de inmediato. —No miento. Creo que… Estabas algo fuera de ti~ aunque he de admitir, que me aproveché de ese hecho~ —decía ese Alfa en tono animado, levantándose de la cama y únicamente colocándose su pantalón que se encontraba tirado en el piso de ese sector. Él se inclinó hacia Maray y la alzó. —Ay, espera… —soltó Maray un pequeño grito a la vez que se aferraba al cuerpo de ese alto hombre lobo— Siento como si hubiera combatido con una manada entera toda una noche… —hizo esa hembra un gesto de dolor. —Ya se te pasará, eres fuerte~ —¡Deja de hablarme en ese tono, siento cómo estás disfrutando mucho toda la situación, Rezef! —le regañó Maray frunciendo el ceño. Clac~ Ese hombre lobo abrió la puerta de la habitación. Nuevamente se encontraron en el largo pasillo tenuemente iluminando por la f
Ginne tomó su forma humana y Douglas le pasó un cambio de ropa, ella se vistió y se inclinó hacia "la niña Maray" dormida, besándole la frente con amor… En segundos… La mordió en el cuello y utilizó su poder borrando sus recuerdos de esa atesorada tarde compartida. —Me duele cada vez que hago esto… Mi amado Douglas… —dijo Ginne con la tristeza marcada en sus palabras. Del lado de ese hombre humano no era diferente. Él la veía con tristeza y un anhelo que no podía satisfacer. —Lo haces por su bien. Sería peligroso para Maray recordar algo de ti… —le respondió él con dolor en sus palabras, casi como si también quisiera convencerse a sí mismo de lo que decía. —He logrado descifrar las piedras sagradas de Noche Carmesí… Me ha tomado años, pero… Cada vez aprendo más de mi don, cómo utilizarlo, hay… Hay una manera en la que ella logrará recuperar todos los fragmentos que le he quitado… —confesó Ginne. —Para eso tendría que… Irse contigo. Aclaramos que seguiría como humana —dijo ser
Tap~ tap~ Reina Maray bajaba las escaleras rumbo al jardín trasero de la mansión. Delante de ella ese alto Alfa, caminaba guiándola al sector donde estaban los cachorros junto a Liza y Beta Aiden. Las ráfagas del viento fresco llenaban sus pulmones esa agradable tarde nublada. No estaba lloviendo, pero el olor a tierra húmeda y hiervas frescas les acompañaba junto a las copas de los árboles que se agitaban soltando hojas a su paso. « ¡Sabes que no me gusta que ese Beta esté con mis cachorros! » , le habló Maray por medio de su enlace mental a Alfa Rezef. « Es su tío. Por supuesto que tiene derecho a interactuar con ellos, además no está solo él. También Liza. » , le recalcó Rezef con un tono firme. ¡Odiaba la actitud de ese Alfa!, chocaba constantemente con su temperamento. Pero tampoco podía ignorar lo que estaba claro para todo su ser… Ella amaba a ese Rey Alfa. —¡REINA LUNA!~ —sonrió la Omega Liza, acercándose rápidamente a Maray— ¡Qué bueno que ha despertado! ¡Luce
Maray veía a ese pequeño niño sentado en el costado izquierdo de ella. La pequeña figura de tez blanca, cabello pelirrojo, con sus ojitos cubiertos por ese vendaje blanco. Maray llevó su mano a la cabeza del niño, enredando sus dedos en sus pelirrojos cabellos mientras lo acariciaba con dulzura. Los sonidos de los pajarillos eran acompañados por el viento que mecía las ramas de los altos y frondosos árboles, sentados entre el césped ligeramente húmedo. Maray dirigió su mirada hacia el amplio lago. —Connor… ¿Lo sientes, no es así?, al igual que Connie. Sabías también que él era tu padre. Pero eres un buen niño e hiciste lo que te pedía. Beta Aeron te quiere mucho, pero él es como un "tío" para ti. Te cuidó mucho tiempo… Pero él también merece su tiempo y libertad, siempre has sabido que él no es tu padre. ¿Puedes darle una oportunidad a Rezef la próxima vez…?, no tienes que esforzarte demasiado en tratarlo bien. Solo- —Mamá… —susurró el pequeño cachorro interrumpiendo a Maray.
