—¡No vas a creer la noticia que tengo que darte! —retiro el móvil de mi oído y escondo mi cabeza bajo la almohada al escuchar los chillidos de mi mejor amiga.
Muy posiblemente, algo extraordinario había sucedido, para que fuese capaz de llamarme a las 5: 30 de la mañana un día domingo.
—¡Eleonor! ¿Estás ahí? ¡Contesta maldita sea! ¡Sé que estás con la cabeza bajo la almohada! ¡Sal de ahí, cobarde!
Pongo los ojos en blanco y quito la almohada de mi rostro, pues sabía que si terminaba la llamada, ella vol
vería a llamar una y otra y otra vez hasta que yo le contestara, y si simplemente la seguía ignorando, iba a tener que soportar sus gritos durante al menos dos horas. Esa chica no se rendía con facilidad; la amo, claro está. Pero eso no le quita lo pesada que solía ser muchas veces. Así que tomo el móvil y lo acerco a mi oído, dejo salir un largo suspiro y decido contestarle.—Hola, Milú, ¿Has visto por tu ventana que el sol no ha terminado por salir?
—¡No me importa, Eleonor! Sólo sabía que tenía que compartir la noticia contigo.
—Bueno, dime rápido para ver si puedo volver a dormir.
—¡Colin Sámaras se matriculó en nuestra universidad!
Pongo los ojos en blanco y coloco el teléfono sobre mi pecho, levanto las cejas y me dedico a escuchar un montón de cosas sobre ese tal Colin. Milú hablaba sobre lo guapo que es, sobre la suerte que ahora teníamos todos de que ese gran hombre fuese a ser nuestro compañero. Dejo salir un largo suspiro, miro el reloj en mi mesilla de noche y veo que ya llevo desperdiciado 20 minutos de un agradable sueño; Milú no dejaba de hablar, tal vez se escuchaba más emocionada que una chica de 15 años cuándo va a conocer a Justin Bieber.
—¡Eleonor! ¿Sigues ahí?
—Sí, sí, Milú. Aquí estoy. Sólo tengo una consulta, ¿Quién demonios es Colin Sámaras?
La línea se quedó en silencio, mi amiga había dejado de gritar y de balbucear palabras llenas de felicidad, para darle paso a un sombrío silencio.
—¿Milú?
—Eso se llama traición, Eleonor.
—¿De qué estás hablando?
—¡Simplemente no puedes decirme que no conoces a Colin!
—Que seamos mejores amigas desde niñas, no significa que debamos de conocer las mismas personas.
—¡Pero es de Colin Sámaras de quién te hablo!
—¡Wuju! ¡Colin estará en la universidad! —festejo falsamente para que me deje en paz.
Milú se queda en silencio después dice algo que no puedo entender, para así concluir con la llamada. Me hecho a reír, coloco el móvil en la mesa de noche y después vuelvo a envolverme en las cobijas, tendría más tiempo al mediodía para investigar quién era ese tal Colin. Pues a como Milú habló, debía de ser alguien importante, y así tendría un buen tema de conversación con mi amiga.
Cierro los ojos y dejo salir con lentitud mi respiración, dejándome envolver nuevamente por el sueño.
Despierto cerca de las 10 de la mañana, me siento en la cama y estiro mis brazos dejando salir un largo bostezo. Froto mis ojos con las palmas de mis manos, parpadeo en varias ocasiones y es ahí cuando noto una luz blanca desvanecerse a un lado de mi cama. En ese instante me siento cohibida, a tal punto que acerco la cobija a mi pecho para sentirme protegida, no sabía por qué, pero desde niña, cuando sentía miedo solía esconderme bajo las cobijas, eso era como un escudo para mí.
Miro a mi alrededor, pero ya no hay nada. Aún así estaba segura de algo, él estuvo aquí.Salgo de mi cama tomo una toalla y luego me dirijo hacia el baño preguntándome cuánto tiempo estuvo ese sujeto aquí, ¿Acaso me había visto roncar? ¿O sacar las piernas y manos de la cama? Quizás incluso me vio babear la almohada.
