Maray tragó saliva, su corazón palpitaba con inquietud. Ella no podía apartar la mirada de ese Alfa; sus ojos, perdidos en los matices grises de él, que brillaban con un deseo desbordante, un destello plateado que la hipnotizaba. Bajo el agua, su piel vibraba al contacto con el cuerpo de ese hombre lobo, sintiendo la erección de su miembro masculino que la rozaba delicadamente en el trasero. La deliciosa fragancia de las feromonas de su Alfa llenaba sus pulmones, provocándole suspiros, mientras su feminidad se estremecía con un cosquilleo cada vez más intenso, intensificado por la invasión de esos dedos que la acariciaban con movimientos tan lentos que le resultaban desesperantemente placenteros. ¡Quería más! Eso no era suficiente… Las miradas de esos Reyes Alfas se entrelazaban con gran intensidad; Maray, como si estuviese hipnotizada, desvió su atención de los ojos de ese Rey Alfa hacia sus labios. Ella notó que la esquina del labio de ese macho, donde horas atrás en e
Cuando el círculo de patrones dibujados alrededor de la marca en su vientre comenzó a arder y brillar, como un fuego escarlata, el aire se volvió denso en el cuarto de baño. —Ay~ —se le escapó a Maray un grito ahogado de dolor, mientras su rostro reflejaba la incomodidad que sentía. Sin embargo, ella continuaba recitando el hechizo incesantemente, una y otra vez. Rezef veía cómo su loba sufría. El cuerpo de Maray, ardía y dolía… Su corazón se aceleraba. PUM~ ¡Maray sintió un mareo abrupto y violento que la hizo caer de rodillas! ¡SPLASH! El agua, teñida de un ligero rojo por su sangre, salpicó por todo el cuarto de baño, alcanzando también a ese Alfa que se encontraba frente a ella. —¡Maray! —exclamó, la preocupación surgiendo en la grave voz de ese macho, alterándose tanto que lo que menos sentía ya era excitación. ¡ERA DEMASIADO PELIGROSO! ¡Maray podía estar esforzándose más de lo debido! Alfa Rezef, pensó que lo mejor sería que ella buscara a quien la selló para que
"¿Qué… Qué sucedió…?" Ese fue el primer pensamiento que atravesó la mente de Maray al abrir lentamente los ojos, su mirada celeste clara, explorando cada rincón de la habitación. La luz de un nuevo día se filtraba en la amplia recámara, bañando tenuemente el interior. Esa belleza pelirroja exhaló con un suspiro profundo, dirigiendo su mirada hacia el paisaje que se extendía más allá de los cristales de las ventanas. La lluvia caía con fuerza, y podía ver cómo las ráfagas del viento agitaban con fervor las copas de los frondosos árboles, como si la naturaleza compartiera su agitación interna. Al quitar la sábana que la cubría, se percató de que solo vestía una bata cómoda de tonalidad negra. Bum~ Bum~ Su mano se deslizó hacia su pecho, justo en el lado izquierdo, donde los latidos de su corazón resonaban con una intensidad feroz. El adictivo aroma de las feromonas de su Alfa la envolvía, embriagándola en esa cama cálida. —Rezef… —susurró ese nombre, el de su macho, sintien
Beta Aiden quedó acorralado, pero en cuestión de segundos frunció el ceño y empujó a Tabitha, arrinconándola contra el piso alfombrado. BAM~ —¡AAY! ¡¿QUÉ CREES QUE HACES, MALDITO AIDEN?! —le gritó ella, incapaz de ocultar su furia. Fue en ese instante que… ¡AMBOS SE QUEDARON INMÓVILES! A sus fosas nasales llegó un aroma peculiar, uno que odiaban y que para ellos era el más asqueroso de los enemigos a liquidar. Beta Aiden se puso de pie, dejando de encimar a Tabitha, y le ofreció su mano, ayudándola a levantarse. Ella aceptó la ayuda y comenzó a sacudirse una vez de pie. —Sal de ahí. Sabemos que eres tú —le ordenó Beta a Maray. Ella, que seguía escondida en el desvío del pasillo, dio unos pasos más, volviéndose visible. Tabitha gruñó al ver a Maray, que lucía un verdadero desastre y nuevamente llevaba puesta una prenda de ese Alfa. —¡ES MI ALFA! ¡ES MI LOBO! ¡SOY SU PROMETIDA Y TÚ NO TIENES QUE ESTAR AQUÍ! —gruñó Tabitha, corriendo ferozmente y, en cuestión de segundos, encim
