Capítulo 2
Por la noche, en la casa.

Eliana contempló la habitación vacía y sintió cómo se desvanecía su última esperanza: Hilario aún no había regresado a casa.

En realidad, durante estos tres años de matrimonio, casi nunca había vuelto a esta casa. Siempre había oído rumores sobre él y otras mujeres. Como su asistenta, incluso tenía que prepararle ropa limpia y llevarla a los hoteles, lo que la obligaba a presenciar su ternura hacia esas mujeres…

Ella había estado aguantando, esperando que algún día él pudiera reconocer su bondad.

Sin embargo, cuando vio a Deva hoy, finalmente comprendió que todas sus acciones no eran más que una ilusión irreal. Después de tantos años de tortura, era hora de poner fin a este matrimonio ridículo.

Exhausta, empacó todas sus pertenencias y, una vez terminó, bajó las escaleras con su maleta.

Pero cuando llegó al rellano de las escaleras, se encontró con una figura familiar acercándose desde abajo.

En el instante en que sus miradas se encontraron, ambos mostraron expresiones diferentes. Eliana no esperaba que él regresara en ese momento, mientras que él echó un vistazo a su maleta y luego mostró un aparente desprecio.

¿Estaba tratando de amenazarlo con irse de casa?

Antes de que pudiera decir sus palabras burlonas, Eliana se adelantó y dijo:

—Mañana enviaré el acuerdo de divorcio a través de mi abogado, me voy ahora.

¿El divorcio? Hilario escuchó las palabras inesperadas. ¿Qué trucos estaba ideando esta mujer?

Después de un momento de sorpresa, Hilario soltó una risa burlona. Subió las escaleras con indiferencia y agarró la muñeca de Eliana, arrastrándola de vuelta a la habitación.

—¡Hilario Lucero! ¿Qué demonios pretendes hacer? —exclamó Eliana con ira, sin entender su intención.

Ya estaba a punto de alejarse de él, ¿no era eso suficiente?

—¡No puedes irte! —ordenó la voz fría y sombría del hombre.

La empujó hacia la cama, dejándola sorprendida y asustada. Pero él decía que no podía irse, ¿acaso quería retenerla?

En su corazón, aunque ya sabía que su amor era Deva, aún albergaba una pequeña llama de esperanza. Sin embargo, las siguientes palabras de Hilario la extinguieron por completo:

—Hace años, utilizaste tus sucias artimañas para alejar a Deva de mí, luego te casaste conmigo y te convertiste en la señora Lucero. Pero cuándo terminar este matrimonio, ¡eso lo decidiré yo!

Eliana bajó la mirada y dijo en voz muy baja:

—Después de nuestro divorcio, podrás casarte con ella.

—Eso sí ocurrirá en el futuro. Pero, eres todavía útil para mí — respondió Hilario con voz irónica.

¿Útil? Esa palabra le recordó la conversación sobre el trasplante de médula ósea en el hospital. Ella se enfureció de inmediato y trató de apartarlo.

—¡Ni aunque muera le daría mi médula ósea a Deva!

Hilario esbozó una sonrisa irónica en su rostro y la amenazó con calma:

—Eliana Dolores, si no lo haces, dejaré a Marc sin nada en su vida.

¿¡Marc¡?

Eliana se quedó completamente asombrada frente al hombre furioso, sin entender qué tenía que ver con Marc en todo eso.

—Fuiste al hospital para ver a tu antigua amante, ¿verdad? —interrogó Hilario con un brillo peligroso en sus ojos.

Sabía que Marc se había enamorado de ella durante muchos años, y que los dos habían tenido una relación ambigua e incluso habían tenido encuentros íntimos.

Eliana no pudo evitar estremecerse fuertemente y sintió un dolor punzante en el pecho. Sin embargo, su expresión enfureció aún más al hombre. ¿Con solo mencionar a su amante la hacía sentir tan triste y preocupada?

La sujetó con fuerza y la arrastró hacia sí. Asustada, Eliana retrocedió, exclamando:

—¿Qué quieres hacer?

—¿Y tú qué crees? —respondió la voz aterradora como un demonio del infierno.

Después del matrimonio, solo habían tenido dos relaciones. Una fue en la noche de bodas, y la otra fue en una noche hace un mes, cuando él estaba borracho y la llamó por el nombre de Deva Dolores…

¿Por qué? ¿Por qué el matrimonio que esperaba y el amor que anhelaba se habían convertido en esto?

La desesperación se apoderó de ella, ya no podía contener más sus lágrimas. Se mordió el labio inferior con fuerza para no sollozar delante de él.

Las lágrimas brillaban como pequeñas bolitas de cristal bajo la luz, deslumbrantes y llamativas, desafiando al hombre. El rostro de Hilario se volvía cada vez más sombrío.

—El que está en tu cama no es Marc González, ¿te sientes decepcionada? —se burló Hilario —: Dicen que las mujeres nunca olvidan al primer hombre que les causa dolor en la cama. Parece que esa frase es completamente correcta.

Eliana contuvo la respiración. Se mordió el labio con tanta fuerza que casi lo hizo sangrar.

En realidad, su primera vez fue con él, en la noche de bodas. Sin embargo, él la odiaba, diciendo que era una mujer sucia, y la humillaba de todas las formas posibles…

Los ojos profundos del hombre la miraron fijamente y dio la orden con una actitud indiscutible:

—Eliana Dolores, no tienes el derecho de tomar decisiones.

Porque él tenía miles de formas de obligarla a someterse.

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