Sicilia.4:30 PM.Alice se encontraba en su habitación recibiendo sus terapias intensivas con todo el equipo de especialistas. Hasta ahora ya habían pasado ocho días desde su cirugía y se encontraba mucho mejor, ya podía hablar mucho más que antes, pero aún se agotaba mucho cuando lo hacía y en ocasiones quedaba afónica, pero no era nada que un tecito y una noche de sueño reparador curara.Dalton y Nicholas se habían unido mucho más desde que hicieron las pases y habían hilvanado un excelente plan para darle su merecido a Damián, pero aún había un punto clave en el plan que no habían llevado a cabo y se trataba de involucrar a Alice para que pudiese apoyarlos. Decididos, ambos fueron a la habitación de la castaña para contarle todo al respecto luego de que los médicos terapeutas se fueron.Dalton y Nicholas se miraron con complicidad antes de entrar en la habitación de Alice. La encontraron sentada en su cama, con una taza de té en la mano y una expresión serena. Al verlos, Alice hizo
PuntadasSi vieras desde lejos la mansión de Nicholas pensarías que era una propiedad magnífica para vacacional, el lugar ideal para albergar a una familia numerosa y feliz, pero si vieras más de cerca, podrías a dos hombres batiéndose a muerte dentro de la enorme piscina, con las aguas teñidas de rojo turbulentas por cada golpe o embestida de ambos.Alice parpadeó un par de veces, encandilada por el exceso de luz a su alrededor, de a poco se incorporó llevándose una mano a la nuca, haciendo una mueca de dolor al sentir que sus dedos tocaban la herida sangrante bajo su cabello. Cuando su vista se adaptó a la claridad, pudo ver a Dalton y Damián dentro de la piscina, revolcándose como si no hubiera un mañana.—Paren, por favor…— Balbuceó atontada por el golpe, sintiendo de pronto unas ganas increíbles por quedarse dormida, pero no podía ceder.De la nada, se oyó el sonido de un cañón al estallar cerca de ellos, causando que ambos se pararan en seco. Los hombres y la joven miraron a su
Nueva YorkCatorce horas más tarde.Al salir del vestíbulo del aeropuerto, el aire frío típico del inicio del invierno de Nueva York les dio la bienvenida, un contraste marcado con el ambiente cálido y cerrado del avión. Nicholas, con una mirada aguda, escaneó el área mientras sus compañeros se ajustaban las mochilas al hombro. Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, pero lo que realmente captó su atención fueron las tres camionetas negras estacionadas en fila, cada una con un conductor impasible al volante, acompañado de dos hombres más que se veían igual de peligrosos que el chofer.Alice se acercó a Dalton, su voz, apenas un susurro entre el bullicio del aeropuerto.—¿Crees que todo esto era necesario? —Preguntó, su mirada nerviosa, reflejando la ansiedad que todos sentían.—Es por nuestra seguridad— Respondió Nicholas sin titubear, aunque en el fondo sabía que esta decisión los ponía en un camino peligroso al dejarlos expuestos de cierta manera. —No podemos arriesgarnos a ser
Una vida por otraLos hombres reaccionaron como si estuvieran atrapados en una pesadilla; los gritos comenzaron a sonar mientras algunos intentaban huir y otros buscaban refugio detrás de las mesas. Dalton apuntó hacia los presentes con determinación, disparando sin dudarlo.El primer disparo resonó como un trueno sordo en el sótano; uno de los traficantes cayó al suelo instantáneamente. El caos estalló: sillas volaron por los aires mientras los hombres intentaban protegerse o escapar del horror que se desataba ante ellos.Dalton avanzó entre los cuerpos caídos, su corazón latiendo con fuerza mientras disparaba a quemarropa. Cada tiro era un eco de su misión cumplida: eliminar todo lo que estuviera entre él y su objetivo. Finalmente, llegó hasta él, quien intentaba arrastrarse bajo la mesa.Con una calma fría que contrastaba con el caos a su alrededor, Dalton se agachó frente a su objetivo. Lo miró a los ojos; por un instante, todo pareció detenerse nuevamente. El hombre suplicante ba
