ACADEMIA MÍSTICA
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Por: Livi Ruiz
prologo

en aquellos tétricos bosques, una pequeña lloraba por su madre, lloraba a gritos, pidiendo ayuda, pues su auto había sido atacado y sus protectores se habían quedado a luchar mientras ella lograba escapar, pero con lo que aquella niña de solo seis años no contaba es que se perdería, pero solo era un pequeña, una niña, que a pesar de su inmenso poder, no negaba que solo era un ser que no había vivido lo suficiente, sus mejillas estaban rojos y sus lágrimas no dejaban de salir, de sus bellos ojos azules, en el que sus sollozos eran los más lastimeros que nunca nadie jamás había escuchado, ella no imaginaba, que después de ir a visitar a su padre de crianza, los atacarían y que tendría que salir huyendo, pero en cuanto vio a esos horribles hombres de ojos color rojo, que los ataban a ella y a sus protectores, hizo lo que su madre siempre le decía. Y aquello era correr, correr como nunca y eso había hecho, ahora estaba perdida, con el mayor temor de no lograr ser encontrada por su madre.

Durante el camino sombrío y decorado en arboles enormes, que demostraban la magnificencia de aquel esplendido bosque, encontró un tétrico castillo hecho ruinas, encerrado en las profundidades de lo que parecía ser el corazón de aquel lugar, ¿Cómo haría para adentrarse en dicho lugar? No podía, temía por ella, temía por lo que pudiese albergar aquel lugar, pero también había algo más, y aquello era sus posibles perseguidores, no tenía seguridad de estar protegida fuera o dentro del castillo en ruinas, pero algo que tenía más que claro, era el saber que debía tomar una decisión, ella solo era una pequeña niña, ¿por debía hacer tal alto de madurez a tan corta edad?

Se debatía una y otra vez cual decisión tomar, pero entonces escucho un doloroso llanto, el cual no dejaba de transmitir dolor, y desasosiego, aquel extraño jadeo de dolor se encontraba dentro del castillo, algo muy dentro de ella la llamaba, algo muy dentro de ella suplicaba por su ayuda,  aquel sentimiento en su interior le aseguraba que era lugar seguro, que la ayudaría,

que estaría protegida, por lo que sin pensarlo más, así lo hizo, se llenó de coraje y se adentró temerosa, en lo que sus piernas temblaban como gelatina, y su cuerpo estaba completamente helado de aquel escalofrió que recorría de arriba abajo cada parte de su ser, aquella sensación tan extraña solo la provocaba aquellas heladas y frías paredes, pero no retrocedería, ella ayudaría a quien lloraba, ese era su deber, o al menos aquello decía su madre siempre, ella al ser de la realeza de las brujas, su deber más sagrado es ayudar a todo el que lo necesiten, sea brujo, lobo o vampiro, su deber como uno de los seres más poderosos es ayudar al más débil, ya que por alguna razón, las brujas se habían unido tanto a lobos, como vampiros por generaciones con ese único cometido

--¿Hola…? ¿Hay alguien hay…? —los llantos cesaron ahora solo había silencio, la verdad era que se podía confundir fácilmente con alguna jugarreta de su imaginación, pero no era de aquella manera, Louis podía percibirlo con solo encontrarse en el lugar, había mucha energia allí, había magia por los alrededores, pero ninguna era conocida, ninguna era como las que ella ya había percibido desde el comienzo de su corta vida, por lo que camino a un más hacia el corazón del lugar, con la esperanza de lograr encontrar que era aquello que demostraba tanta fuerza y a la vez tanta melancolía

-- ¿Quién eres…? ¿Qué haces aquí…? –un pequeño respingo casi involuntario, fue dado por la pequeña, en el que observo a sus alrededores, pero la voz provenía de todos los rincones del arruinado castillo, parecía venir de cada paren y cada pasillo de los alrededores, se escuchaba con un leve susurro, el cual era ayudado por el eco del lugar, que se emitía al arreador

-- ¿Dónde estás…? – en medio de tropiezos y algo temerosa, llego a lo que parecía ser un gran trono, ahí pudo ver la figura de una hermosa mujer sentada en el trono, esta tenía un rostro perfecto, su cabello parecía ser largo y cada facción en ella era completamente simétrica, parecía ser hecha con mucha precisión, pero lo que más inquieto a la pequeña Lois, fue el hecho de parecer estar llorando, pues esta tenia lagrimas saliendo de sus ojos, lo cual solo le indicaba que tal vez aquella voz provenía de aquella hermosa y perfecta escultura— ¿eres tu…? –la pequeña acaricio el magnífico rostro de la mujer de yeso, pensando que aquella era realmente hermosa, no tanto como su mami, pero era preciosa, pero entonces unos pasos adentrándose en el interior del castillo la alertaron, por lo que decidió esconderse en la parte trasera de aquel enorme trono y rogar a no ser vista

