—Tú… Tienes un… Ah… Es que no sé cómo… Yo intenté atacarte —Maray desvió la mirada, incapaz de sostener el contacto visual con ese macho, principalmente porque la culpa la consumía—. Quise borrar tus recuerdos, pero solo los últimos, para que quedaras inconsciente y… —Maray —la interrumpió Rezef, con un tono de voz exigente. Ella apretaba más la mano de él, causando que él notara lo difícil que le resultaba la situación—. Mírame, no me gusta que me hables mientras intentas evitarme —dijo él, soltando la mano que Maray sostenía. En ese instante, ella perdió el equilibrio ante el rápido movimiento de ese hombre lobo. ¡Su cuerpo se tambaleó, deslizándose del barandal! —¡AH~! —Maray soltó un gritito de impresión y, antes de caer al suelo del balcón, ese Alfa la atrapó entre sus brazos. La sábana que lo cubría se deslizó, dejando al descubierto su cuerpo escultural. Alfa Rezef tomó a Maray de las piernas, ella terminó con sus muslos alrededor de la cintura de ese imponente hombre
El sagrado anillo ceremonial, de la manada Luna Plateada, se encontraba en el dedo de ella, que no se lo había quitado nunca desde la boda. —Ser marcada no es solo un vínculo físico, Maray; sabes que es un juramento, nuestro lazo eterno. Si tú lo eliges, no habrá vuelta atrás. No lo permitiré… —Rezef susurró al oído de ella, un tono seductor y posesivo— Muero porque seas mía —sus manos invadiendo bajo la bata de Maray, poco a poco esa falda larga quedaba más recogida. —Ah~ Rezef… —Maray no pudo evitar apoyarse en el cuerpo de ese hombre lobo, el calor, el sudor de él, su adictiva y sensual aroma que la estaba volviendo loca y distrayendo su mente desde esa mañana. Esa Reina Alfa se imaginó a sí misma, unida a él en un nivel que nunca había experimentado. Si ya se sentía extasiada cuando él buscaba seducirla… ¿Cómo sería si compartieran ese poderoso lazo mutuo? La idea de ser parte de su mundo, de compartir su esencia, la llenó de anhelo. Aturdida, casi como si estuviera dro
POM~ Un sonido se produjo cuando Alfa Rezef, cambió de posición en un ágil movimiento, Maray fue la que terminó arrinconada a la pared del cuarto de baño, ella viendo hacia la pared y siendo inmovilizada por ese macho, que ejercía presión y gran fuerza sobre ella. Intentó forcejear y liberarse, pero ya había gastado mucha energía ese día y se sentía exhausta. Ante ese lobo que parecía estar aún en excelente condición. —¡Suéltame Rezef! —gruñó Maray—. ¡¿Qué crees que… Las palabras de esa hembra se vieron interrumpidas, cuando sintió cómo él se acercaba, su respiración en su nuca. —No quería hacerlo de esta manera, Maray. Pero parece que eso es lo que estás deseando —el tono en la voz de ese hombre lobo, malicioso y gélido, causaron un estremecer en ella. "¡¿ESTÁ LOCO?! ¡¿EN SERIO LO HARÁ?! ¡¿Me forzará cuando acaba de decir que no quería algo de esa manera?!" Pensó ella en segundos, llenándose de ira. "Si te gusta ser presionada, jugaré un poco contigo… Mi Luna~" Pens
Maray tragó saliva, su corazón palpitaba con inquietud. Ella no podía apartar la mirada de ese Alfa; sus ojos, perdidos en los matices grises de él, que brillaban con un deseo desbordante, un destello plateado que la hipnotizaba. Bajo el agua, su piel vibraba al contacto con el cuerpo de ese hombre lobo, sintiendo la erección de su miembro masculino que la rozaba delicadamente en el trasero. La deliciosa fragancia de las feromonas de su Alfa llenaba sus pulmones, provocándole suspiros, mientras su feminidad se estremecía con un cosquilleo cada vez más intenso, intensificado por la invasión de esos dedos que la acariciaban con movimientos tan lentos que le resultaban desesperantemente placenteros. ¡Quería más! Eso no era suficiente… Las miradas de esos Reyes Alfas se entrelazaban con gran intensidad; Maray, como si estuviese hipnotizada, desvió su atención de los ojos de ese Rey Alfa hacia sus labios. Ella notó que la esquina del labio de ese macho, donde horas atrás en e