Tomo el dobladillo de mi camiseta, pero me detengo antes de quitármela. Otra vez, el miedo me invadió, ¿Y si me miraba sin ropa? ¿Acaso era un ángel pervertido? Me abrazo a mí misma y me siento sobre la tapa del inodoro, dándome cuenta que mi vida anormal, había aumentado el doble de la anormalidad a la que estaba acostumbrada.
Así que hice lo más sensato que se me ocurrió en ese instante: me duché con la ropa puesta.
(...)
—Voy a volverme loca —hablo con voz ronca al dejarme caer sobre uno de los taburetes frente a la isla de la cocina.
—Buenos días, cielo. Yo dormí bien, gracias. ¿Y tú? —papá me mira sobre su hombro, dejando de fregar los platos. Sonríe de medio lado y me observa fijamente.
Me dedica esa mirada que no me gusta, sus profundos ojos celestes escrutan en los míos de tal forma que siento que es capaz de meterse en mi cabeza. Sé que es una completa estupidez, pero a veces pensaba que quizás mi viejo por ese motivo continuaba soltero, pues cualquier chica entraría en pánico con solo que se dedicara a mirarla de esa forma.
Mis ojos eran celestes, pero era un celeste bastante apagado a la par del celeste que mi papá tenía en sus ojos. Nunca había visto una mirada como la de él, casi podía asegurar que sus ojos eran únicos en el mundo.
Sacudo mi cabeza y sonrío sintiéndome apenada, pues sabía que es un sarcástico saludo era por el simple hecho de que no lo había saludado yo, al entrar a la cocina a como lo hacía por costumbre.
—Lo lamento, papá —hablo, poniéndome de pie para dirigirme hacia él—, Buenos días, ¿Qué tal estuvo tu noche? —beso su mejilla y después voy hacia la nevera en busca del jugo de naranja.
—Estuvo bien, dormí como un ángel.
Pongo los ojos en blanco ante su última expresión, a lo que él simplemente se echa a reír, para después girarse a secar sus manos y así acompañarme en la isla de la cocina.
—¿Qué pasó con tu sentido del humor?
—Se terminó esta mañana, cuando lo miré desvanecerse en mi habitación. Papá, te juro que pienso que es un ángel acosador. De lo contrario, ¿Por qué iba a estar en mi habitación?
Su escandalosa risa es reemplazada por una expresión fría y llena de dudas.
—No lo sé —responde seriamente—. Sólo trata de ignorarlo, Eleonor.
(...)
ADMES
Me encontraba mirando el mar cuando lo sentí venir, un fuerte golpe en la cabeza que me hizo trastabillar; seguido después de una escandalosa risa que reconocía a kilómetros de distancia.
Un juego de luces comienza a materializarse a mi lado, para después dejar a la vista a Altaír.
Desvío la mirada y me concentro nuevamente en el movimiento de las olas, el sol comenzaba a descender por el horizonte, y ver el atardecer en el mar, se había convertido en mi mayor pasatiempo. Casi nunca tenía la oportunidad de presenciar algo tan bello como eso.
—¡Admes! Vengo a saludar y ni siquiera me escuchas —reclama Altair ante la falta de interés de mi parte por su presencia.
—¿Qué haces aquí, Altair? —indago, sin dejar de ver el horizonte.
—Comienzo aburrirme, esta vez fue muy fácil el trabajo. Y no quiero volver a la agencia tan pronto. Así que me preguntaba si necesitas algo de ayuda.
Niego con la cabeza, dirigiendo la mirada hacia él.
—Lo tengo todo bajo control —respondo—. Te lo agradezco.
Sonrío al pensar en lo fácil que fue entrar a la mente del rockero para "motivarlo" a que se mudara a Kárpatos, simplemente tuve que mover unos pequeños hilos, para que así el deseo de estudiar fotografía lo poseyera. Así que, en un abrir y cerrar de ojos, el rockerito había decidido alistar maletas y comprar un tiquete aéreo para venir hasta aquí.
Ahora, solo tenía un problema el cual no sabía cómo solucionar; un problema, que no sería capaz de confesarle ni al mismo Cupido.