Como en todas las historias, era el momento del punto de quiebre, ese que está por suceder con Alice y Dalton. Ambos estaban luchando a muerte con sus propios demonios, esos que tenían ocultos en lo profundo de su ser.De camino al lugar seguro, Dalton parecía haber entrado en un estado de catatonia por el shock de su atentado, pero no era así, este solo estaba metido en su propia cabeza, siendo atacado por su propia conciencia, que lo carcomía sin ningún tipo de piedad. Acababa de convertirse en un homicida a sangre fría, había roto cualquier cantidad infinita de sus propios valores y reglas. Ahora, ¿Cómo podría ver a los demás sabiendo que se había convertido en un monstruo? ¿Qué pasaría si alguien se enteraba?Mientras tanto, Alice seguía discutiendo en el Loft con su madre y el caos comenzaba a desatarse en su cabeza. Estaba harta de tanto drama, tantos problemas, tanto de todo. Durante toda su vida se esforzó por ser una buena hija, con las mejores notas en la escuela, siendo sie
Alice, al salir al pasillo, siente que su corazón late con fuerza, tanto que pareciera que se le saldría por la boca en cualquier momento. La luz tenue ilumina las paredes, pero el silencio es abrumador. Cada paso que da resuena en el suelo vacío, y la sensación de soledad la envuelve. Parece que todos han desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, dejándola atrapada en esta situación.Con preocupación creciente, decide avanzar hacia la escalera de emergencia, pensando que tal vez allí encuentre a alguno de los guardaespaldas o a alguien que pueda explicarle lo que está pasando. A medida que se acerca a la puerta del final del pasillo, escucha un murmullo distante. Su corazón se acelera; tal vez no está tan sola después de todo.Al abrir la puerta, se encuentra con una pequeña sala de reuniones. Las luces parpadean, y la tensión en el aire es palpable. En una esquina, ve a un par de hombres hablando en voz baja; sus rostros son serios y concentrados. Alice retrocede instintivamente pa
La parcaAlice sintió cómo el tiempo se detuvo en ese instante, el sonido del disparo quedó resonando en sus oídos como un eco aterrador. La imagen de Dalton, su rostro iluminado por la confusión y el miedo, pero a la vez se lo veía calmado, sin duda, su expresión se grabó en la mente de la joven. Ella se aferra a su torso una vez más, con sus dedos temblando, totalmente incapaces de soltarlo.Dalton, aunque estaba herido, intentó sonreírle para tranquilizarla. Su mano aún temblorosa acarició su mejilla una vez más, tratando de infundirle un poco de calma en medio del caos.—Alice, escucha— dijo con voz firme, pero suave —no mires atrás. Solo concéntrate en mí. Estaré bien, no es tan grave como parece, lo juro. Aunque duele como los mil demonios, sé que puedo soportarlo. —Añadió jadeando un poco.Mientras que las luces cálidas de la habitación parpadeaban cada tanto por lo viejas que eran a iluminándolos a medias con su luz blanca amarillenta, Alice sintió que su corazón latía estaba
Elizabeth no tuvo más argumentos que dar, solo bajó la cara y guardó silencio. Nicholas asintió levemente con un atisbo de decepción en sus ojos, luego la rodeó y salió de la habitación para ir a encontrarse con Alice y Dalton y llevárselos al hospital.El motor de la camioneta rugía mientras Nicholas giraba con habilidad por las calles mojadas, salpicando charcos que reflejaban las luces de neón de la ciudad. En la parte trasera, Dalton y Alice compartían un espacio que, aunque pequeño, estaba cargado de una tensión palpable. La herida de Dalton era grave; el paño blanco que Alice apretaba contra su costado se tornaba cada vez más rojo.—¡Vamos, Nicholas! ¡Acelera! —Gritó Alice, con su voz temblando por el miedo que le apretaba el pecho.Miró a Dalton, cuyos ojos estaban medio cerrados, y sintió un nudo en la garganta.—¡Dalton! ¡Mírame! —Exigió zarandeándolo un poco—¿Alice? —Murmuró él, apenas consciente. Su voz era un susurro, y su palidez era alarmante. La sangre empapaba el paño