GiselleDecir que estaba agobiada era mentir. Sentía que de pronto el botón automático de estallar se activaría y en nada mis órganos reventarían. Mi cabeza dolía como el infierno. Quería tranquilidad, necesitaba tranquilidad y ver el rostro sonriente del detective Isaiah no era ni siquiera sinónimo de eso. Llevo la mirada a Matthias exigiendo una explicación.—El detective podría sernos de ayuda —añade.—¡Este desgraciado solo quiere encerrarme a mí! —contraatacto sumamente molesta.—El desgraciado sigue aquí —interviene y llevo la mirada a la suya. —No te hagas el ofendido. —Oh no señora Evans, en realidad me han dicho cosas peores que esas —afirma con sorna.Ruedo los ojos.—Creo que aquí todos tenemos los mismos intereses Giselle —agrega Matthias—. Y obvio es buscar al culpable.Me cruzo de brazos.—Aún si le damos información, él a nosotros no nos dirá lo que sabe —replico.—Bueno, creo que la palabra no, abarca demasiado —refuta Isaiah—. Sigo una investigación confidencial.
Matthias El primer día de la boda había llegado y estábamos aterrizando en Dubái a las nueve de la mañana. Por mi cabeza pasaban toda serie de escenarios desde que comencé con la locura de aceptar casarme con ella. Porque es una locura hacer tal cosa he de admitir. Sin embargo, mi plan salía viento en popa cada vez más. Cada pieza y situación iban encajando perfectamente. Si mis cálculos no fallaban pronto iba a erupcionar todo de una vez. Sesenta días contados a partir de hoy era lo que faltaba para que todo sucediese. Y tengo un poco de ansiedad. Sentirse al borde de algo da inquietud y no es para menos. Todos me ven con cara de estupido, pensando que solo soy una pobre e indefensa víctima más del asesino o en este caso asesina, pero se equivocan, nada hay en mis acciones que no haya cavilado antes. La tomo de la mano al bajar del avión privado que pertenece a madre y caminamos juntos hasta el auto que nos espera a varios metros. Saludo Iker, el chofer con un asentimiento de c
Giselle¿Cómo debía reaccionar alguien ante el posible asesino que le respira en la nuca? El pulso me latía muy fuerte y la cabeza me dolía demasiado. Estaba sobre la cama cuando abrí los ojos y las manos me temblaban de forma desmedida. Todo estaba oscuro.Las lágrimas mojaban mis mejillas y sentía mis músculos contraerse en espasmos leves cada nada. Me había dado un ataque de pánico, a este punto de mi vida ya sabía cuando era de ansiedad y cuando de pánico. Para mi desgracia sufría de ambos. ¿Quién en mi lugar no los padecería? La puerta se abre y niego una y otra vez con las sensaciones asfixiantes haciéndome un nudo en la garganta. El sudor me recorría las sienes y el corazón no dejaba de latir enfurecido, mientras veo cómo Matthias entra al cuarto el cual reconozco como suyo. Su presencia me atormenta demasiado. En mi vida ya no creía en las casualidades y él fue una casualidad demasiado obvia. Se acercó a mí por medio de la empresa y me entregué a él como una tonta. Aún no
GiselleSe mostraba distante y frío. Había guardado su miembro en sus pantalones antes de encararme.—No se de quién hablas —añade tajante. —Estudió aquí en Dubái. Estudió arquitectura.—¿Sabes cuántas universidades hay en Dubái? —bufa el árabe. Alineo mis labios y camino hacia el closet para ponerme una bata. Me cubro el cuerpo y sigo sintiéndolo a mis espaldas. —¿Ese tal Harry fue uno de tus esposos? Asiento percibiendo un nudo apretar mi garganta. —Fue el primero.—Supongo que buscabas algún dato que nos uniese a ambos y que me hiciera ver cómo el asesino a tus ojos...Me cruzo se brazos levantando el mentón. —Harry Smith se llamaba.Matthias pestañea secamente.—No lo conozco. Bufo. —No puede ser casualidad Matthias, es mucha coincidencia —repongo. —Hace dos días te culpabas a ti misma de ser la asesina, ahora haces un giro de ochenta grados hacia mí. Recuerda que todo es una farsa, estoy haciendo esto para atrapar al sujeto...—Es demasiada coincidencia. Cómo apareciste
