Capítulo 3
—¡Pues bien! ¡Ya que te niegas a admitirlo, entonces voy a revelar todo!

Victoria sacó su teléfono celular y marcó el número de su madre, mientras yo trataba de comunicarme con Javier, que estaba en una reunión, pero no contestó.

Tuve que enviarle un mensaje pidiéndole que regresara rápido.

No pasó mucho tiempo antes de que Emilia llegara a la escuela.

Victoria sacó la llave de repuesto y le abrió la puerta.

—¡Mamá, no tengas miedo! ¡Diles a todos que Sofía es la tercera en tu matrimonio!

Emilia mordió ligeramente su labio, luciendo débil y desamparada.

—Vicky, no seas tan impulsiva. Después de todo, esto es un asunto privado, y que tantas personas lo sepan no le hará bien a la reputación de la profesora Martínez.

—¡Mamá, ella ya es tan descarada, y tú todavía te preocupas por ella! ¡Ella se atreve a ser la amante porque te ve como débil! ¡Hoy hay tantas personas aquí para hacer justicia por ti!

Emilia parpadeó y una lágrima le recorrió la mejilla:

—Solo soy una ama de casa. Sofía es la subdirectora, ¿qué tengo yo para luchar contra ella?

Al escucharla, no pude evitar soltar una risa llena de enojo.

La miré fijamente, con determinación, y le exigí:

—Emilia, dile a todos si te casaste con Javier o no.

Emilia se mostró incómoda, encogiéndose detrás de Victoria como si tuviera miedo de mí.

El profesor que antes me defendía se dejó engañar por su actuación, y señalándome, dijo:

—No tengas miedo, solo identifica a Sofía como la amante, y nosotros nos encargaremos de informar a las autoridades. ¡Seguro que la castigarán severamente!

Los ojos de Emilia destellaron con astucia, pero al levantar la vista, estaban llenos de desamparo.

Se arrodilló frente a mí, llorando desconsoladamente:

—Profesora Martínez, por favor, déjanos en paz.

Esa escena sorprendió a todos.

Emilia me había tendido una trampa con su actuación, pero todos creyeron que yo era la amante.

Victoria, viendo que la situación estaba a su favor, agitó los brazos:

—¡Compañeros, no podemos quedarnos de brazos cruzados ante esta situación! ¡Debemos enseñarle una lección a esta amante sinvergüenza que destruye familias!

Los compañeros, incitados por Victoria, comenzaron a saltar sobre los pupitres, gritando consignas de “¡Luchar contra la destroza hogares!”.

En medio del caos, alguien lanzó un huevo podrido hacia mí.

Al verme en una situación tan crítica, Emilia se escondió entre la multitud y me sonrió de manera provocadora.

Victoria vio su oportunidad y, sin pensarlo, me dio una patada en el abdomen.

De repente, un dolor agudo me invadió.

Me doblé de dolor, notando unas manchas de sangre en la parte inferior.

Al ver que la situación se estaba saliendo de control, varios profesores hombres se levantaron rápidamente para intentar mantener el orden.

La sangre seguía saliendo; Victoria, después de todo, era una niña, y al ver lo que había provocado, se asustó.

—Profesora Martínez, si te arrodillas y le pides perdón a mi mamá, y prometes alejarte de mi papá, no me meteré más contigo.

Las miré con una rabia intensa en los ojos.

—¡Ustedes tendrán que pagar las consecuencias!

Justo cuando terminé de hablar, la puerta del aula se abrió de golpe y Javier, empapado en sudor, irrumpió en la sala.

—Sofía, ¿qué te ha pasado?

Aguantando el dolor en mi abdomen, señalé a Victoria con ironía:

—¡Explica! Ella dice que es tu hija, y yo ni siquiera sé cuándo tuve una hija.

Javier se detuvo, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, y sin decir una palabra, le dio una fuerte cachetada a la hija bastarda.

—¿De dónde salió esta bastarda? ¡Eres de veras una sinvergüenza!
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