Alejo no podía apartar la mirada de esa joven que temblaba mientras no podía apartar la mirada de los resultados de sus pruebas, él necesitaba entender lo que ella sentía al respecto del embarazo para tomar una postura.Es decir, si Meredith decidía no continuar el embarazo, debía respetar la decisión aun cuando cupiera la posibilidad de que ese bebé fuera suyo; sin embargo, Meredith no tenía una postura, ella continuaba en tal shock que ni siquiera sabía si estaba respirando con normalidad.—Mer —habló Alejo, tras un par de minutos en completo silencio y sin que la chica mostrara reacción alguna—. ¿Estás bien?—No sé —respondió la joven con la vista aun clavada en ese positivo que, gracias a unas lágrimas oportunas, se comenzó a ver borroso hasta que se hizo nada—. Ay, Dios. ¿Y ahora qué?—Ahora serás mamá —dijo Alejo, caminando hasta la joven, para sentarse a su lado y poder tomar su mano—; a menos que no quieras serlo, de ser así también quedaría claro lo que hay que hacer.Escucha
—¿Puedes dejar de vomitar, Alejo? —preguntó una joven castaña con evidente cara de asco—. Voy a vomitar también si no paras.—¿Crees que vomito porque quiero? —preguntó Alejo, saliendo del baño y mirando con mala cara a su, de nuevo, mejor amiga—. Te aseguro que no estoy haciendo esto para molestarte.—Ni siquiera estás enfermo, ¿o sí? —cuestionó Meredith y Alejo negó con la cabeza,No había comido nada en mal estado ni de dudosa procedencia, así que no era algo infeccioso, lo que lo dejaba con una teoría que, a decir verdad, le gustaba demasiado.—Creo que es porque estoy embarazado —declaró el joven y el aire en los pulmones de la pediatra se hizo tan denso que sintió cómo, en lugar de intentar salir de su cuerpo, quiso traspasar sus pulmones para llegar al fondo de su estómago.—¿Síndrome de Couvade? —preguntó la castaña y el otro asintió, sintiendo cómo todo daba vuelta a su alrededor, y por eso debió abrir grandes sus ojos, como si de esa forma pudiera ver mejor, porque su vista
Había prometido pensarlo solo para obtener tiempo y que Alejo se olvidara de esa sugerencia, pero quien no podía sacarse eso de la cabeza era ella, incluso sus malestares habían empeorado y todo era meramente emocional.Y es que, desde que empezó a pasar ratos con ambos, había decidido no ser parcial, y ahora estaba completamente inclinada hacia Alejo, ocultándole la verdad a Sabino, quien, de verdad, no se merecía nada malo y ella seguía haciéndole cosas malas.De nuevo sintió ese sabor medio dulzón y medio salado en la boca, naciendo, desde luego, en la boca de su estómago y, para menguar sus náuseas, decidió abrir la ventana y tomar aire fresco, ganando más que estabilidad para su estómago, también el valor de hacer algo que tenía más de una semana retrasando.Tomó su teléfono, abrió una conversación de WhatsApp que, en realidad, nunca había utilizado, porque ella no había contactado antes a Sabino y porque, él, siempre que quería hablar con ella, le hacía una llamada. Los mensajes
—No debí hablarle a mamá de ella —declaró Sabino que, tras haber tenido un sueño de lo más extraño, había despertado agitado e inquieto.FLASHBACKSe encontraba sentado en la banca de un parque, justo frente a la zona de juegos infantiles, y seguía con la mirada fija en ese castillo con un puente flotante que atravesaban un par de niños, ambos demasiado parecidos a alguien que él conocía, pero, por alguna extraña razón, no lograba descifrar a quien era.Eso era un sueño, por otra extraña razón lo tenía bastante claro, porque no había manera de que él estuviera sentado en la banca de un parque, mucho menos vigilando la zona de juegos, así que asumió que era eso, un sueño, o que tal vez estaba borracho y por eso estaba haciendo algo inusual y ni siquiera recordaba cómo era que había llegado a ese lugar.—¡Papá! —gritó uno de los pequeños tras salir corriendo hacia él luego de resbalar por un tobogán—, ya viene mamá.El hombre pudo ver su propia mano extenderse al frente, y sintió perfec
