Brad sintió una punzada aguda en el pecho, un dolor sordo que amenazaba con oscurecer su resuelta determinación.—¿Por qué dices eso ahora? —, preguntó, con la confusión tejiendo arrugas en su ceño—, lo dice ¿Por qué ella no te cae bien?Estrella negó con la cabeza.—No Brad, no se trata de eso, es porque es peligroso —empezó a decir Estrella, mordiéndose el labio inferior. —El ritual... une algo más que vuestros destinos. Y si le pasa algo a uno... el otro sufrirá las consecuencias de su ausencia.Las manos de Brad temblaron ligeramente, mientras trataba de analizar sus palabras.—Brad, no es un capricho, no puedes marcarla —, imploró, con los ojos muy abiertos, mezcla de miedo y resolución—. Si la marcas y luego tu hijo recibe tu corazón, Yara sufrirá... Tal vez hasta muera. No puedes condenar a la mujer que amas a un destino así, y tu hijo quedará solo, sin ninguno de sus padres, ni su tío, ni su abuelo.Sus palabras atravesaron la niebla de sus pensamientos como una flecha de plat
El polvo se levantó a su paso, ondulando como serpientes de tierra a la sombra de los vehículos militares. Brad, con la mirada fija en el horizonte erosionado por las ruedas de los convoyes, apretó el volante del vehículo líder. Sabía que Oslo había acudido a la tecnología humana para inflar su arsenal con máquinas de guerra, y ahora él usaba esa misma intimidación para pasar inadvertidos.—¿Cuántos guardias crees que habrá? —preguntó Yara, su voz calmada, contrastando con la tensión que vibraba en el aire.—El triple que antes, de hecho su primer anillo de seguridad son humanos, los usa como carne de cañón —respondió él, sin desviar la vista —sabe que los humanos no dudarían en atacar."—Prudente —dijo ella, asintiendo con un movimiento casi imperceptible.Brad redujo la velocidad al llegar a los límites de la manada Colmillo de Plata. Observó cómo sus hombres disfrazados de soldados bajaban de los vehículos, moviéndose con una eficiencia silenciosa para desarmar a los pocos centine
Con un gruñido profundo y amenazante, Oslo dejó caer su humanidad como una capa desgastada. Su cuerpo se contorsionó, huesos reacomodándose en el formidable esqueleto de un lobo gigantesco. El lobo de Oslo, emitió un aullido salvaje, sus ojos brillando con una furia asesina. Sus patas delanteras golpearon el suelo con un estruendo, levantando nubes de polvo a su alrededor. Se lanzó hacia Brad con una velocidad sobrenatural, sus fauces abiertas y listas para desgarrar la carne de su enemigo.“¡Cuidado, Brad!”, gritó Kira desde la distancia, advirtiendo del peligro inminente, con temor a que este la atacara.Brad no se transformó en lobo, en su lugar, se mantuvo firme y enfrentó la embestida de Oslo con el báculo en alto. La energía que emanaba del artefacto lo envolvía como un escudo, y cuando el lobo de Oslo intentó morderlo, sus dientes chocaron contra una barrera invisible.Brad enfrentó a la bestia con ojos resueltos y un aura de confianza que irradiaba poder. Pero Oslo no estaba
Cuando Rosalinda vio a Yara, sintió el miedo agitarse en su interior, la amenaza implícita en las palabras de la chica resonó en el aire, provocando un escalofrío en su columna vertebral. Igual le ocurrió a Oslo, que al ver a la joven retrocedió, al percibir la fuerza de su poder, sintió miedo.Rosalinda, tenía la respiración entrecortada, permaneció inmóvil mientras sus ojos se dilataron al reconocer la silueta de Yara.La tensión entre las dos mujeres alcanzó su punto máximo, mientras se miraban fijamente, cada una desafiando a la otra con su presencia dominante.—¿Qué le has hecho a Brad? ¿Qué significa esto? ¿Lo hechizaste? ¿Le lavaste el cerebro para que creyera en ti? —pronunció Rosalinda con una mezcla de miedo y desafío. La sorpresa inicial se transformó en rabia.Brad, atrapado en medio de la confrontación, intervino con voz firme. —No intentes engañarme Rosalinda, ¡¿Se te olvida que conozco la verdad?! Tú y yo nunca estuvimos juntos, por eso es imposible que tu hija pueda