Giselle La ceremonia transcurrió en calma. No entendía ni dos palabras de lo que decían pero ahí me mantuve, seria atendiendo a todo, a veces sonreía, pero sin duda sentir tantos ojos sobre mí me hacía sentir incómoda. No era solo ser el centro de las nupcias fingidas que se estaban llevando a acabo sino más bien, estar tan expuesta. Era como si le estuviese diciendo al asesino yo misma: empezó la cuenta regresiva en la que te doy la oportunidad de matarme nuevamente. Mi cabeza era un torbellino. Ya no sabía en quién confiar en lo absoluto. Buscaba culpables e incluso razones por las que pudiesen ser el ignoto. Y sin embargo, nada estaba claro ante mí. Llevo los ojos a Matthias que se muestra rígido ante el que dirige la ceremonia. Nos hacen sentar y ponen ante nosotros lo que parece ser una libreta. —Es la ceremonia de Nikah —la voz del árabe que será mi esposo a partir de hoy sale como un murmuro.—¿Cómo? —Es un contrato donde firmamos ante todos para ser un matrimonio —explic
Giselle El sudor perlaba nuestros cuerpos y la piel la tenía pegajosa debido a ello. No había conseguido dormir más de dos o tres horas porque nuevamente Matthias me despertaba a por más. Y no era una queja lo que estaba haciendo, sino una señalización de la intensa y fogosa noche que tuve. Y sin embargo, ahí estaba otra vez sobre mí embistiéndome con ferocidad. Su verga no daba tregua en mi interior de un momento a otro agilizando los movimientos contra mi cadera. Mis piernas ya dolían de tenerlas tantas horas abiertas para recibirlo, pero aún así, mi vagina se volvía a contraer espasmicamicamente junto a mis músculos. Delicioso. Esa es la palabra. Su salvajismo y hambre se palpaban en su forma de cogerme. Mis gemidos eran más chillidos desesperados a la par que recibía sus empellones hambrientos. Su boca se ocupaba en morder sin reparo mis tetas mientras me retorcía avistando el orgasmo siguiente. El calor incrementándose en mi interior terminó por hacerme explotar en cuest
Giselle Pasamos semanas en la capital de Emiratos Árabes Unidos. Nos dedicamos a tomar unas vacaciones como luna de miel, fue algo placentero y fácilmente podría decir que estaba sonriendo. Esos días Matthias me había hecho olvidar todo. Me había hecho olvidar el por qué de casarnos. Recorrimos calles, tiendas, museos, playas y hoteles. Y la mayor parte de esos recorridos la pasé gimiendo con él entre mis piernas. Estaba feliz.Pero ahora mismo acabamos de llegar al puerto Americano. No sabía el dinero que en realidad tenía hasta que me presentó varios yates que tenía en su espacio del puerto. Eran inmensos y lujosos. Y todos eran suyos. Me quede boquiabierta. Es cierto que Richard tenía millones, pero en realidad no los gastaba en esas exageraciones, no como el árabe. Y el trayecto en mar fue extraordinario. Él y yo solos. El primer día conocí al capital del yate, pero no lo volví a ver nuevamente pues era demasiado grande y escuché decir a Matthias que le había prohibido ciertas
Giselle —¿Te sientes bien? —interroga una voz cargada de preocupación.Sus manos tomaron las mías y sus ojos buscaron los míos cuando se abalanzó hacia mí sobre la cama.Matthias.—Me siento bien. ¿Dónde estamos? —inquiero viendo aún al detective que está parado tras el árabe.—En un hospital —comenta mi nuevo esposo en tono leve.Encaro una ceja viendo todo a mi alrededor. Está todo blanco, no hay muebles ni nada más dentro de la habitación. Y mi corazón comienza a latir con fuerza. —¿Por qué estoy? ¿Por qué estoy aquí? —tartamudeo con el pulso acelerado mirando en todas direcciones.—Querías hacerte los exámenes. Y tu desmayo me llevó a traerte. ¿No recuerdas nada de lo que sucedió? —cuestiona Matthias y su tono fue demasiado sugerente. Intento levantar una mano pero noto que están amarradas al lado de la cama. Y otra vez me remuevo asustada.—¿Por qué estoy atada? —chillo jalando de los sujetadores, y mis muñecas arden por la fricción del material.—Basta Giselle. No te muevas —