Un lugar para quedarseAlice, ya había empacado las maletas para irse, a pesar de que esa era su casa, Dalton había perdido la suya por su culpa, así que no podía pedirle que se fuera con su hijo y hermana. Debía ser ella quien se fuera por el tiempo que fuera necesario.Pero había un pequeño detalle, no tenía a donde ir. Volver a su antiguo departamento no era una opción, puesto que era demasiado inseguro, quedarse con su tía Lizzie y Moscú, podía meterla en problemas atrayendo más enemigos innecesarios e irse a un hotel sería demasiado costoso, y a pesar de poder costearlo, le parecía un despilfarro de dinero obsceno.Llevó sus manos a su cintura, soltando un bufido con fastidio y entonces se puso a pensar en las pocas personas que conoce a las que podía acudir. Primero fue Malek quien vino a su mente, pero sería una tortura para él que ella duerma en el mismo sitio y él tampoco tiene casa en la ciudad. Luego pensó en Deborah, pero sería irónico que le pida un espacio a Dalton para
Un respiro—No. No digas eso— Farfulló la castaña rápidamente. —Te prometo que vendré a visitarte y volveré pronto…—Eso dijiste la última vez, antes de que tú y mi papá desaparecieran en su viaje de negocios. —Musitó el pequeño con la voz al borde del quebranto.En ese instante, Alice supo que debía hacer algo especial para él antes de irse. —¿Te gustaría hacer un dibujo conmigo? —Sugirió rápidamente—. Un dibujo para recordar este momento juntos. Así lo guardaremos hasta que vuelva y te prometo enmarcarlos como símbolo de nuestra amistad.Los ojos del niño brillaron nuevamente al escuchar la propuesta.—¡Sí! ¡Vamos! —gritó emocionado y corrió hacia la mesa donde solían dibujar juntos.Alice lo siguió y sacaron lápices de colores y hojas blancas. Mientras dibujaban juntos, Alice hizo un esfuerzo consciente por disfrutar cada segundo; observando cómo Samuel elegía colores vibrantes y cómo sus pequeñas manos trazaban formas inocentes en el papel. Al final del dibujo, habían creado un
Dalton abrió sus ojos como platos mientras tragaba saliva con brusquedad, un sudor frío recorrió su fornida espalda, generando en él un fuerte escalofrío que erizó cada vello de su cuerpo, al tiempo que su conciencia repetía las palabras de Jennifer en su cabeza, una y otra vez como comercial de televisión.Con respiración entrecortada y la mirada perdida en tiempo y espacio. Dalton apoyó ambas manos en el escritorio y acto seguido, se levantó y finalmente fulminó a la rubia con sus ardientes ojos verdes.—¿Por qué demonios estás haciendo esto? ¿Acaso estás enloqueciendo? —Cuestionó Dalton alzando su tono de voz.—No estoy loca, estoy más cuerda que la mujercita que llamas esposa— Respondió Jennifer sin abandonar su posición de diva.—Mira... —Musitó Dalton mientras se frotaba la cara con brusquedad al tiempo que suspiraba ruidosamente. —Te prohíbo terminantemente que le faltes el respeto a Alice. Tú no eres nadie para tener su nombre en tu boca. —Espetó el ojiverde señalándola con su
—¡Maldición! —Gritó Dalton lanzando la montaña de carpetas y papeles que tenía sobre su escritorio, causando que todos los de su departamento voltearan a ver lo que sucedía a través de las paredes de cristal de su oficina.Inmediatamente, Deborah que estaba frente a su oficina, corrió hacia él para ver si se encontraba bien o si podía ayudarlo con algo.—Dalton… ¿Sucedió algo malo? ¿Necesitas ayuda? —Preguntó la pelirroja preocupada.—Sí. Estoy bien. Por favor vete y cierra la puerta— Exigió Dalton llevándose ambas manos a la cabeza con frustración mientras que respiraba ahogado.Deborah asintió cabizbaja y giró sobre su propio eje para luego dirigirse a la puerta dispuesta a irse, pero luego hizo caso miso y luego se acercó lentamente hacia el castaño.—No. No me iré… —Sentenció ella alzando su mano para luego acariciar la mejilla del ojiverde.Deborah, sintiendo la tensión en el aire, se quedó a su lado, sin saber si debía insistir o darle espacio.—Dalton, realmente no tienes que h
