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Entrevista con Silvia

Gerard Punto de Vista

Una vez que tomé la decisión de que no iba a entrevistar a Silvia, pensé que el asunto estaba resuelto. Sabía que probablemente tendría que darles una explicación a Katy y a Ronny, pero pensé que podría hacerlo alegando que había candidatos maravillosos. Pero cuando revisé todas las solicitudes, surgieron dos problemas: Uno era que los candidatos eran más o menos buenos. El segundo, que había una solicitud de Silvia.

«Maldita sea». Pero no iba a darme por vencido tan rápido. Durante una de las reuniones que teníamos todos mis hermanos y yo para hablar de negocios, saqué a relucir el hecho de que sería inapropiado considerar a Silvia para el puesto.

—Está perfectamente calificada para el puesto —dijo Ronny—. Ha hecho algunos trabajos de marketing por cuenta propia en el pasado, y es muy creativa artísticamente hablando. Creo que sería un gran activo.

—Es una barista a tiempo parcial, una autónoma a tiempo parcial y una artista a tiempo parcial. Este trabajo requiere a alguien que busque tener una carrera, no a alguien que esté esperando el momento de dejar de ser un artista hambriento —argumenté.

—Tiene razón —dijo mi hermano, Carter, que hasta ese momento se había mostrado indiferente.

Sin embargo, estaba ansioso por el apoyo. Miré a Noé, mi hermano, que tenía los pies apoyados en la mesa y parecía aburrido. Se encogió de hombros con su habitual indiferencia.

—No podemos perder tiempo con esto dijo Ronny, su voz se volvió cortante—. Estamos cerca del lanzamiento en el mercado europeo.

Pensaba que después de una falsa boda toscana gratuita y una luna de miel de una semana en la que se enamoró de su asistente, estaría de mejor humor, especialmente en lo que respectaba a esta expansión europea. Al hombre que organizó la boda y la luna de miel, Christian La Mont, estaba claro que le gustaba Ronny, así que no podía entender por qué parecía que le iba a dar un ataque.

—Hay mucha gente entre los candidatos a la que podemos entrevistar —le expliqué.

—Esta expansión es demasiado importante para permitirnos cualquier tipo de retraso. Silvia es consciente. Al menos, podría trabajar en ello ahora, aunque no tenga la intención de hacer de esto su carrera —continuó Ronny.

Miré al resto de mis hermanos con la esperanza de que me apoyasen, pero estaba claro que no les importaba ni lo uno ni lo otro.

—La abuela nos puso al frente de cada uno de nuestros departamentos porque somos los mejores en lo que hacemos. Yo soy el jefe de marketing de esta empresa y espero que todos confiéis en mí en que Silvia no es la mejor opción para este trabajo.

—Solo quieres tirártela, ¿no? —Noé finalmente habló desde su extremo de la mesa—. No es que te culpe, está buena.

Le lancé una mirada mortal. Aunque no se equivocaba.

—Por supuesto, la empresa tiene una regla sobre no intimar con el personal, así que si ese es el caso entonces no puede contratar a Silvia porque si lo hiciera, entonces no podría acostarse con ella.

Aunque no me gustaba mucho esa lógica, no se equivocaba, y si me ayudaba a salirme con la mía, me dejaría llevar por ella. No lo admitiría en voz alta, pero sí que asentí de forma seca.

—Por otra parte, eso no impidió que Ronny se cogiera a su ayudante, así que quizá las reglas sean más bien directrices —terminó de decir Noé.

Lo fulminé con la mirada, odiando que siempre fuera tan listillo.

—Ojalá madurases —le dije. Haciendo a un lado mis pensamientos, decidí seguir una nueva táctica antes de que mi otro hermano empezara a preguntarme si realmente quería coger con Silvia—. La cosa es que contratar a Silvia parecería que no somos justos en nuestras prácticas de contratación. Parecería nepotismo.

Noé dejó escapar una sonora carcajada. 

—Mira a tu alrededor, hermano. Todos estamos aquí por el nepotismo.

M*****a sea. Por supuesto, tenía razón. Todos estábamos en nuestros puestos en la empresa porque nuestra abuela nos había puesto en ellos.

Como no soy de los que se rinden, continué. 

—Solo es familia por matrimonio. Es la cuñada de Ronny.

Los ojos de Ronny se oscurecieron. 

—Eso la convierte en familia.

La tensión entre Ronny y yo se hizo más patente, más espesa, pero al mirar a mis otros hermanos, estos permanecieron indiferentes.

Ronny se enderezó y sus hombros se relajaron un poco mientras los hacía rodar. 

—Escucha, es tu departamento. Tienes que tomar tú la decisión. Lo único que te pido es que la entrevistes.

—¿Por qué? ¿Tu mujer te va a tener a dos velas si no lo hago? —Sabía que era una gilipollez decirlo, pero me sentía en desventaja. Sentía que lo merecía.

