Capítulo 4

Luego de no quemarme mucho el cerebro con intentar vestirme correctamente para la ocasión ni mucho menos tener un discurso elaborado o algo así como una estrategia, salí en dirección al pasillo y me dirigí al ascensor con el fin de acudir a mi cita de trabajo, considerando que el miserable de Hugan me había dado solo siete horas para realizar su encargo.

Mientras me miraba al espejo intentaba ponerme a filosofar solo con el fin de ignorar mi tristeza producto del desengaño provocado por la pelea con mi feminista millonaria. El mundo era una m****a y todos lo sabíamos. El problema era que nunca estábamos preparados para enfrentar aquello y uno que otro asunto de ego privado siempre iban a estar listos como para amenazar la felicidad que uno se proponía, considerando que estos se aferraban firmemente a las bajas autoestimas y a las bajas formas espirituales.

Quizá yo no tenía baja autoestima, pero si que sí que estaba en baja forma espiritual. 

Salí de mi edificio y decidí irme andando, puesto que las luces nocturnas siempre me habían inspirado profundamente al momento de pensar y de tomar decisiones que no me afectarán tanto como me lo merecería por mi género de vida en el futuro próximo. 

Mientras caminaba por la vereda en dirección hacia el bar clandestino sanitario me cuestionaba en demasía esa vida de m****a que llevaba hasta ese momento, a propósito de lo que me había gritado Hugan por teléfono. Mientras miraba las copas de los árboles aclaradas por el alumbrado artificial me hacía preguntas ¿Cuantos años llevaba así? Ya ni lo recordaba. Solía sospechar que mi trabajo usando mi cuerpo no iba a durar para toda mi juventud y estaba preparado desde muy temprano en la vida para aquello. Sin embargo el problema era que no sabía bien a qué dedicarme después, ya que había una gran baraja de opciones y texturas distintas para elegir y solo pensar en eso me provocaba algo de insoportable ansiedad. Lo único que tenía claro era que no quería llegar a viejo para tener que retirarme de este juego por obligación. Con la cantidad de dinero que tenía ahorrado podía invertir en cualquier negocio. El problema era que yo no había recibido educación financiera y no sabia muy bien que hacer al respecto, considerando que había un enjambre de pirañas alrededor mío y de la gente vulnerable como yo.

Y ahí estaba yo, a punto de lanzarme una vez más a mi aberrante trabajo. Iba con un par de novelas de la chica esa en mi mochila y un cuaderno de notas, ya que eso era lo único de lo que me había preocupado al momento de tener algo preparado para la ocasión.

Me metí a una fachada de estacionamiento que había en el barrio tras patear asfalto por unos quince minutos y tras ingresar por una especie de galería me recibió Ulko. Ulko era una especie de conserje y me saludó cordialmente. Era difícil de creer eso de que un gorila pasado el metro noventa y con más de cien kilos de peso como Ulko pudiese llegar a ser tan amable con la gente.

— ¿Como estás, Bruck? ¿Viste el partido de nuestro apestoso club de barrio? 

— Lo quería ver pero me quedé dormido— Respondí bostezando. 

— Aposté a que perdían. ¿Como crees que me fue? 

— Seguro que ganaste, cabrón. 

— Perdí, una vez más. 

Saqué diez mil de mi chaqueta y se los pasé. 

— Tal vez para la próxima tengas más suerte —Respondí, tras terminar de tomarme la temperatura. 

— Creo que tendría más suerte si es que de aquí a un rato llega gente a este lugar. Muchas gracias Bruck. Adelante. Adentro está casi vacío. 

Crucé el largo corredor que daba hacia una terraza bastante escondida. Había una barra al aire libre y otra al interior, que además contaba con una confortable chimenea para los días de invierno. Solía ir a la barra que estaba al aire libre porque atendía Carok, quien era lo más parecido a un amigo que tenía, ya que tampoco era lo que se dice un amigo, puesto que solo lo veía cuando iba al bar clandestino sanitario y además de eso, de una u otra forma siempre terminaba estafandome o haciéndome trampas. 

