Miguel.
Respetaba las distancias entre jefe y secretaria con Macarena, sabía que tenía que hablar las cosas con ellas, dejarle las cosas claras, pero lo evitaba. No quería que la vida personal, nuestros problemas personales afectasen al trabajo. Ella era una secretaria muy eficaz, debo admitir.
Fui a trabajar, como cada día, aunque seguía rallada, más después de la conversación que tuve con mi amiga la noche anterior. Ni siquiera vino a dormir.Tenía razón. Me había comportado como una cabrona, una mala amiga, más cuando ella me confesó, ilusionada, que había algo íntimo entre ellos.El problema de todo aquello eran mis sentimientos. Como siempre.No podía dejar de pensar en el pasado aquel día, evitaba el tema Juanjo, pero aquel día me dejó muerta de miedo, en un lado, sin poder reaccionar, cuando atravesaba los pasillos de la escuela, por lo que tuve que sujetarme a la pared, y pretender que estaba mirando el móvil, cuando lo cierto es que estaba sufriendo un ataque de pánico.Podía ver a ese gordo seboso abusando de mi cuerpo, mientras yo, borracha de placer y copas, me dejaba hacer. Tragué
La forma en la que ella gemía me hacía desconectar de la realidad, del mundo, el tiempo se detenía, y no existía nada más.Estaba a punto, sus convulsiones estaban cerca, pero no iba a darle el placer de llegar al final, iba a ser tan cruel cómo lo había sido ella. Así que me detuve, haciendo que me mirase contradicha. Sonreí, malicioso, antes de hablar, justo cuando el coche se detenía.Así te dejaré con ganas de más – le dije, escuchando al chófer bajarse, para luego abrirme la puerta, invitándome a salir. Ella estaba molesta, pero sabía que se le pasaría en seguida.La agarré de la mano en cuanto salió, lucía tan excitada, que sólo quería olvidarme de la fiesta y volver al auto, para darle lo suyo. Pero tenía una reunión a la que acudir, responsabilidades.<
Ni siquiera quería pensar en todas las cosas atroces que su padre dijo sobre él, sobre mí. Recién comprendía sus palabras de antes, cuando me dijo que había cosas que no me había dicho sobre su familia. Quizás se había estado refiriendo a eso.¿Por qué estaba conmigo si sabía que su padre no aceptaría esa relación? ¿Por qué me dio alas para volar, esperanza para soñar, para apostar por aquella relación, que era obvio que no iba a llegar a nada?Nos fuimos pronto, justo después de eso.Nos bajamos de la limusina y entramos en su ostentosa casa. Ni siquiera quería pensar en qué me diría después de eso, en si terminaría su relación conmigo como su padre había sugerido. Quizás lo haría, quizás volvería con su ex prometida y olvidaría todo
Caí rendido a las cinco de la mañana, después de hacerlo con ella, en más de cincuenta posiciones diferentes, por toda la maldita casa. Con ella suplicándome más a cada tanto. Esa mujer era insaciable, y sabía que jamás me cansaría de ella. Pero… ¿se cansaría ella de mí? ¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que volviese a hacerle daño? ¿Cuánto hasta haber aceptado que jamás podría abrirse conmigo? Llevaba despierto un rato, sin querer levantarme de la cama aún, reticente a abrir los ojos, a enfrentarme a un nuevo día. Pues… a pesar de ser fin de semana, no quería salir de allí, alejarme de ella. Salí de mis pensamientos en cuanto sentí sus caricias en mi pecho, permaneciendo igual de calmado, fingiendo estar dormido aún. Sin poder dejar de preguntarme… ¿cuánto tiempo llevaba ella despierta? Ladeé la cabeza, abriendo los ojos, descubriéndola, pero ella cerró los ojos, con rapidez, fingiendo que aún dormía, haciéndome reír, sin poder evitarlo. Ella e
Lo había estropeado toco con él, eso de ser sincera, de hablar de sentimientos, de descargar toda esa frustración, ese dolor que aún sentía dentro con él, lo estaba llevando todo a la m****a. Tenía que dejar de hacer eso de una vez, de pagar todo con él. Ninguno de los dos volvió a decir nada en todo el trayecto. Se quedó pensativo en todo lo que dije, sólo esperaba que no pensase demasiado en ello. El auto se detuvo frente a una bonita casa, en Gracia. Los dos nos bajamos, sin decir nada. ¿Dónde me llevas? – pregunté, justo cuando nos detuvimos frente a la puerta, con sus dedos apoyados en el timbre. Sonrió, sin soltar prenda, hasta que su hermana pequeña abrió la puerta, abalanzándose sobre él, fijándose entonces en mí. ¿Os quedáis a almorzar? – quiso saber, observando como su hermano asentía y juntos entrabamos al interior. Me sorprendió darme cuenta de que la casa
La besaba, ambos teníamos que ir a trabajar. Era un maldito lunes, y ambos teníamos que enfrentarnos a la realidad. Sabía que ella iría a su piso al salir, así que no la vería hasta más tarde, pero … joder, no quería dejarla ir aún.Vas a estropearme el maquillaje – se quejaba, echándose hacia atrás, mientras yo aferraba mis manos a sus nalgas, haciéndola estremecer – Miguel…Uno rapidito – pedí, dándole la vuelta, presionándola contra la cómoda, haciendo que se quejase al respecto, pero estaba lejos de detenerme, la deseaba demasiado. La agarré del pelo, conllevando a que volviese a quejarse.Ni te atrevas – espetó, justo cuando le bajaba las bragas, dejando su trasero a mi merced. Di una fuerte cachetada en su trasero –
Me centré en el trabajo, evitando pensar en los sentimientos, en Miguel, en lo que me hacía sentir cuando estábamos juntos, ignorando lo feliz que él me hacía, o lo mucho que quería seguir a su lado, sin querer dejar entrar tan poco las dudas sobre su persona, que otras personas dejaban rondando en mi mente, sobre todo Macarena, que no perdía oportunidad en hacerlo.El jueves ya estaba arrepintiéndome de haberle pedido esa semana. Necesitaba su olor, su aliento en mi piel, ese sexo pervertido que me convertía en otra persona, alguien segura de sí misma, una gata salvaje que sólo él había despertado.Cogí el teléfono al salir del trabajo, lo descolgué, esperanzada de que fuese Miguel, cayéndome de bruces al descubrir a otro tío al otro lado de la línea.Luisa, hola. Soy Juanjo - ¡Mierda! No quería ha
La observé desde aquel punto, después de una cena más que interesante de comida tailandesa, que a ella le pareció una buena idea traer. Conocía bien mis gustos, y eso me gustaba, que supiese tanto de mí.Estaba preciosa con el cabello sobre la cara, hondeándose como una bandera. Sabía que aquella comparación le había hecho gracia, y me encantaba hacerla feliz.La ayudé a recoger la cena, tirando lo que había sobrado a la basura, y juego cuando terminó agarré su mano y la atraje hasta mí.¿Qué ha sido lo que lo ha detonado? – quise saber, sorprendiéndola – Estábamos bien, incluso iba a llevarte a un sitio especial en un par de días, así que … - me abrazó entonces, inhalando mi perfume, incapaz de dejarme ir - ¿a qué tenías miedo exactamente? ¿a m