El pecho de Yara se agitó con la fuerza primitiva de su respiración mientras observaba a Rosalinda corriendo para escapar, no podía creer que ella pensara que iba a salir bien de todo eso.Pero si esa mujer estaba pensando eso, estaba bastante equivocada, porque ella no estaba dispuesta a dejarla ir impune por sus crimines, así que comenzó a correr tras ella, sin embargo, segundos después esta se transformó en lobo, cuando Yara se dio cuenta de que Rosalinda se disponía a escapar, actuó por instinto. Sin pensarlo dos veces comenzó una transformación, pero la dejó a media, y salió corriendo tras la mujer. La luna llena iluminaba el bosque con su resplandor plateado mientras Yara perseguía a Rosalinda.—¡Espera! No trates de escapar, porque no te lo permitiré —La voz de Yara rasgó el claro, cruda e inflexible. Sus pies golpearon la tierra, sabiendo instintivamente que la persecución acababa de empezar. Lanzó una fugaz mirada por encima del hombro, hacia donde se encontraban su hermano
El pulso de Yara se aceleró con cada latido, una tormenta crepitante de anticipación y molestia. Parada en el claro de la manada, sus ojos permanecían fijos en Rosalinda, cuya furia era tan palpable como la humedad previa a una tormenta. La tensión era una serpiente enroscada, lista para el ataque.Los movimientos de Rosalinda eran desesperados y llenos de furia. Ella no aceptaba su derrota, no podía soportar la idea de perder su loba y enfrentar las consecuencias de sus acciones. Con el cuchillo en la mano, avanzó hacia Kira, sus ojos llenos de odio.Kira, sin embargo, estaba preparada. Había luchado durante años para proteger a su manada y a su familia, y no iba a dejar que Rosalinda la derrotara en este momento crucial.—¿Qué esperas? —retó Yara, la voz firme pero su mente girando en busca de estrategias.Sin embargo, antes de que Rosalinda pudiera dar en el blanco, una mano poderosa se extendió y con un barrido, las piernas de la atacante, haciéndola caer al suelo con un golpe sor
El aire tenía una mezcla de sangre, muerte y hasta de pólvora. El campo de batalla, sembrado de cuerpos inertes y lamentos ahogados, era un testimonio mudo del caos que acababa de consumarse. Brad, con el ceño fruncido y la mirada fija en el horizonte, gritaba órdenes con voz autoritaria, a diestra y a siniestra.—¡Ustedes, recojan a los caídos! ¡Y tú, lleva a los heridos a las tiendas! ¡Rápido! —su voz barítona resonaba sobre el murmullo de la desesperación.Los hombres se movían como una marea agitada, obedeciendo sin titubeos. En cierta forma, sus comandos eran el faro en la tempestad, imponiendo orden al desorden. Se mantenían ocupados, recogiendo los cuerpos de los lobos caídos en combate y preparándolos para una sepultura digna. La noche era un torbellino de actividad, con miembros de la manada ocupados en diferentes tareas, tratando de restaurar la normalidad después de la batalla.Entretanto, Yara se unió a las mujeres de la manada que estaban ocupadas cuidando a los heridos
El médico parpadeó varias veces, sorprendido por la confesión de Brad y la furia que emanaba de él. El ambiente se puso tenso ante el enfrentamiento inminente. Brad, con los puños cerrados y la mirada fija en el médico, sabía que algo andaba mal, que ese hombre guardaba más secretos que su falsa cordialidad dejaba entrever.—¿Qué es lo que ocultas, doctor? —preguntó Brad, escrutando los ojos del hombre frente a él.—Brad, —replicó el médico con una sonrisa torcida—, no hay nada que ocultar.Pese a sus palabras, su voz tenía un matiz que Brad no podía ignorar, un tono que le erizaba la piel.—Entonces, ¿por qué huelo la mentira en tu aliento? —Brad dio un paso adelante, sus instintos lobunos agudizados por la sospecha.Pero antes de que pudiera responderle, Brad se lanzó sobre él, sus garras se extendieron, y con un movimiento rápido, cortó el aire e hirió al médico en el pecho. El impacto lo lanzó hacia atrás, haciéndolo caer al suelo con fuerza.El médico soltó un grito de dolor mie