— ¡Hey, cabrón! —Me saludó, haciendo choque de codos— ¿Como va todo? 

— Podría estar mejor —Respondí— ¿Y tú, como estás? 

— Aquí, esperando que llegue algo de gente. ¿Que vas a tomar? 

— Cerveza —Respondí—. No puedo darme el lujo de quedar muy borracho. 

— ¿Ah sí? ¿Esperas a alguien? 

— Supongo que sí. 

— Muy bien. Toma una mesa por mientras.

Carok se metió un dedo en las narices. Luego continuó:

— Llegó una camarera nueva y te atenderá de inmediato y si quieres le digo que te atienda adentro, por el frío, digo yo ¿Vas a querer otra vez que elija la cerveza por tí? 

— Solo intenta que sea una cerveza oscura y no tan borrachaciente — Respondí, tras escoger el rincón más lejano a la puerta para poder recibir mis primeras instrucciones si es que efectivamente las habían, ya que de todo me iba a enterar en el momento, según el cochino de Hugan.

Recordé que en tiempos pre pandemicos el bar clandestino sanitario había sido mucho más grande en extensión, puesto que el estacionamiento en realidad había sido otra gran terraza al aire libre. Era también un lugar donde iban a beber algunas personas importantes de la ciudad, las cuales estaban extremadamente estresadas por el encierro y las autoridades lo mantenían en secreto, puesto que al parecer no les convenía desafiar a los dueños del asunto, supuestamente por un problema de coimas o cosas parecidas con la gobernación y ahí estaba yo, a punto de comenzar a trabajar para uno u otro.

Saqué mi cuaderno de notas y uno de mis libros. La gente del bar clandestino sanitario creía que yo era periodista. Había terminado de instalarlo todo cuando la camarera me interrumpió con mi pedido.

— ¡Guau! —Exclamó ella, tras dejar mi cerveza en la mesa— ¿Eres lector de Roberto Bolaño?

Aquello me topó definitivamente por sorpresa, puesto que no lo esperaba, mucho menos de la camarera, quien tenía unas piernas preciosas y cuyo angelical y blanquisimo rostro se había negado definitivamente a abandonar su adolescencia.

— Estoy intentando entenderlo —Respondí, fijandome a última hora que me había equivocado de libros e intentando disimular mi fracaso al respecto—La verdad es que lo estoy leyendo para un trabajo. 

— ¿Para un trabajo? ¿Es que entonces estudias literatura?

— Soy periodista— Dije.

— ¿Periodista literario?

Agache la mirada porque no sabía que responderle ante eso.

— ¡Evka! —Gritó Carok— ¡Ven! ¡Apúrate! 

Evka miró hacia atrás y desde mi posición pude apreciar su cuello desnudo.

— Con permiso— Me dijo, tras yo estar consciente de que era primera vez que me fijaba fijo con sus finos ojos verdes.

Me puse nervioso de veras, puesto que no contaba con aquello. Ella era de otro nivel y no tenía mucho que ver con el perfil de otros trabajos, donde usualmente debía lidiar con señoras de más edad.

Revisé la mochila y descubrí con alivio que el otro ejemplar si era de los correctos. Suerte que mi feminista millonaria dejaba algunos de sus libros en mi casa y lo de Evka al parecer estaba cocinado con anterioridad. Casi me dieron ganas de marcharme cuando Evka regresaba a mi casi corriendo.

— Vengo a disculparme —Dijo, con una dulce y ansiosa sonrisa— No debí haber invadido tu privacidad de esa forma. Solo que no esperaba que alguien que venga a beber aquí lea a Roberto Bolaño. Es mi escritor favorito y por eso me emocioné tanto. 

Me sentí una asquerosa b****a por lo que estaba viviendo. Todo era culpa de su ansiosa y dulce sonrisa y ese tal Roberto Bolaño no andaba ni cerca de mis sesos. Estaba impactado. Por supuesto que me costaba muchísimo creer que ella fuese la esposa de Hugan y comprobé con espanto que llevaba un anillo puesto.

— Permiso —Me dijo.