Alice y Catherine se miraron entre sí, como si tuvieran alguna especie de conexión telepática. Ambas estaban más que conscientes de porque Dalton no podía estar presente. Hasta donde él sabía, Alice se había tomado la píldora, y no podían simplemente decirle que si estaba embarazada.—¿Entonces…?El doctor seguía esperando una respuesta y ya comenzaba a sentirse ansioso por las miradas cómplices entre ambas mujeres.—El padre… —Catherine comenzó a hablar, pero luego Alice le sujetó el brazo para que dejara de hablar.—Mi esposo está en un viaje de negocios y no quisiera molestarlo por ahora— Aclaró Alice entre titubeos.—Entiendo señorita, pero es de vital importancia para usted y su bebé que el padre esté presente y hasta entonces debe saber que no puede estar sola. Debe descansar mucho y cambiar su alimentación por completo. —Explicó el médico en tono severo.—Por eso he venido con mi madrina, estoy quedándome en su casa mientras mi esposo está de viaje y los cuidados serán instantá
Al caer la noche, Alice y Catherine regresaron a casa en un silencio que pesaba como una losa. La castaña miraba por la ventana, observando cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros. La culpa se retorcía en su interior como una serpiente; no podía dejar de pensar en las complicaciones que podrían surgir con el embarazo y cómo cada decisión equivocada podría afectar al bebé. La imagen de aquel pequeño ser dependiente de su cuidado la atormentaba.Catherine, a su lado, mantenía los labios sellados, el peso del secreto que compartían casi insoportable. Sabía que Alice necesitaba su espacio, pero su corazón latía con fuerza por la preocupación. Era como si cada latido resonara con el eco de sus propios miedos; aunque consideraba a Alice como una hija, también sabía que estaban navegando en aguas muy peligrosas. Ocultar a Alice en su casa era un acto desesperado, sobre todo cuando ella misma era una de la
Fríamente calculado—Ese es el detalle. Yo no quiero que se entere de que es suyo. Por eso me mudé contigo, en tanto no me vea, no sabrá que estoy en cinta— declaró Alice en tono frío.—Eso es prácticamente imposible y totalmente incorrecto. No tienes el derecho de ocultarle que esperas un hijo suyo. Dalton podrá ser el mismísimo diablo, pero sigue siendo su hijo y tiene todo el derecho de saberlo. —Respondió Catherine.Alice abrió su boca para responderle a Catherine, pero fue interrumpida por el sonido de un mensaje entrante en su teléfono. La castaña sacó el aparato de su bolso y lo revisó; la pantalla ponía “Has recibido un video de un número desconocido”. Ella de inmediato frunció el ceño extrañada por el mensaje y de inmediato lo abrió para ver de qué se trataba, El chat se abrió ante sus ojos mientras el video se descargaba en el aparato, Alice miró la parte superior del chat y vio que el usuario de dicha cuenta seguía en línea como si esperara que ella le respondiera. En ese
Catherine se quedó boquiabierta por un momento, asimilando la gravedad de la solicitud. La idea de tener un arma en sus manos era aterradora, pero también sabía que estaban en una situación extrema. Sin dudarlo, se dirigió al sofá donde reposaba la cartera de Alice y la abrió con manos temblorosas.—¿Estás segura de esto? —Preguntó, con la voz entrecortada.—No tengo otra opción... —Respondió Alice en susurros, con su mirada fija en la puerta, donde Damián seguía insistiendo. —No dejaré que nos amenace más.Catherine finalmente encontró el revólver y lo sacó con cuidado, sintiendo el peso del metal frío en sus manos. Se lo pasó a Alice, quien lo recibió con firmeza. El brillo del cañón reflejó la determinación que no dejaba de flamear en sus ojos.—Si él entra... —Empezó a decir Catherine, pero Alice la interrumpió.—Si entra, no voy a dudar. No puedo permitir que haga daño a nadie que amo.Damián continuaba golpeando la puerta con impaciencia. La atmósfera se volvió opresiva, como si