Capítulo 200
El hombre tenía el rostro lleno de irritación y fastidio mal contenidos. Miró la hora: apenas eran las nueve, pero ya había recibido cuatro o cinco llamadas a casa. Tres eran de su madre y una de Sofía. Probablemente sabiendo que no contestaría, ella llamó solo una vez y no insistió. Al menos parecía tener cierto criterio. Pero aun así, estaba muy irritado, especialmente cuando pensaba en la intrusa que ahora vivía en la mansión.

Diego miró su reloj:

—¿No es muy temprano? ¿Ya te vas?

Mateo no respondió. Diego notó que, aunque parecía sobrio, apenas podía contener su agresividad, así que no se atrevió a insistir:

—Mi chofer está abajo, haré que te lleve.

—Gracias.

—¿Tan formal conmigo? —Diego dejó su copa—. Mateo, te acompaño afuera.

—No hace falta, sigan divirtiéndose.

Manuel, viendo su silueta alejarse, soltó una risita entre compasiva y burlona.

—Hay quien caza patos todo el día y termina picado por uno. Esta Sofía sí que tiene talento, ¿eh? Mira cómo lo tiene.

Diego respondió:

—Mejo
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