La chica no me estaba dejando entrar a su mente.
Nunca antes me había sucedido algo así, era como si tuviera un tipo de escudo el cual me hacía rebotar cuando intentaba hacerlo; así que ahora, el estar frente al mar, me hacía poder pensar en la manera de cómo debería jugar.
Con tan solo dos días de permanecer cerca de Eleonor Mitre, tenía la certeza de que ésta vez iba hacer un juego difícil... un juego que estaba dispuesto a ganar.
—¡Bah! Eres tan aburrido, que permanecer en la agencia se torna una opción más divertida justo ahora —murmura Altair antes de comenzar a desvanecerse otra vez.
Me echo a reír al ver sus luces subir, levanto mi mano y la muevo en despedida.
Ser uno de los agentes más "aburridos" tenía ahora sus ventajas, pues si había algo que me hacía más feliz que el ver a dos nuevas almas unidas, era el permanecer solo.
(.
ELEONOR Gracias a la educación que mi padre me había dado desde pequeña, solía ser responsable en todo: tareas, presentaciones, universidad... incluso cuando me invitaban a alguna fiesta, solía ser la primera en llegar; en ese punto tal vez no era tan bueno ser puntual, pues por lo general, los demás me veían con un destello de diversión en su mirada, pues incluso llegaba a verme como una niña con pocos amigos que vivía desesperada para que fuese tomada en cuenta en sus reuniones sociales.Lo cual no era así, pues simplemente tenía la manía de que si me daban una hora, llegaba a esa hora, a veces unos minutos antes, pero nunca tarde.Situación que no estaba ocurriendo el día de hoy al llegar a la universidad, puesto que, a unos pocos kilómetros de haber salido de casa, el auto de mi padre había decidido dejar de funcionar, retrasándome casi 10 minutos. No podía dejar de mirar el reloj, mientras espera
ADMESMe encontraba sentado en un montículo de arena frente al mar, esperando ver un nuevo atardecer, pero algo me tenía inquieto; ni siquiera dirigía mi atención hacia el horizonte, pues simplemente me dedicaba a mirar las palmas de mis manos con curiosidad.Conocía mis poderes desde un principio, los cuales se basaban únicamente en hacer que las personas se enamoraran, desaparecer y reaparecer en diversos sitios, leer la mente de los humanos, y aunque suene un tanto feo, hacer que estos hagan lo que nosotros queríamos.Pero ahora, me encontraba verdaderamente impresionado, no podía dejar de ver mis manos, aún pensaba en lo que había pasado ese mismo día; no podía explicarme el hecho de cómo había logrado hacer tal cosa. Eleonor iba a morir ahí, yo lo había visto todo; Pero simplemente ese deseo de que no muriera frente a mí, me motivó a lanzarme a la calle y así simplemente detener ese vehículo.<
ELEONORAhora que lo tenía de frente, no encontraba qué era aquello tan irresistible que Milú encontraba en Colin Sámaras. Pues para decir verdad, yo lo veía tal y como veía a todos los chicos de la universidad; bastante andrajoso en realidad en comparación a los otros.Lo miré de arriba abajo con rapidez, esas ropas negras y sus pantalones con cadenas, lo hacían lucir como todo un rockero, él poseía un pirsin en la esquina izquierda de su labio inferior, era como una especie de argollita que en realidad sí se le veía bien; su cabello largo lo llevaba sujeto en una coleta de caballo, sus muñecas eran decoradas con diversas pulseras negras con calaveras en ellas. En realidad, lo único que podía llamarme la atención en él, era el hecho de que sostenía entre sus manos una Sony a99 Mark II, la cámara que yo había deseado tener desde que me enamoré del mundo de la fotografía profesional, era capaz de reconocer esa cámara a
