Capítulo 4
Victoria estaba atónita. Se cubrió la cara con las manos y gritó:

—¿Papá, de verdad te divorciaste de mamá solo por irte detrás de las faldas de tu amante?

No pude evitar soltar una risa de desprecio y le respondí:

—¿Ya tiene una hija bastarda? Entonces, casarme contigo sería una gran injusticia para ti. ¡Javier, quiero el divorcio!

Al ver que su hija había sido golpeada, Emilia reaccionó rápidamente y la protegió.

—¡Javier! ¡¿Cómo puedes golpear a nuestra hija por esta mujer?!

Todos los presentes se miraron entre sí, con miradas que fluctuaban entre mí y Emilia.

Javier, enfurecido, le gritó a Emilia:

—¡Estás más loca que una cabra! ¿Qué quieres hacer?

Luego, se volvió hacia mí, hablando con un tono suave:

—Sofi, vamos al hospital primero. Cuando te recuperes, te daré una explicación.

Le aparté la mano que me ofrecía y le respondí con firmeza:

—Iré al hospital por mi cuenta. Ahora ve y explícales a ellos.

Fue entonces cuando Javier se percató de los demás presentes en el aula. Su rostro se tiñó de vergüenza, y su mirada hacia Emilia se volvió más amenazante.

En ese momento, un joven con una chaqueta de administrativo tocó la puerta.

—Señora, el auto ya está esperando. Le llevaré al hospital.

Un funcionario del Departamento de Educación, que estaba entre la multitud, lo reconoció.

—¿Él es el secretario del señor Martínez?

—Sofía es la hija del señor Martínez, si es así, ¡entonces es imposible que ella sea la amante!

—Ser yerno de Martínez es el sueño de muchos. ¿Cómo se atreve a traer a su amante e hija bastarda aquí?

Javier estaba visiblemente incómodo. Sin prestar atención a los murmullos a su alrededor, se dispuso a seguirme, pero Emilia lo detuvo.

No me di vuelta, subí al coche y fui directamente al hospital.

El médico me realizó una serie de pruebas y, finalmente, confirmó que estaba embarazada.

Pero, como el bebé era aún muy pequeño y había sufrido un golpe, no pudo salvarse.

Aunque perdí al bebé, no sentí tristeza alguna.

Después de todo lo sucedido, comprendí la verdadera naturaleza de Javier.

—El señor Martínez está en otra ciudad en una reunión. Ya se está investigando todo lo ocurrido. Él dijo que todo seguirá tus órdenes.

—Por favor, ayúdame a redactar el acuerdo de divorcio. Muchas gracias, Pablo.

Por la noche, Javier llegó al hospital.

No quería verlo, pero él gritaba mi nombre desde la puerta de la habitación, y para no incomodar a los demás pacientes, decidí dejarlo entrar.

—Sofi, déjame explicarte. Todo esto es un malentendido. No tengo nada que ver con Emilia, ella es solo una estudiante a la que apoyo. El padre del niño es desconocido, y me da pena, por eso la reconocí como mi ahijada. ¡Entonces, ¿podemos no divorciarnos?

Al ver mi expresión indiferente, él insistió:

—Te prometo que las haré mudarse a otra ciudad y nunca más te molestarán.

Escuchando su excusa, no pude evitar reírme con desdén.

—Si Victoria no fuera tu hija, ¿por qué tendría tu apellido entonces?

—Cuando nació, la situación era crítica y no se podía obtener el certificado de nacimiento sin el nombre del padre. ¡Todo es mi culpa!

Bajé la cabeza, escondiendo el sarcasmo en mis ojos.

Sabía que Javier no aceptaría fácilmente el divorcio.

En ese momento, él estaba a punto de recibir una promoción en su trabajo, y si se enteraban de su divorcio, eso no le beneficiaría en absoluto. Además, mi papá estaba a punto de jubilarse. Había sido maestro toda su vida y tenía una gran red de contactos, y Javier solo quería aprovecharse de eso para avanzar en su carrera.

Quería usar esta evidencia para denunciar su infidelidad, pero temía que pudiera actuar de manera impulsiva y perjudicar a mi papá.

Rechacé mentalmente todas las opciones que se me ocurrían.

Parece que para lograr que acepte el divorcio y se marche sin nada, necesito planearlo cuidadosamente.

Al pensarlo, me costó sacar unas cuantas lágrimas.

—Puedo perdonarte, pero ¡Victoria me hizo perder a mi hijo, y ella tiene que pagar por ello!

Javier bajó la cabeza y no dijo nada.
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