Cerró los ojos momentáneamente y, cuando su cabeza cayó al frente, chocando su barbilla con su pecho, supo que, en cuanto cerró los ojos, ella se había quedado completamente dormida.Meredith parpadeó insistentemente, como si así sacudiera el sueño que acumulaban sus párpados, pero, cuando un bostezo le cerró de nuevo los ojos, supo que esa era su señal de retirada.—¿Por qué estás llorando? —preguntó Alejo que, sin anunciarse, entraba en el consultorio de la madre de sus hijos.Él había entrado sin hacer ruido alguno, pues tenía bien claro que la joven estaba tan agotada que se dormía en todas partes, y no quería despertarla cuando podía ser su mejor siesta del día; sin embargo, ella no estaba dormida, como lo esperaba, sino que tenía los ojos enrojecidos, un poco hinchados y una lágrima delineaba su nariz por un costado.—Bostecé —informó Meredith y, una fracción de segundo después, volvió a bostezar—. Creo que me quedé dormida, de nuevo, y cuando desperté, porque casi se me cae la
—¿Superfecundación hetero paterna? —susurró Teresa su pregunta pues, en realidad, hablaba para ella misma—. Lo escuché, pero, no pensé que alguna vez lo podría ver. ¿Te acostaste con una mujer que se acostaba con alguien más?Sabino suspiró, luego se puso en pie, sintiendo al fin todas las miradas de la gente a su alrededor, y le pidió a su madre que fueran a un lugar privado, para que pudieran hablar al respecto.Y, tal como Sabino lo pensó antes, su madre lo llevó a un restaurante cercano donde, debido a que comían a menudo ahí, les tenían una sala privada preparada todo el tiempo; no era siempre la misma, pero la atención sí que era siempre buena.—Yo solo quiero una copa de vino —pidió Sabino luego de que su madre pidiera comida, pues, después de eso, ella debía trabajar medio día más, y no soportaría la tarde sin comer.—¿Entonces? —preguntó la madre de un joven cardiólogo que no parecía poder volver a sus cabales—. Explícame cómo es que la mujer que amas está embarazada de ti y
“Sabino está aquí” escribió Meredith en un mensaje que envió a Alejo mientras veía al padre de uno de sus hijos mirar sus pies, sentado en la orilla de la cama.Alejo, que estaba bastante ocupado, solo le preguntó si todo estaba bien porque, aunque su trabajo era muy importante, para él lo más importante era su familia, así que dejaría cualquier cosa y lugar con tal de ir a rescatarla.“Todo está bien” aseguró Meredith y luego respiró profundo. No entendía del todo la situación, es decir, habían pasado ya dos meses de que ella le había informado del embarazo, entonces, ¿por qué estaba ahí? Y, más importante, ¿cómo era que él sabía que ella estaba ahí?—Te busqué por todos lados —declaró el hombre, sin atreverse a alzar la cara—. Vine a buscarte a la salida, pero no te vi salir, así que fui a tu casa, y luego a la de él y, cuando no te encontré ni en tu departamento, ni en el de Alejo, regresé al hospital, fui ahí cuando los vi entrando aquí; además, de que te vi en el balcón, despidié
—¿No crees que, el que él aparezca ahora, lo va a complicar todo? —preguntó Meredith, viendo cómo Alejo cocinaba algo luego de haber dormido casi toda la mañana tras llegar a casa.Por suerte, su descanso había caído en fin de semana, así que pasaría dos días con la mujer que tanto quería, porque siempre había sido importante para él y porque, ahora, le daría una familia.» Me encantaba la idea de que ellos fueran nuestros, tuyos y míos —explicó la castaña, mirando a la nada—. La idea de que mis hijos, a pesar de que están gestándose juntos, tengan cada uno un padre, me provoca vomitar.Alejo bufó el inicio de una risa, cosa que molestó a la pediatra quien, con nada de gentileza, le miró mal.—Lo lamento —dijo un hombre tan comprometido con la estabilidad emocional de la joven que, si de pronto la llegaba a molestar por cualquier cosa, se disculpaba de inmediato para que ella volviera a la tranquilidad—, pero las cosas son así por tu causa.—Ya lo sé —declaró Meredith, recostando su c