Sentí que reaccioné como un idiota indeciso y me costó bastante reponerme del golpe. Lejos de estar amargado por haber desperdiciado una oportunidad de entablar conversación con ella me dio muchísima pena su tono de voz tan opaco y tan triste y tan vacío, ya que se notaba que lo de su sonrisa era solo una fachada que cubría un vacío mayor.

Casi quería irme cuando desde la nada apareció Carok, con su sonrisa de rata de agua que en ese momento estaba siendo más almizclera de lo habitual. 

— Ella es nuestra chica nueva. ¿Qué te pareció? 

— Estoy un poco impactado. 

— Es preciosa ¿Cierto? Ella está obligada trabajando aquí, ¿Sabes? 

— ¿Por qué está trabajando obligada aquí? 

— Porque su esposo millonario le dijo que ella era una inútil y que debía bancarselas sola por un buen rato. ¿No te parece injusto?

Por lo general solían divertirme los chismes de Carok. Sin embargo no podía dejar de darme vueltas esa especie de oportunidad que acababa de perder por culpa de andar demasiado distraído y triste, ya que, mal que mal todo era parte del trabajo.

— ¿Que es lo injusto?— Pregunté, lo más amable que pude. 

— Que traigan de estas muchachas millonarias a trabajar aquí. Uno no guarda ni la más mínima esperanza de tirarselas.

Carok miró su teléfono y continuó:

— Solo ansío que llegue pronto la igualdad de género, Bruck. ¡Cuando el feminismo se imponga no vamos a sufrir de estos millones de dinero de distancia como obstáculo para poder volver a tener sexo a destajo! ¿Qué te parece? 

— Me parece que eres un tipo bastante iluso. 

— ¿Lo dices por mi esperanza de que el feminismo triunfe? 

— No, hermano. Lo digo por tu capacidad de análisis.

En ese momento llegó un cliente y Carok se levantó rápidamente a recibirlo. De pronto se me ocurrió una idea brillante para cumplir mi objetivo. Aquella maravillosa idea llegó de la nada y en ese momento sonó mi celular. Era Hugan.

—¡Aló! 

— ¿Como está mi miserable gigoló? Seguro que aún no has logrado nada. 

— Creo que estás en lo cierto. 

— Me parece maravilloso. Eso me otorga la posibilidad de no acceder a cierta presión de la poderosa mujer que te recomendó. Siempre supe que eras un imbécil y es un alivio confirmarlo. 

No podía creer que se me haya ocurrido esa idea justo en el momento en que apareció esa desagradable llamada. Sin embargo ya no estaba tan seguro de que fuese tan desagradable esa llamada producto de la idea que se me había ocurrido.

— ¿Qué pasa si no lo logro? — Pregunté, abriendo mi mochila. 

— Prefiero de que te enteres cuando fracases, miserable gigoló. Ese será tu castigo por no saber improvisar y por acatar estúpidamente las instrucciones al pie de la letra al igual que los perros. 

— Y yo que estaba siendo un perro obediente a propósito —Respondí, fingiendo sumisión. 

Hubo un silencio que agradecí bastante.

— Tienes esta noche, Bruck ¡Esta noche solamente! Más te vale que salga todo bien.

Hugan colgó y ahí quedé, sin terminar de sacar el otro libro. Luego volvió a aparecer Carok.

— ¿Como dijiste que se llamaba la mesera? — Pregunté. 

— Evka. ¿Por qué? 

— Porque creo que ando de suerte — Respondí, mostrándole el libro.

— ¿Y eso que tiene que ver?

— Me acaban de confirmar que es ella la autora de este libro. ¡Hasta que la encontré! ¡Una vez más lo hice! —Agregué— ¡Soy el mejor de todos!

Carok dio una especie de salto. Luego comenzó a mover los brazos, así como aleteando. 

— ¡Evka! — Gritó — ¡Ven a ver lo que te tengo!

Acto seguido ella apareció y cerré los ojos y apreté un puño para celebrar.

— ¡No puede ser! —Dijo ella, mirando el librito— ¡No puede ser!

Acto seguido Evka se desmayó y Carok se puso bastante histérico. 


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