ELEONORMi padre se había ido temprano a la cama, mi pobre viejo había tenido un día difícil según me había comentado durante la cena; aún no había logrado reparar el auto, había ido al pueblo por unos nuevos repuestos, pero aun así, el cacharro se negaba a funcionar. De forma provisional, había terminado de reparar el viejo auto que me había regalado para mi último cumpleaños, en el cual se había encargado de llevarme y traerme a la universidad durante los últimos cinco días.Me dirijo hacia el escritorio en mi habitación, coloco la taza de chocolate caliente con malvaviscos que me había preparado, y luego me dedico a sintonizar a Mozart en YouTube. Acababa de tomar una ducha, por lo que prácticamente me encontraba lista para envolverme entre las cobijas y así dormir hasta el mediodía del siguiente día.Pero no fue lo que hice, las últimas noches me las había pasado navegando en Google, buscando artíc
ELEONORNunca antes había vivido algo como aquello.Esa pesadilla aún me tenía muy intranquila, a tal punto que ni siquiera lograba concentrarme en el comentario que me hacía mi padre mientras desayunábamos. Él hablaba sobre una noticia que había leído en el periódico en línea. Al parecer, una pareja de jóvenes que "caminaban" a altas horas de la noche por el bosque, habían visto un animal extraño que no eran capaces de identificar, al parecer, los chicos aún continuaban en shock ante la impresión. Por lo que, mi padre me pedía otra vez que tuviera cuidado.—¿Te sientes bien, Eleonor? —cuestionó al ladear la cabeza para mirarme fijamente.—Papá deja de mirarme de esa manera —contesté, desviando la mirada para evitar verlo directamente a los ojos—, sabes que me pongo nerviosa cada vez que me dedicas esa mirada.—¿Cuál mirada?—Esa —señalo sus ojos, los cua
ELEONOR—¿Sabías que Krandy se presentará a fin de mes aquí en Kárpatos?—¿Eh?Dejo de mirar hacia los lados de las afueras de la universidad, para así prestar mi atención a Milú, quien buscaba la mínima oportunidad para hablarme de Colin y su grupo.—Eleonor, ¿Por qué últimamente te veo tan distante? —Milú frunce los labios y se detiene frente a mí, cruzando las manos a la altura de su pecho mientras repara en cada expresión de su rostro—. Desde el domingo que estuvimos en la playa, he notado que estás algo nerviosa y a la defensiva, pensé que era porque Colin no hizo otra cosa que dedicarte canciones ese día, pero hoy es viernes y sigues igual.Trato de sonreír y niego con la cabeza.—No es nada, solo estoy nerviosa por la presentación que tengo mañana —miento.En realidad, Milú tenía razón; no había dejado de sentirme a la defensiva des
ELEONOR-Últimamente te noto preocupada.Dejo de moverme por mi habitación y me detengo a ver a Admes, quién se encuentra sentado en mi cama, apoyando su espalda contra el respaldo de la misma.-No estoy preocupada.-No has dejado de morder la uña de tu pulgar -señala, torciendo una sonrisa-, no dejas de moverte, además de que estás muy callada. Ayer no disfrutaste de tu presentación, y eso que el caballero Colin Sámaras, no dejó de aplaudir y silbar en todo momento -se detiene, viéndome por largos segundos con una ceja arqueada-. ¿Quieres que continúe, Eli?Dejo salir u
ADMES¿Alguna vez te has preguntado quién fuiste? ¿Nunca te cuestionas de dónde provienes?Pues a mí me pasa a diario; cada vez que camino entre los humanos, ayudándoles a encontrar su alma gemela, esa persona con la que compartirán el resto de sus días en la Tierra, me pregunto si alguna vez yo fui uno de ellos.Mi mente da vueltas al tratar de recordar algo de lo que pude ser en el pasado, varios siglos atrás antes de que fuese elegido para ser uno de los ayudantes de Cupido, o a como a él le gusta llamarnos: un Agente del amor.Había visto tantas parejas unirse y declararse amor eterno, que ya incluso había perdido la cuenta. Estuve ahí en la unión de Isabell I de Castilla y Fernando II de Aragón; incluso fui feliz al ver la mirada de enamorados que compartieron Enrique Iglesias y Anna Kúrnikova.Sonrío de medio lado y me apoyo con ambas manos del borde del ventanal d