Elliot caminaba dentro de aquella habitación como si fuera una fiera en una jaula demasiado pequeña, a punto de rugirle a los barrotes o en su caso, a las ventanas y a las puertas. Se sentía mezquino, pequeño y estúpido, porque nunca había entendido el grado de sufrimiento al que Kali pretendía escapar cuando se había metido en su cama hacía casi un año. Pero todo aquello estaba a punto de verlo en vivo y en directo, magnificado por la cámara del periodista, que llegó justo a tiempo para alcanzar a Kali siendo echada de la casa de su familia. Jackson había sido corresponsal de guerra, estaba acostumbrado a ver horrores, pero al menos en una zona de guerra el cerebro podía justificarlos. La vio apretar los labios y apoyarse en el muro exterior de la casa para sostenerse en pie. Tenía el agotamiento reflejado en el rostro, pero cuando subió la mirada y lo vio a él con aquella cámara al hombro, toda la fuerza pareció regresar a ella. Enfrentar las calles de Vrindavan descalza, con ham
El camino hacia el aeropuerto de Agra se le hizo eterno a Elliot, a pesar de que Jacob conducía como si estuviera en una maldit@ pista de rally. Había dejado a Sohan Dhawan con la cara ensangrentada, pero sabía que no estaba tan mal como para no cumplir la promesa que le había hecho. Y en cuanto llegaron al aeropuerto, la excesiva revisión de parte de las autoridades fue prueba de eso. Era obvio que en tan poco tiempo no podía proceder una denuncia de ningún tipo, no podían retenerlo en el país, pero era evidente que Sohan había movido sus hilos para hacerle la vida difícil. —El vuelo es privado, los permisos están listos —siseó Elliot a aquel oficial de aduana—. ¿Cuánto tiempo más piensa mirar la foto de mi pasaporte antes de que esta le hable? El oficial gruñó con impaciencia, porque al parecer le habían dado una orden que no podía cumplir. Retener un vuelo privado sin una orden oficial de parte de la policía era imposible. Elliot estaba a punto de impacientarse cuando tras el
Tenían mil y una preguntas, Elliot lo sabía, pero también sabía que Kali estaba en otro mundo, completamente abstraída con la bebé. Llegaron a la mansión Davies en las camionetas de la familia y Jackson dejó copias de todas las grabaciones a recaudo de Andrew, en la caja fuerte de su despacho. Ya tenía experiencia en cuanto a perder material importante sobre algunas de sus investigaciones. Valeria se llevó a Emma a un rincón y le estuvo gritando sin parar hasta que la abrazó con un suspiro de alivio. Lydia y Layla acapararon a Richard para asaltarlo a preguntas, así que Elliot lo vio sentarse con toda calma en el sofá de la terraza y empezar a contarles. Jake y Elijah se habían quedado en Nueva York, porque ambos tenían asuntos personales de los que ocuparse, pero Jake había encargado a Connor todo lo que se necesitaba para ayudar a Elliot. —¿Podemos irnos a casa ya? —preguntó Kali con un suspiro cansado, porque tenía ganas de echarse a dormir para toda la eternidad. —Ustedes va
Sentado allí, dando órdenes como un general en campaña, Elliot se preguntaba cómo aquella primera amenaza de Sohan para que se casara con Kali hacía un año lo había afectado tanto. ¿Cómo había llegado a creer que una empresa tan sólida como Davies Inc. perdería una de sus divisiones solo porque un oportunista como él se aprovechaba de su posición? Era cierto que le había tomado un año volver a encausar la división asiática hacia el mercado de la señora Goo, pero nada era imposible. Quizás estuviera demasiado aturdido en ese momento. Quizás hubiera estado abrumado y sobrepasado por todo lo que estaba sucediendo, pero incluso a esa falta de juicio tenía que agradecerle, porque por fin había encontrado su paquete completo. Por fin tenía al amor de su vida, la mujer por la que valía la pena seguir insistiendo a pesar de todo, y por ella precisamente estaba allí. —Bien. ¿Qué dicen los señores del tribunal? —preguntó Elliot cuando los tres hombres que se habían sentado frente a ellos term