—No, porque Katy es una buena persona, a diferencia de algunas personas de esta mesa. Pero es cierto que Silvia es de la familia y lo único que siempre ha sido importante en esta empresa es la familia. Así que, dale una puta oportunidad y, si no funciona, bien. Pero dale la oportunidad. —Ronny se puso de pie—. Ahora tengo otro trabajo que hacer. —Se dirigió hacia la puerta. Mis otros hermanos se encogieron de hombros y se pusieron de pie para seguirlo. Cuando Ronny llegó a la puerta se volvió y dijo—: Y si eso de que te la quieres tirar es verdad, no lo hagas.

****

Así fue como un par de días después estaba esperando en mi escritorio a que Silvia se presentara para una entrevista. Cuando mi secretaria me llamó para decirme que Silvia estaba aquí, me puse de pie enderezando mi corbata y mi chaqueta mientras me recordaba que, en realidad, no tenía que contratarla. Solo tenía que entrevistarla.

Di la vuelta al escritorio para poder saludarla cuando entrara. La puerta se abrió y ella entró, e inmediatamente, deseé haberme quedado detrás de mi escritorio mientras toda la sangre de mi cuerpo corría directamente hacia mi ingle. Había sido muy atractiva en Tailandia, pero ahora, de pie, sola en mi despacho, era aún más impresionante de lo que recordaba.

Su vestido era de corte clásico, pero seguía teniendo los colores salvajes por los que era conocida. Sus suaves rizos estaban peinados de una forma que me hacía pensar en las chicas pin-up de los años cincuenta. Como Marilyn Monroe, pero con el pelo lavanda en lugar de rubio platino.

Sonrió y me tendió la mano. 

—Hola Gerard, no sé si me recuerdas. Soy Silvia Nichols.

—Sí, me acuerdo de ti. 

Tuve un momento para preocuparme de que mi tono sonara más lascivo que amistoso. Extendí la mano para estrechar la suya. Esta era pequeña comparada con la mía, y cálida y suave, y de nuevo tuve sensaciones en lugares que no debería tener. Retiré la mano y le indiqué que se sentara mientras yo me ponía rápidamente detrás de mi escritorio y me sentaba en mi silla.

—¿Por qué no me cuentas un poco lo que te interesa de este trabajo? —No era mi pregunta inicial habitual, pero supuse que, si tenía razón, y esto no era en realidad interesante para ella, me daría la oportunidad de eliminarla.

Ella lució una pequeña sonrisa en su rostro, pero luego respondió: 

—Me gusta contar historias con arte.

Me sentí intrigado por esa idea. Efectivamente, el marketing era en parte una forma de contar historias, así como una manipulación persuasiva y psicológica. Pero qué mejor manera de tocar la fibra sensible o de acceder a los deseos y necesidades más íntimos de la gente que a través de una historia.

Charlamos un poco más y luego decidí que debíamos ir al grano. ¿Qué haría ella con esta campaña que Ronny insistía en que debía ser la mejor de todos los tiempos? Saqué las maquetas que Liz y su equipo habían preparado para la expansión europea y se las entregué a Silvia.

Ella miró el trabajo y, al principio, su cara no reveló ninguna respuesta. Luego, me miró con una ceja arqueada y dijo: 

—No vas a usarlas, ¿verdad?

—¿Por qué no iba a hacerlo?

Por un momento me miró con incredulidad, y no me gustó la sensación que evocó en mí. Yo era bueno en mi trabajo, así que ¿por qué me miraba como si fuera un maldito idiota?

Sintiendo la necesidad de defenderme, dije: 

—Esta campaña va a atraer al mercado europeo. Es clásica y tradicional. Es un retroceso a los días de Audrey Hepburn y Cary Grant. Piensa en Vacaciones en Roma.

—En primer lugar, Vacaciones en Roma no estaba protagonizada por Cary Grant. Segundo, el romanticismo de Vacaciones en Roma atrae a la gente de Estados Unidos, no de Europa. La gente de Roma no está interesada en unas vacaciones romanas. Viven allí. Es solo otro lugar para ellos.

—Vale, inteligente, ¿qué harías tú?

La palabra «inteligente» se reflejó en sus ojos. Está claro que no le ha gustado, pero al final, la broma se volvió en mi contra, porque ver ese fuego en sus ojos me hizo desear poder tumbarla sobre mi escritorio y mostrarle todo tipo de cosas clásicas y tradicionales que se pueden hacer entre un hombre y una mujer.

—Hush Incorporated crea una línea de zapatos muy californiana. De hecho, es muy californiana de playa. Eso es lo que debería vender. Y si quisieras ir con alguna vibración histórica antigua, podrías ir con la playa de los sesenta, como los Beach Boys o algo así. Pero, definitivamente, tiene que evocar un ambiente de chica californiana.

Eso no encajaba bien con mi pensamiento clásico de marketing tradicional. 

—¿No te parece un poco torpe?

Sonrió. 

Sentí que mi mandíbula se tensaba y me esforcé por mantenerla relajada porque no quería que supiera que me estaba poniendo al tope de los nervios. 

—Esta campaña tiene que estar lista para ayer. Estos son los bocetos que tenemos. ¿Te sirven para trabajar?