Su mirada afilada se deslizaba por los oscuros rincones del bosque. La tarde ventosa se tornaba cada vez más sombría, y el canto lejano de las aves se entrelazaba con el susurro de los árboles. El corazón de ese Alfa latía con fuerza, su instinto gritándole que algo terriblemente malo se avecinaba… « Esta escalofriante sensación… Hay muy pocas cosas en el mundo que me hacen helar la sangre. Ray » , resonó la voz de ese Alfa a través de su enlace mental con Ray, su lobo. « ¿Crees que se trata de Dalton? Yo no lo creo. Él jamás vendría solo; siempre está rodeado de sus lobos » , respondió Ray, con un tono de preocupación. Alfa Rezef se acercó con cautela a la trampa, evitando pisarla, pues era una trampa terrestre. Sus ojos analíticos escudriñaban cada rincón del perímetro, buscando los puntos que podrían activarla. Era tal como había advertido Connie. A simple vista, todo parecía en orden, pero los rostros de magia revelaban que habían sido alterados recientemente. « Esto… Algui
Reina Maray, reconoció de inmediato por el aroma y la esencia, que se trataba de la Omega, Liza. La tarde nublada se asomaba por las largas ventanas de cristal de su habitación, dejando entrever la creciente oscuridad del anochecer. —Pasa… —accedió Maray, seriamente. —Luna… Pensé que podríamos hablar~ —sonrió Liza, que traía consigo una bandeja con té y bocadillos—. Yo misma preparé unos dulces para que la Reina Luna los pruebe~ son muy famosos en la manada y… —¡Liza! ¡Debo ir por Rezef! —exclamó Maray interrumpiendo a la Omega, ya empapada en sudor frío de preocupación. Liza se sorprendió. —¿Por Alfa Rey? ¿Qué ha pasado? —¡Tengo un terrible presentimiento y él está con nuestra bebé! ¡Si algo les pasa, yo…! —Tranquila, Reina Luna~ —dijo Liza, dejando la bandeja en una mesita cercana y acercándose a Maray, posando sus manos en sus hombros—. Alfa no es un tonto, y mucho menos un lobo débil~ nuestro Alfa es astuto y capaz; aún sin un don de la diosa y cargando una maldición, es
Tras la potente explosión del choque de mágicas fuerzas y el estruendoso derrumbe de la colina rocosa, Alfa Rezef finalmente tomó distancia de su pequeña cachorra, Connie, quien se aferraba a él con preocupación en sus ojos. —¡Papá, tu herida está sangrando! —exclamó la pequeña, observando con temor el brazo izquierdo de su padre, el Rey Alfa. —No es nada, hija~ —le sonrió Rezef, intentando tranquilizarla. En ese instante, un fenómeno asombroso captó la atención de ambos. ¡Caía… HIELO! Diminutos copos de hielo comenzaron a descender del cielo, cayendo sobre Rezef, quien alzó la vista, atónito ante el efecto de esa magia. Sin embargo, había algo que sabía con certeza: la magia de su hembra no se basaba en el hielo. Maray utilizaba sangre en sus hechizos de alto rango y dominaba un fuego especial. Esa lógica le llevó a descartar que los copos de nieve provinieran de la magia de su mate… Entonces… ¡Era obra del infiltrado! Alfa Rezef se puso de pie de inmediato, arrancando con f
Un viento helado azotó su cuerpo, provocando que Tabitha temblara de frío y… Terror. Ni siquiera podía pensar en algo o articular palabra alguna… ¡ERA DEMASIADO QUE PROCESAR! Frente a ella, se erguía una figura humanoide, claramente no era humano, ni mucho menos ave… Pero su mente, abrumada, no podía concebir qué podría ser. ¡SU CUERPO QUEDÓ INMÓVIL! ¿Fue por la ráfaga de brisa helada que la había golpeado? Lo único que sabía, era que su loba gritaba "¡PELIGROSO!", advirtiéndole que podrían morir en un instante a manos de esa criatura. Un cuerpo alto y majestuoso, cabello largo de un color blanco tan claro como la nieve, una figura masculina que, a pesar de parecer frágil como cristal, emanaba un aura escalofriante. Sus ojos, de un penetrante tono violeta, parecían querer destruir hasta la muerte a alguien. Las ropas que vestía, evidentemente hechas de su magia, eran blancas y emitían un ligero resplandor, dejando en claro su naturaleza. La expresión gélida de aque