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Ya tienes como un centímetro y medio —dijo Valeria acariciando la cabeza de Kali con indecisión—. Pensé que querías dejarlo crecer. —Y quiero dejarlo crecer —respondió Kali—, pero esta noche es demasiado importante, y no quiero desperdiciarla por un centímetro y medio de pelo. El cabello puede volver a crecerme mañana pero esta noche… esta noche yo tengo algo que decir. Valeria asintió, y empuñó la rasuradora eléctrica con una mano mientras frente a ellas Layla comenzaba a grabar y Lydia le sonreía para darle ánimos. Hacía un mes la hermana de Kali le había rasurado la cabeza después de que su padre le cortara el cabello por completo. Ahora, era Valeria la que estaba quitándole de nuevo lo poco que le había crecido, pero era porque ella se lo había pedido. Y a diferencia del video de hacía un mes, en este estaba sonriendo con sinceridad. «Yo tengo algo que decir». Fue el título de aquel video que Valeria subió a las redes sociales de la vo
Kali no pudo evitar hacer un puchero y sonreír de oreja a oreja mientras leía aquella tarjeta. Las flores eran preciosas, y aquella frase era toda una insinuación. En la parte trasera de la tarjeta había dibujado un pequeño corazón y repetido muchas veces la frase: «¿Quieres ser mi novia?». Todavía faltaba una hora para que el día terminara, pero la curiosidad de Kali era mucha. —¿Alguien trajo esto? —preguntó y la chica que había traído el obsequio asintió. —Un chofer, dijo que la estaría esperando hasta que saliera. Los ojos de Kali se iluminaron y no esperó más. Tomó su bolsa y sus rosas, se despidió de Elijah por ese día y bajó para encontrarse con el chofer. Era el sedán que Elliot usaba normalmente, pero en cuanto puso un pie dentro, el aroma dulce de las flores la envolvió. El asiento trasero estaba lleno de pétalos de rosas, y durante todo el camino estuvo escuchando la música que Elliot había preparado para ella. Casi no pudo reconocer el departamento cuando llegó. Parec
Tres años después —Que es la «A», mi amor, mírala bien —decía Elliot, sentado con una paciencia que solo él creía infinita, intentando enseñarle las vocales a su hija. —Pues a mí se me parece un a un «4» —dijo la niña cruzándose de brazos y arrugando el ceño. —Ya sé, pero no es un «4» porque no tiene esta patita completa —insistió Elliot. —¿Y tan difícil era terminarla? Para mí es un «4». —¡Pero no es un «4», en una «A»! —¿Y por qué? ¿Porque lo dices tú? —protestó Asha sacando el labio inferior como si fuera un pequeño y adorable pitbull—. Igual que esto… ¿Por qué tiene que ser una «E» si para mí es un «3»? —¡Pues porque tiene las patas para el otro lado, Asha! —exclamó Elliot, sintiendo cómo el ojo derecho ya empezaba a brincarle. —Bueno pues eso es fácil, se las pinto del lado que yo quiero y ya… —replicó la niña creando una deformada figura que no era ni número ni letra. —¡Kaliiiiiiiiii! —El grito de Elliot se extendió por la casa y pocos minutos después se Kali se asomó a
AMOR REBELDEUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por once semanas.La pantalla al fondo del set, tal como hacía un año, mostraba aquel anuncio en grandes letras oscuras, y junto a él aparecía la foto del libro que estaban a punto de publicitar.Ya se le había hecho habitual visitar aquel set durante sus lanzamientos, y por suerte la anfitriona, quizás porque era su amiga, tenía buen cuidado de hacerle llevadera la entrevista.Valeria parpadeó, intentando mantener la atención, pero lo cierto era que estaba cayéndose del sueño. La chica de maquillaje había hecho milagros escondiendo sus ojeras, pero la realidad era que estaba haciendo un esfuerzo. Estaba muy agotada por todas las pres