Alice lo miró por encima del hombro, sus ojos reflejaban una mezcla de emociones: alivio y temor. —Sí, lo hice. —Respondió con un susurro, como si cada palabra fuera un peso que debía cargar. Dalton sintió una mezcla de rabia y culpa. Sabía que esta decisión podía afectar rotundamente el futuro y la vida de Alice, pero también se sentía muy impotente porque ella se había deshecho de esa posibilidad sin siquiera pensarlo un poco. —Sabes que debía hacerlo, no podía tener esa carga sobre mis hombros por ahora. —Dijo Alice encogiéndose de hombros. Alice se acercó a él y tomó su mano. —Ninguno de los dos lo quería realmente. Pero aquí estamos. Solo tenemos que seguir adelante. —Musitó— Ya tendremos otra oportunidad, si es que de verdad queremos tenerla. (***) Ese día, ambos decidieron que se tomarían un descanso de sus vidas laborales y regresaron a casa, pero a pesar de estar juntos, parecía como si ambos estuvieran en dos dimensiones totalmente opuestas. Alice estaba de
Un nuevo secreto IIAlice estaba perdida entre los labios del castaño y sus caricias, su corazón latía desbocado y sus piernas temblaban por querer enrollarse en la cintura de él. Pero, de la nada, un pensamiento irrumpió en su mente, haciéndola cortar el beso. “Esta no eres tú” Le reprendió su conciencia como si se tratara de un juez.Dalton frunció el ceño ante su alejamiento y luego intentó volver a besarla, pero ella lo detuvo con un ligero empujón.—No. No puedo hacer esto… —Sentenció la castaña, con la mirada clavada en la de Dalton.—De veras que no te entiendo… En un segundo me besas y al siguiente no quieres ni respirar el mismo aire que yo respiro. —Masculló Dalton fastidiado.—Tengo muchas cosas en mi cabeza y estoy verdaderamente confundida. Ya no sé lo que quiero y necesito mi espacio.Alice se encogió de hombros con simpleza mientras que levantaba sus manos en señal de rendición.—¿Por eso es que te tomaste la píldora? ¿Por qué quieres jugar conmigo de esta forma tan enf
Un lugar para quedarseAlice, ya había empacado las maletas para irse, a pesar de que esa era su casa, Dalton había perdido la suya por su culpa, así que no podía pedirle que se fuera con su hijo y hermana. Debía ser ella quien se fuera por el tiempo que fuera necesario.Pero había un pequeño detalle, no tenía a donde ir. Volver a su antiguo departamento no era una opción, puesto que era demasiado inseguro, quedarse con su tía Lizzie y Moscú, podía meterla en problemas atrayendo más enemigos innecesarios e irse a un hotel sería demasiado costoso, y a pesar de poder costearlo, le parecía un despilfarro de dinero obsceno.Llevó sus manos a su cintura, soltando un bufido con fastidio y entonces se puso a pensar en las pocas personas que conoce a las que podía acudir. Primero fue Malek quien vino a su mente, pero sería una tortura para él que ella duerma en el mismo sitio y él tampoco tiene casa en la ciudad. Luego pensó en Deborah, pero sería irónico que le pida un espacio a Dalton para
Un respiro—No. No digas eso— Farfulló la castaña rápidamente. —Te prometo que vendré a visitarte y volveré pronto…—Eso dijiste la última vez, antes de que tú y mi papá desaparecieran en su viaje de negocios. —Musitó el pequeño con la voz al borde del quebranto.En ese instante, Alice supo que debía hacer algo especial para él antes de irse. —¿Te gustaría hacer un dibujo conmigo? —Sugirió rápidamente—. Un dibujo para recordar este momento juntos. Así lo guardaremos hasta que vuelva y te prometo enmarcarlos como símbolo de nuestra amistad.Los ojos del niño brillaron nuevamente al escuchar la propuesta.—¡Sí! ¡Vamos! —gritó emocionado y corrió hacia la mesa donde solían dibujar juntos.Alice lo siguió y sacaron lápices de colores y hojas blancas. Mientras dibujaban juntos, Alice hizo un esfuerzo consciente por disfrutar cada segundo; observando cómo Samuel elegía colores vibrantes y cómo sus pequeñas manos trazaban formas inocentes en el papel. Al final del dibujo, habían creado un