Los puso de nuevo en mi escritorio. 

—No. —Ladeé la cabeza preguntándome si tal vez ella no quería este trabajo tanto como yo no quería dárselo—. Me dijeron que este trabajo tendría cierto margen creativo. Esto no es creativo. Los europeos ya tienen acceso a las tradiciones. Tu objetivo no debería ser encajar con lo que ya hay, tu objetivo debería ser destacar. Los europeos que vienen a Estados Unidos van al salvaje oeste porque están encaprichados con los vaqueros o vienen a la playa de California con la esperanza de ver estrellas de cine. Si quieres vender tus sandalias en Europa, eso es lo que yo haría.

No sé por qué me indigné tanto. Quizá porque estaba cuestionando mis conocimientos de marketing y publicidad. Tal vez porque tenía razón.

—No esperaría que alguien que se pasa el día pintando paisajes entienda del todo lo que se necesita para diseñar una campaña de marketing. —Sí, estaba entrando en modo gilipollas.

A su favor, volvió a sonreír, como si le divirtiera más mi arrebato que mi ofensa.

—Bueno, al menos mis paisajes ofrecen algo interesante que ver.

—Bueno, al menos los míos hacen lo que se supone que tienen que hacer y ganan dinero.

Se estremeció y la satisfacción que quería sentir al ganar la ventaja no fue tan buena como esperaba. Odiaba que ser un imbécil me hiciera sentir culpable. Ella se puso de pie. 

—El problema es que tú crees que esto es arte y no lo es. Sí, es tradicional y todo eso, pero tu objetivo es inspirar a la gente a comprar tus zapatos. Esto es demasiado aburrido para inspirar a nadie a hacer nada. Lo más seguro es que no les haga ir a comprar zapatos.

—Está claro que no encajas en este puesto —dije. Ella se rio. 

—Eso es un eufemismo. Gracias a Dios que se acabó, ¿no?

Me levanté, ignorando el bulto en mis pantalones que, a pesar de todo, seguía presente. 

—Cierto.

—¿Sabes? En realidad, ni siquiera quería solicitar este puesto, así que no tienes que preocuparte de que Ronny o Katy se enfaden contigo por no contratarme.

Fruncí el ceño. 

—¿Por qué te has presentado?

—Probablemente por la misma razón por la que me has entrevistado. Porque me insistieron para que lo hiciera.

No sé por qué, pero eso me hizo gracia y me reí. 

—Malditas familias.

Ella sonrió, y por primera vez parecía que estábamos en un terreno común.

—Además, quiero conseguir trabajo por mis propios méritos. No necesito que mi hermana y mi cuñado me hagan ningún favor. Y, sobre todo, no me interesa hacer nada de eso —dijo señalando los bocetos de la campaña publicitaria que ya habíamos preparado.

Y con eso volvimos a ser adversarios.

—Bueno, eso es algo bueno, cariño, porque con tus credenciales no mereces este trabajo.

—Este trabajo no requiere ningún credencial. Podrías conseguir que un mono hiciera ese tipo de cosas si fuera tan tonto como para hacerlo. Sé que yo no lo haría. Podrías ofrecerme un millón de dólares y, aun así, no haría este trabajo.

—Si tu trabajo vale un millón de dólares, ¿por qué estás buscando un trabajo, en primer lugar? ¿Cuánto de tu arte has vendido, de todos modos?

—¿Sabes qué, Gerard? Puedes coger mi currículum y metértelo por el culo. —Se dio la vuelta y salió de mi despacho.

Lo más inteligente habría sido dejarla ir, pero el hecho de que ella tuviera la última palabra, la última risa, me irritó. Así que salí por la puerta y corrí por el pasillo para alcanzarla.

—¿Sabes? tenemos trabajos para artistas hambrientos —dije cuando la alcancé fuera de los ascensores—. Hay una vacante en la sala de correo.

—Vaya, Gerard, eres tan inteligente. Eres un hombre muy valiente para meterte con una mujer pequeña como yo que solo intenta abrirse camino en el mundo haciendo algo que la apasiona.

Sus palabras dieron exactamente en el lugar que quería. Estaba señalando que yo no solo era un gilipollas, sino que también era mezquino e insensible. Pero había un brillo en sus ojos que sugería que no estaba ofendida por mi comentario. De hecho, era muy posible que lo estuviera disfrutando.

En realidad, yo también lo estaba disfrutando. Me gustan las mujeres fuertes y enérgicas. Al parecer, también me excitaba que me plantaran cara, algo que no me ocurría muy a menudo. La mayoría de las mujeres querían jugar bien para que yo les devolviera el favor, y no me refiero solo a mi cuerpo. La mayoría de las mujeres esperaban convertirse en la señora Gerard Hush y así tener acceso a mi dinero.

A Silvia, estaba claro, no le importaba nada de eso. Había algo en la forma en la que sus ojos grises me lanzaban puñales y en esa sonrisa divertida que me ponía caliente, no de ira, sino de deseo de saber si era tan luchadora en la cama como lo era en esos momentos.

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