-- ¿Estás seguro que está aquí...? —aquel Vasquer, hablaba dudando de las habilidades de su compañero, pero no era de menos después de acabar con los protectores de la princesa quienes le habían dado verdadera pelea, se encontraban irritados y cansados, ellos deseaban de una buena vez por todas acabar con el trabajo, los Vasquer eran seres insensibles, aterradores, pero sobre todos eran conocidos por su extrema falta de paciencia, aquellos era humanos convertidos en vampiros, o simplemente vampiros sangre pura antiguos guiados por la oscuridad y la maldad. Fieles enemigos de los vampiros puros, licántropos y brujos, aquella era una guerra eterna en la que siempre buscaban hacer el mal, y la destrucción de sus enemigos sin importar el precio, o quien interfiera en su camino, una guerra que había acabado con infinidades de vidas de cada bando

--Estoy seguro, no dudes de mis habilidades de rastreador… es más ya sé dónde está… ven aquí pequeña, no te haremos daño…--aquel hombre pálido, vestido completamente de negro, se acercaba al escondite de la pequeña, quien lloraba al saber que había sido descubierta, pero justamente en el momento de ser sujeta por una de sus muñecas dio un inmenso grito, pidiendo ayuda y alertando a aquello, quien jamás habían logrado semejante presión de poder en ningún otro ser con magia como lo era aquella niña

Para sorpresa de sus enemigos, una enorme rama se levantó del suelo de aquel viejo castillo y arremetió contra uno de los Vasquer, de los que se encontraba reteniendo a la pequeña, lanzándolo contra una vieja pared, que al impactar contra aquella logro escucharse como sus huesos crujía al ser impactados de aquella manera tan increíble, mientras su compañero fue sujeto del cuello por una liana, haciendo que fuese elevado, e intentara luchar con aquella fuerza invisible que luchaba por destruirlos, aquello era aterrador para aquellos sombríos seres, jamás habían sentido tanto temor, como lo era en aquel momento, pero es que hasta donde tenían entendido los poderes de la princesa no habían despertado,  aún no ella no podía hacer invocaciones, justo en el momento en que los dos Vasquer se habían liberado de sus atacantes y se disponían a volver hacia la chiquilla, pero un ruido externo los saco de sus pensamientos, algo que a los ojos de aquello vampiros impuros, era completamente nuevo. aquella mujer la cual se encontraba completamente hecha de yeso,  simplemente se le levantaba y poco a poco su cubierta blanca caía, demostrando así la vitalidad de aquel ser y no podía ser verdad, todos los seres místicos habían quedado dormidos hace millones de siglos, estos según la leyenda habían quedado en forma de estatuas, después de la muerte de la antigua reina de todos,  pero justamente ahora ante sus ojos, un místico estaba siendo despertado, era increíble, pero a la vez era algo terrífico en verdad y justamente cuando estos planeaban huir de allí, aquella mujer, ahora de cabello rubio, unos enormes ojos verdes, con un cuerpo escultural y una belleza única, los detuvo he hizo un rayo de sol, que era técnicamente imposible, pareciera dentro del castillo, aun en las más oscura noche, logrando hacer que los Vasquer se desintegraran de inmediato

La pequeña pelirroja no sabía que sería de ella, así que de nuevo empezó a llorar, al notar que aquella estatua se movía en su dirección, pero lo que más la sorprendió, era que aquella increíble y bella mujer, se postro ante ella, sin permitirle ver su rostro, eso sí que era una sorpresa, pero ella no entendía el porqué, por lo que se llenó de coraje y se acercó a ella, con mucha cautela, en caso de aquel aquello solo fuese una trampa y quisiera atacarla, por lo que cada paso en su dirección, era pausado y temeroso, en el que rogaba a los destinos que saliese intacta de aquella oscura noche y pudiese ver a su madre en el próximo iluminar

-- ¿Quién… quien eres…? --la niña solo la observaba con cierto brillo de inocencia y curiosidad, algo que para la reina de las ninfas y madre del bosques. Le pareció realmente tierno, ya que no veía aquella inocencia hace tantos siglos no había logrado ver o percibir en algún ser mágico

--mi nombre es ahnaria majestad… soy su fiel súbdita… y la protegeré a toda costa mi reina… ¿puedo saber el nombre de mi reina…? ¿Si me es permitido…? --aquella niña no entendía muy bien de lo hablaba, pero algo en ella le dio seguridad, además la había salvado, así que sin más se lanzó encima de la ninfa muy feliz agradeciéndole una y otra vez el hecho de haberla salvado. En ese instante decidió que nadie la separaría de su protectora y que estarían juntas hasta el final

--nana… gracias… me llamo Lois… Lois Atamira... y sé que estaremos juntas hasta el final… nana…--para la ninfa aquello era nuevo, y es que al parecer su nueva reina, era solo una pequeña bebe, pero aquello le causo ternura, ella protegería a su reina, porque el solo hecho de haberla despertado de aquel tan largo, y eterno sueño, era poco si ella ofrecía su vida al servicio de su reina, ella daría su vida por su reina, y la ayudaría a cumplir su profecía, aquella profecía, en donde los seres místicos, volvían a resurgir, y acabarían con aquel ser malvado que los había impuesto en aquel largo sueño

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