Capítulo 5
Al escuchar el susurro desesperado, Teresa se sintió confundida por un momento. Preguntó:

—Eliana, ¿qué estás diciendo...?

Eliana interrumpió a Teresa decididamente:

—Nada. Simplemente he dejado de amar a Hilario. No quiero seguir amándolo ni ser tan obstinada en esta relación.

Eliana no quería que Teresa supiera sobre su leucemia. No quería que nadie más se preocupara. Eso no tenía sentido.

Teresa encogió los hombros impotente. Sabía que no podía ayudarla en asuntos emocionales. Por lo tanto, cambió de tema, volviendo su atención a esa malvada tercera persona en la relación.

—¡La maldición de Deva no tiene conciencia! Tu madre murió tratando de salvarla, pero ¿qué ha hecho ella? En lugar de estar agradecida, le devolvió el favor con odio. Es simplemente despreciable.

Cuando Teresa mencionó a su difunta madre, Eliana bajó ligeramente la cabeza y se sumió en los pensamientos sin darse cuenta.

Eso sucedió en el tercer año después de que Deva llegara a la familia. Toda la familia se fue de vacaciones a la playa. Mientras jugaban en el mar, el flotador de Deva tuvo problemas y casi se ahogó. Fue su madre quien se lanzó al agua sin importarle su propia vida para salvarla, pero al final, sacrificó la suya.

Eliana también la culpó, pero sabía en su corazón que no era culpa de nadie, solo era una tragedia y no pudo evitar sentirse injusta con respecto a su madre.

Durante todos estos años, cada vez que lo recordaba, su corazón se llenaba de dolor.

***

Por la noche, Eliana regresó a la casa de ella y Hilario.

Vio una tenue luz brillando desde el estudio y supo que Hilario había regresado. Respiró profundamente y se acercó a la puerta del estudio, levantó la mano y tocó suavemente.

—Adelante.

La voz fría resonó desde adentro, haciendo que su corazón, que estaba tranquilo, diera un vuelco ligero. Abrió la puerta y entró en el estudio.

Hilario levantó la vista y le echó un vistazo, luego volvió a bajar la cabeza para seguir ocupado con los documentos. Su voz sonó indiferente:

—¿Necesitas algo?

—El Grupo… el Grupo Dolores está en crisis ahora. ¿Podrías invertir y proporcionar financiamiento? —dijo Eliana mirando hacia abajo, fijando su mirada en sus zapatos.

Podía sentir claramente el sudor frío en la palma de sus manos.

Después de un momento, escuchó la voz fría de Hilario:

—Puedo hacerlo. Si donas médula ósea para Deva, invertiré.

Una vez más, Deva…

La débil esperanza que había surgido en su corazón desapareció por completo al escuchar ese nombre. Su corazón ya estaba lleno de heridas.

Recordó lo que había sucedido por la tarde. Apretó los labios con fuerza y miró al hombre con resentimiento y enojo en sus ojos. Rechazó firmemente:

—No es posible, ¡ni siquiera lo pienses!

—No quieres hacerlo, ¿verdad? —dijo Hilario con una leve sonrisa.

La miró con desprecio y dijo:

—Entonces no tienes ningún valor para mí.

¿Valor? ¿Eso es todo lo que ella significaba para él?

—Hilario, aunque me odies y me detestes, no deberías ignorar a la dificultad del Grupo Dolores. Tu padre y mi padre eran mejores amigos. Si todavía estuviera vivo, estoy segura de que él…

Antes de que Eliana pudiera terminar de hablar, la expresión de Hilario se volvió fría drásticamente. ¿Estaba ella amenazándolo con su padre?

Al siguiente segundo, él levantó la mano y dispersó todos los documentos en el escritorio. Eliana estaba de pie frente al escritorio y los documentos le golpearon la mejilla. No se movió y uno de los bordes del papel le rozó la cara, dejando una pequeña herida.

Ella frunció el ceño y se cubrió el lugar dolorido en su rostro con la mano.

Observando los documentos esparcidos en el suelo, Eliana apretó los dientes y se esforzó por contener sus emociones.

Cuando Hilario notó la herida en la mejilla de la mujer, frunció ligeramente el ceño. Pero, después de un breve momento, su mirada recuperó la frialdad de siempre.

Al ver al hombre indiferente frente a ella, Eliana se rio irónicamente y se dio la vuelta para salir del estudio.

***

De regreso en su habitación, cerró con llave la puerta y se apoyó en ella, sintiendo un dolor sordo en su pecho.

—¡Abre la puerta!

Escuchó la voz fría y sombría desde fuera de la puerta, y su delicado cuerpo tembló al instante incontrolablemente.

Él no quería divorciarse de ella ahora, ni tampoco ayudarla, entonces, ¿por qué ella debería seguir soportando todo esto tan obedientemente?

Al no escuchar ningún sonido proveniente de la habitación, y la puerta cerrada con llave, Hilario emanaba una presencia cada vez más gélida.

¡Ella se atrevía a dejarlo afuera ahora!

Frunció fuertemente el ceño y estaba a punto de pedirle a un sirviente que derribara la puerta. En ese momento, su móvil sonó.

Al ver el nombre en la pantalla, su expresión se suavizó un poco.

—Deva, ¿qué sucede?

Dentro de la habitación, Eliana escuchó que él estaba hablando por teléfono con Deva, y su respiración se detuvo.

—Ya lo sé. No te muevas, iré a buscarte ahora mismo.

Al segundo siguiente, se escucharon los apresurados pasos alejándose de la puerta.

Eliana abrió la puerta de la habitación con una leve esperanza, pero solo para encontrar el pasillo vacío.

Miró aturdida hacia las escaleras y murmuró para sí misma:

—Sigo siendo menos importante que ella…
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