No sabía cómo tomar aquello, no sabía que contestar o siquiera que decir ante sus palabras, la verdad es no sabía si enojarme, sentirme agradecida o retarlo por el hecho de que me considere tan débil como para tener la necesidad de ocultarme cosas, pero antes de que siquiera yo pudiese contestar algo de lo que él me acababa de decir, la puerta del auto fue abierta de manera arbitraria y el rostro de mis padres fue lo primero que vi, sus ojos dorados inyectados en sangre, mientras me tomaban del brazo y me sacaba casi a tropezones del auto, donde yo me quedaba de hielo ante tal acto tan brutal del hombre que siempre considere el ser más amable del mundo, sin duda alguna la vida no dejaba de sorprenderme.

--Papá, papá, pero ¿Qué? Papá, suéltame ¿Qué se supone que haces? --mi padre se detuvo mientras me arrastraba a lo que parecía su auto, en lo que note como llego mi hermano y nos miraba con los ojos grandemente y mi mirada se iba hacia donde iba la mirada llena de terror que se conecta