—¡DÉJAME! ¡SUÉLTAME! —gritaba Tabitha, su voz desgarrada por la desesperación, forcejeando con Maray, que la mantenía nuevamente encimada. En esta ocasión, la había arrinconado contra la pared, acorralando a esa hembra de Luna Plateada. Por supuesto, Maray no tenía la energía en ese momento para hacer uso de su bendición de la diosa. Sin embargo, era suficiente para infundir miedo en esa hembra que la fastidiaba constantemente. —¡Luna, por favor no la lastimes! —exclamó Beta Aiden, rogándole con voz quebradiza. Sus manos, hechas puños ante el enojo contenido, imploraban una "tregua" mientras hacía una reverencia a Maray. Maray sonrió con burla; su mirada, roja como joyas de rubí, se clavó en dirección a ese Beta de Luna Plateada. —¿Ahora sí, vas a hablarme como lo merezco? —preguntó Reina Maray, disfrutando de la tensión que creaba, deseando ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar ese Beta por esa hembra que tenía arrinconada. —Sí… Lo haré, Reina Luna. Maray exhaló con abu
Esa hembra de Luna Plateada hizo sus manos puños, apoyándolas sobre la alfombra negra del largo pasillo. "La odio, la detesto, la quiero muerta… Muerta… Que ella deje de existir…" Tabitha pensaba fuera de sí, atrapada en un torbellino de emociones intensas. Un grito doloroso y desgarrador brotó de su boca mientras levantaba la mirada, clavando sus ojos en Maray, que se alejaba cada vez más. Tabitha se puso de pie y salió corriendo a toda prisa. Tap~ tap~ El sonido de sus pasos resonaba ferozmente, mientras ella sacaba sus garras, dispuesta a atacar a Maray con una furia mortal. ¡En ese instante, Beta Aiden intentó detenerla! Paf~ —¡No, Tabitha! —exclamó él, sosteniéndola con fuerza del brazo. Pero ante el gruñido feroz y la expresión de dolor que ella le mostró, él la soltó. Esa hembra continuó su avance, decidida a destruir a Maray, aunque eso significara su propia perdición. ¡Justo en ese instante! Su cuerpo se congeló. La hembra de Luna Plateada quedó inmóvil, sintie
Tabitha empujó a ese Beta, decidida a levantarse del piso por sí misma, solo para al hacerlo, salir corriendo de allí, con el corazón hecho añicos. —¡Espera, Tabitha! —exclamó ese Beta, con la preocupación en su voz y la tristeza marcada en su rostro. ………. PUM~ Tras el golpe de la puerta al cerrarse, Maray se encontró abruptamente acorralada contra la pared, el enorme cuerpo de ese macho encimándola en segundos. En la penumbra de la habitación, iluminada tenuemente por las farolas de pared, Maray, se perdió en la mirada plateada de ese hombre lobo, que agarrándola de la mandíbula, la obligó a mantener el contacto visual. En aquella habitación, sin ventanas y sin otra salida que la puerta recién cerrada, había una cama tamaño king y, lejos de ella, una pequeña mesa con una jarra de agua y una cesta de frutas. Una habitación que parecía una celda de castigo. Pero esos detalles no le importaban en absoluto a esa hermosa Reina Alfa, no en ese momento de desbordante deseo. Antes
La lluvia caía a torrenciales, las ráfagas del viento arrastrando hojas agitaban el largo cabello lacio de esa hembra de Luna Plateada. —¡TABITHA! —aullaba en su llamado, Arvy, el lobo de Beta Aiden. La rápida loba de Tabitha, Thara, se sumergía en las profundidades del verdoso bosque a los alrededores de la mansión. Bajo ese cielo gris, ese Beta corría empapado, entre los charcos salpicando con el paso de sus rápidas patas, subía montaña arriba entre más buscaba a esa hembra. Aún por encima del comportamiento de Tabitha. Ella seguía siendo su amiga de la infancia y también la de Rezef. ¿Por qué no podía haber paz entre los tres? Se preguntaba ese lobo de pelaje oscuro como el carbón, característica común en la manada de la Luna Plateada. Finalmente avistó en la distancia a esa hembra que sobre las enormes rocas cubiertas de musgo, se quedó inmóvil ante la creciente corriente del río frente a ella que la obligó a dejar de huir. —Ven conmigo, Thara. Sabes que no tiene se