Dalton abrió sus ojos como platos mientras tragaba saliva con brusquedad, un sudor frío recorrió su fornida espalda, generando en él un fuerte escalofrío que erizó cada vello de su cuerpo, al tiempo que su conciencia repetía las palabras de Jennifer en su cabeza, una y otra vez como comercial de televisión.Con respiración entrecortada y la mirada perdida en tiempo y espacio. Dalton apoyó ambas manos en el escritorio y acto seguido, se levantó y finalmente fulminó a la rubia con sus ardientes ojos verdes.—¿Por qué demonios estás haciendo esto? ¿Acaso estás enloqueciendo? —Cuestionó Dalton alzando su tono de voz.—No estoy loca, estoy más cuerda que la mujercita que llamas esposa— Respondió Jennifer sin abandonar su posición de diva.—Mira... —Musitó Dalton mientras se frotaba la cara con brusquedad al tiempo que suspiraba ruidosamente. —Te prohíbo terminantemente que le faltes el respeto a Alice. Tú no eres nadie para tener su nombre en tu boca. —Espetó el ojiverde señalándola con su
—¡Maldición! —Gritó Dalton lanzando la montaña de carpetas y papeles que tenía sobre su escritorio, causando que todos los de su departamento voltearan a ver lo que sucedía a través de las paredes de cristal de su oficina.Inmediatamente, Deborah que estaba frente a su oficina, corrió hacia él para ver si se encontraba bien o si podía ayudarlo con algo.—Dalton… ¿Sucedió algo malo? ¿Necesitas ayuda? —Preguntó la pelirroja preocupada.—Sí. Estoy bien. Por favor vete y cierra la puerta— Exigió Dalton llevándose ambas manos a la cabeza con frustración mientras que respiraba ahogado.Deborah asintió cabizbaja y giró sobre su propio eje para luego dirigirse a la puerta dispuesta a irse, pero luego hizo caso miso y luego se acercó lentamente hacia el castaño.—No. No me iré… —Sentenció ella alzando su mano para luego acariciar la mejilla del ojiverde.Deborah, sintiendo la tensión en el aire, se quedó a su lado, sin saber si debía insistir o darle espacio.—Dalton, realmente no tienes que h
Alice y Catherine se miraron entre sí, como si tuvieran alguna especie de conexión telepática. Ambas estaban más que conscientes de porque Dalton no podía estar presente. Hasta donde él sabía, Alice se había tomado la píldora, y no podían simplemente decirle que si estaba embarazada.—¿Entonces…?El doctor seguía esperando una respuesta y ya comenzaba a sentirse ansioso por las miradas cómplices entre ambas mujeres.—El padre… —Catherine comenzó a hablar, pero luego Alice le sujetó el brazo para que dejara de hablar.—Mi esposo está en un viaje de negocios y no quisiera molestarlo por ahora— Aclaró Alice entre titubeos.—Entiendo señorita, pero es de vital importancia para usted y su bebé que el padre esté presente y hasta entonces debe saber que no puede estar sola. Debe descansar mucho y cambiar su alimentación por completo. —Explicó el médico en tono severo.—Por eso he venido con mi madrina, estoy quedándome en su casa mientras mi esposo está de viaje y los cuidados serán instantá
Al caer la noche, Alice y Catherine regresaron a casa en un silencio que pesaba como una losa. La castaña miraba por la ventana, observando cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros. La culpa se retorcía en su interior como una serpiente; no podía dejar de pensar en las complicaciones que podrían surgir con el embarazo y cómo cada decisión equivocada podría afectar al bebé. La imagen de aquel pequeño ser dependiente de su cuidado la atormentaba.Catherine, a su lado, mantenía los labios sellados, el peso del secreto que compartían casi insoportable. Sabía que Alice necesitaba su espacio, pero su corazón latía con fuerza por la preocupación. Era como si cada latido resonara con el eco de sus propios miedos; aunque consideraba a Alice como una hija, también sabía que estaban navegando en aguas muy peligrosas. Ocultar a Alice en su casa era un acto desesperado, sobre todo cuando ella misma era una de la