Diego observó el rostro de Grecia mientras dormía en la habitación de la clínica a donde fue internada luego del desmayo sufrido ante la noticia del secuestro de Guillermo.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Basil ingresando a la habitación.
—Han secuestrado a nuestro hijo, aprovecharon un descuido de la gente de seguridad y nuestra ausencia para irrumpir en nuestra casa y llevarse a Guillermo —Diego se mesó los cabellos con evidente frustración.
—¿Tienes idea de quién ha podido ser el responsable? ¿Has dado aviso a la policía? —preguntó el hombre con tono preocupado.
—Sí, Camila y el hermano de Grecia. Rodrigo Falcón se ha encargado de hacer nuestras vidas miserables, pero te juro que si llego a ponerle la mano encima soy capaz de matarlo de una maldit@ vez y por todas —gruñ&oac
—El alta está firmada, pero aclaro que todo es bajo su responsabilidad —dijo el doctor en tono severo ante la insistencia de Grecia por dejar la clínica, estaba cansada de ver las caras de lástima que las enfermeras le dedicaban cada vez que pasaban por su habitación; ella no quería su lástima, quería tener a su hijo de nuevo entre sus brazos y ser feliz.—¿Estás lista? —preguntó Basil ignorando las palabras del doctor y dirigiéndose hacia Grecia.—Sí, ya quiero estar fuera de este lugar que solo me deprime más —dijo Grecia poniéndose de pie con ayuda del griego.—Es mejor marcharnos, mi chofer espera en el auto, te llevaré a mi casa —dijo el hombre haciendo que Grecia se detuviera en seco.—No, yo quiero volver a mi casa, a lo mejor Camila se arrepiente y quiera devolverme a mi hijo.—
El corazón de Diego latía más y más fuerte con cada kilómetro recorrido, el lugar estaba tan apartado de la ciudad, que en caso de emergencia sería casi imposible lograr salir a tiempo para algún tipo de atención médica.También pensar en lo que su hijo podía estar sufriendo a manos de ese par de desequilibrados le carcomía el alma. Guillermo solo era un pequeño inocente que apenas empezaba a vivir, no podía pensar en nada que no fuera rescatarlo, se lo había prometido a Grecia y así le costara la vida iba a cumplirle la promesa hecha.—Estamos cerca Diego, hoy mismo tendrás a tu hijo entre tus brazos —le prometió Jorge al ver la desesperación en el rostro de su jefe.—Es lo que más deseo Jorge, llevarle el niño a Grecia y olvidarnos de este mal momento —dijo pensando en lo que podía sur
El vidrio se rompió en mil pedazos al estrellarse sobre el piso, Grecia se llevó una mano al vientre.—¡Grecia! —Nancy corrió al verla tambalearse.»¡Grecia! —gritó la niñera nuevamente, sosteniéndola para evitar que cayera y se hiciera daño sobre el vidrio roto. —¡Señor Basil! —gritó desesperada al escuchar a Grecia gemir de dolor.—Mi bebé, mi bebé —se quejó respirando entre los espasmos de dolor que le atravesaron el cuerpo.—¡Señor Stavros! —gritó Nancy nuevamente. —Respira Grecia —le pidió y ella lo hizo.—¿Qué sucede? ¿Por qué gritas? —preguntó Basil saliendo de su despacho.—Es Grecia…—La bebé, Basil, la bebé —interrumpió Grecia entre die
Grecia abrió los ojos ligeramente aturdidos, observó el techo de la habitación como si fuera la cosa más interesante del mundo y es que para ella en ese preciso momento lo era. No quería enfrentarse a la realidad, pero lo quisiera o no, debía hacerlo sobre todo porque necesitaba saber de su hijo, sino fuera por él desearía dormir por la eternidad. Por él se obligó a ponerse de pie.—Guillermo —susurró en tono bajo, pero no lo suficiente como para que Guillermo se acercara a ella.—Grecia, ¿Cómo te sientes? —se apresuró a preguntar.—¿Cómo esperas tú que me sienta? —respondió sin verlo.—Lo siento Grecia, todo tiene una explicación, yo…—Yo no quiero escuchar y te agradeceré que no vuelvas a tocarme, no quiero saber más de tus mentiras —le inter
Grecia sintió su corazón latir fuerte dentro de su pecho y sin pensarlo corrió hasta la habitación de su hijo, abrió la puerta y ver los ojitos de su pequeño le inundó de felicidad.—¡Mi bebé! —gimoteo acercándose a él.—Mami —susurró estirando sus manitos para que ella pudiera cogerlo, pero los cables no se lo permitían.—Tranquilo mi amor, aquí estoy contigo, no te dejaré mi tesoro. Por ahora debemos esperar —le susurró acariciando su cabecita con ternura.Guillermo observó la escena con el corazón apretado, su hijo estaba a salvo, su familia estaba completa, pero…—¡Papi! —llamó el niño al verlo parado en la puerta.—Hola campeón —dijo acercándose por el otro lado para no incomodar a Grecia.—Papá
«Lo único que quiero de ti, es que me des el divorcio»«Divorcio»«Divorcio»«Divorcio»Aquella palabra se repitió como un mantra en la mente de Guillermo, mientras su corazón se estrujaba dentro de su pecho, hasta el punto de hacerle perder el aliento.—Grecia —susurró, mientras lágrimas caían por sus mejillas.—Buscaré un abogado para que se haga cargo de todo, y verás a nuestros hijos solo cuando el juez lo disponga, antes prefiero que te mantengas alejado —pidió luchando para que la voz no se le quebrara.—No puedes hacerme esto, no puedes hacernos esto Grecia, ¡nos amamos! —gritó como último recurso.—Te equivocas, te amé. Y te amé como jamás hubiese podido ser capaz de amar a otro ser en mi vida, te idealicé, fuiste mi todo
Guillermo se puso de pie antes de que el abogado dijera algo más. Estaba hecho, oficialmente su relación con Grecia había terminado, pero no lo que sentía por ella y así le llevara toda la vida, trataría de volver a conquistarla si tenía la oportunidad de hacerlo.—Iré a despedirme de los chicos —anunció sin ver a la mujer.—Siéntete libre —respondió con simpleza.Grecia por su parte despidió al abogado, le agradeció por la rapidez de sus servicios y se quedó en la biblioteca, ¿Qué otra cosa podía hacer? Todo estaba decidido ya, por fin era una mujer libre. Empezaría de cero y saldría adelante por sus hijos, ellos serían el motor de su vida de ahora en adelante.Mientras tanto Guillermo observó a sus hijos con pesar, ¿Cómo iba a decirles que no volverían a ser una fa
Grecia se sintió incómoda por lo ocurrido allí afuera, por un momento llegó a pensar que Basil tenía un interés sentimental en ella, pero al darse cuenta que la cena era solo eso; una cena entre amigos se sintió un poco más relajada y decidió disfrutar del momento que pocas veces se permitía tener. Y todo lo que hasta ese momento había disfrutado se vio opacado en el mismo instante que Basil tomó sus manos entre las suyas. Un gesto que no tenía nada que ver con la amistad, porque ella sabía muy bien diferenciar una cosa de la otra.—Basil —susurró tratando de liberar sus manos con discreción.—Grecia, no sé cómo decirte esto, o como puedas tomarlo tú, pero no puedo seguir callando lo que siento por ti, esto me supera —confesó y el cuerpo de Grecia tembló.—Basil, por favor —Grecia l