Cuando el círculo de patrones dibujados alrededor de la marca en su vientre comenzó a arder y brillar, como un fuego escarlata, el aire se volvió denso en el cuarto de baño. —Ay~ —se le escapó a Maray un grito ahogado de dolor, mientras su rostro reflejaba la incomodidad que sentía. Sin embargo, ella continuaba recitando el hechizo incesantemente, una y otra vez. Rezef veía cómo su loba sufría. El cuerpo de Maray, ardía y dolía… Su corazón se aceleraba. PUM~ ¡Maray sintió un mareo abrupto y violento que la hizo caer de rodillas! ¡SPLASH! El agua, teñida de un ligero rojo por su sangre, salpicó por todo el cuarto de baño, alcanzando también a ese Alfa que se encontraba frente a ella. —¡Maray! —exclamó, la preocupación surgiendo en la grave voz de ese macho, alterándose tanto que lo que menos sentía ya era excitación. ¡ERA DEMASIADO PELIGROSO! ¡Maray podía estar esforzándose más de lo debido! Alfa Rezef, pensó que lo mejor sería que ella buscara a quien la selló para que
"¿Qué… Qué sucedió…?" Ese fue el primer pensamiento que atravesó la mente de Maray al abrir lentamente los ojos, su mirada celeste clara, explorando cada rincón de la habitación. La luz de un nuevo día se filtraba en la amplia recámara, bañando tenuemente el interior. Esa belleza pelirroja exhaló con un suspiro profundo, dirigiendo su mirada hacia el paisaje que se extendía más allá de los cristales de las ventanas. La lluvia caía con fuerza, y podía ver cómo las ráfagas del viento agitaban con fervor las copas de los frondosos árboles, como si la naturaleza compartiera su agitación interna. Al quitar la sábana que la cubría, se percató de que solo vestía una bata cómoda de tonalidad negra. Bum~ Bum~ Su mano se deslizó hacia su pecho, justo en el lado izquierdo, donde los latidos de su corazón resonaban con una intensidad feroz. El adictivo aroma de las feromonas de su Alfa la envolvía, embriagándola en esa cama cálida. —Rezef… —susurró ese nombre, el de su macho, sintien
Beta Aiden quedó acorralado, pero en cuestión de segundos frunció el ceño y empujó a Tabitha, arrinconándola contra el piso alfombrado. BAM~ —¡AAY! ¡¿QUÉ CREES QUE HACES, MALDITO AIDEN?! —le gritó ella, incapaz de ocultar su furia. Fue en ese instante que… ¡AMBOS SE QUEDARON INMÓVILES! A sus fosas nasales llegó un aroma peculiar, uno que odiaban y que para ellos era el más asqueroso de los enemigos a liquidar. Beta Aiden se puso de pie, dejando de encimar a Tabitha, y le ofreció su mano, ayudándola a levantarse. Ella aceptó la ayuda y comenzó a sacudirse una vez de pie. —Sal de ahí. Sabemos que eres tú —le ordenó Beta a Maray. Ella, que seguía escondida en el desvío del pasillo, dio unos pasos más, volviéndose visible. Tabitha gruñó al ver a Maray, que lucía un verdadero desastre y nuevamente llevaba puesta una prenda de ese Alfa. —¡ES MI ALFA! ¡ES MI LOBO! ¡SOY SU PROMETIDA Y TÚ NO TIENES QUE ESTAR AQUÍ! —gruñó Tabitha, corriendo ferozmente y, en cuestión de segundos, encim
—¡DÉJAME! ¡SUÉLTAME! —gritaba Tabitha, su voz desgarrada por la desesperación, forcejeando con Maray, que la mantenía nuevamente encimada. En esta ocasión, la había arrinconado contra la pared, acorralando a esa hembra de Luna Plateada. Por supuesto, Maray no tenía la energía en ese momento para hacer uso de su bendición de la diosa. Sin embargo, era suficiente para infundir miedo en esa hembra que la fastidiaba constantemente. —¡Luna, por favor no la lastimes! —exclamó Beta Aiden, rogándole con voz quebradiza. Sus manos, hechas puños ante el enojo contenido, imploraban una "tregua" mientras hacía una reverencia a Maray. Maray sonrió con burla; su mirada, roja como joyas de rubí, se clavó en dirección a ese Beta de Luna Plateada. —¿Ahora sí, vas a hablarme como lo merezco? —preguntó Reina Maray, disfrutando de la tensión que creaba, deseando ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar ese Beta por esa hembra que tenía arrinconada. —Sí… Lo haré, Reina Luna. Maray exhaló con abu