Durante unos instantes, Ablisbeth permaneció de pie con el lapicero en la mano sin hacer ningún tipo de movimiento o ademán por firmar. Estaba totalmente paralizada y pálida.
Sebas, temió que la chica se hubiera arrepentido.
Y el solo pensar que decidiera ya no casarse con él, en el último momento, le ponía los nervios de punta. Sin embargo, cuando comenzó a perder las esperanzas de por fin tener a la mujer de sus sueños a su lado, de que el destino le brindara la oportunidad de conquistar su corazón tal y como lo había deseado siempre, entonces ella se inclinó sobre la mesa y firmo el papel que los uniría como marido y mujer.
Fue en ese instante cuando Sebastián, soltó el aire contenido que, se dio cuenta de que, la zozobra y el miedo de no tenerla jamás, lo hicieron aguantar la respiración.
Luego de ello, todo fue totalmente emotivo. El juez, los declaro marido y mujer. Y las personas que habían sido invitadas y asistido a la ceremonia nupcial, comenzaron a acercarse a ellos y abrazarlos dándoles sus felicitaciones y buenos deseos.
Él, estaba que no cabía en sí de tanta dicha. Mientras que ella, ni siquiera era capaz de esbozar una sonrisa.
***
-¿Estás bien? - pregunto Vanessa, su prima y la única amiga con la que solía conversar.
Ablisbeth se volvió a mirarla y asintió.
-¿De verdad? Porque no lo aparentas. Pareciera más bien que estuvieras en tu funeral y no en tu boda. - le dijo esta.
Y era precisamente así que se sentía. ¿Qué esperaban? ¿Qué saltará de la emoción como loca?
Ella no deseaba casarse siendo tan joven, atar su vida a otra persona y mucho menos bajo los términos en los cuales tuvo que hacerlo.
Claro que, eso nadie lo sabía. Aun así, tampoco podían esperar que, se comportara tan infantil, ¿No?
Pensó en los motivos que la llevaron hasta ese punto.
Su padre, Thomas, un hombre bastante ambicioso y cruel, había decidido que lo haría para ampliar su riqueza con la unión de los negocios que ambas familias poseían. Y ella, al igual que siempre, no había tenido el valor de contrariarlo.
¿Y cómo lo haría si la verdad era que le temía demasiado? Además, después de todo a lo que su padre la había sometido y obligado a vivir estando a su lado, durante tantos años, casarse con Sebastián era el menor de sus problemas, y hasta de alguna manera, se podía decir que, era un tipo de liberación para ella.
Aunque, lo cierto era que, no sabía absolutamente nada sobre él, sus hábitos, de qué modo era o actuaba con los demás, si era una buena persona o, por lo contrario, era un ser perverso, cruel y con costumbres tan despiadadas como las de su padre. Pero aun así, Ablisbeth había decidido arriesgarse, considerando que era mejor intentar escapar de ese mundo en el cual estaba encerrada, a permanecer allí para siempre y sufrir las consecuencias de ir en contra de los deseos del hombre que había hecho de toda su vida un infierno.
Además, no creía que existiera en el mundo, alguien que pudiera ser peor que él. Pero si se equivocaba, al menos habría intentado salvar su alma.
Miro hacia donde estaba su esposo.
Sebastián Qaisar, era un hombre joven, atractivo, alegre y a simple vista, cariñoso y respetuoso.
Su familia y la de este, se conocían desde que Sebastián y ella, eran unos niños. Recordaba bien que, él, siempre intentaba y buscaba un modo de ser su amigo, solo que Ablisbeth, nunca se lo había permitido. Jamás dejó que, ni él ni nadie se le acercara lo suficiente como para descubrir su, secreto. Así que, a pesar de los años de amistad entre ambas familias, ella no sabía absolutamente nada de él y viceversa.
Sin embargo, una parte de su ser, quería creer que, aquel hombre, era tan noble como lo aparentaba. Y que a su lado, por lo menos, tendría paz y tranquilidad.
-Te equivocas. Es solo que, estoy algo agotada debido a los preparativos y la celebración misma.
-¿Estás segura de que es eso?
-Claro. ¿Por qué te mentiría?
-No lo sé. Pero de cierta manera, siempre sentí que algo muy oscuro debías de esconder.
-¿De qué hablas? - se forzó a sonreír sorprendida de aquella confesión.
-No lo sé, es que... siempre me pareciste tan sombría, tan distante. Era como sí, estabas aquí entre nosotros y al mismo tiempo no.
¡Ojalá y fuera cierto lo que decía!, pensó.
Si por lo menos su mente se hubiera desconectado del mundo, entonces, no habría sufrido tantos años viviendo el infierno que experimentó. Pues, estaría refugiada en ese otro mundo que Vanessa, su prima, decía.
-Te la pasas siempre tan triste. Sin embargo, lo has tenido todo en la vida. ¿Por qué habrías de serlo?
Porque nada era lo que parecía. Y lejos de ser así como ella indicaba, Ablisbeth siempre sintió que su padre, le arrebató lo más lindo que una chica podía poseer, sus ilusiones, sus sueños y su inocencia.
Miro a su prima y le sonrió. Vanessa era tan ajena a lo que soporto durante toda su vida que, no comprendía ni entendía su manera de ser. Según esta, ella tenía el mundo a sus pies. Y la verdad era que, para su bienestar físico y mental, lo mejor era que, siguiera pensando así. De esa manera, se ahorraba la vergüenza de que todos supieran como, el ser que debió cuidarla y protegerla, la daño, mancillándola.
-Tonterías. Tú misma lo has dicho, teniéndolo todo, ¿Por qué habría de estarlo? - le devolvió la pregunta.
-Tienes razón. Ya no sé ni lo que digo. Debes de estar tan feliz. - dijo cambiando de tema - Te has casado con un hombre guapo, joven, varonil, musculoso, y además millonario. Tu vida se halla más que asegurada a su lado.
-¡Guao! Al parecer, Sebastián tiene una admiradora. - ironizó.
-¡Ay! No te vayas a poner celosa. Ya sé que es tuyo y no se me ocurriría siquiera intentar quitártelo.
-Ni yo me dejaría. - dijo Sebastián acercándose a ellas e interviniendo.
-¡Sebas! - exclamó Vanessa sonrojándose.
Y este sonrió haciendo que sus ojos grises brillaran de manera especial.
Se posicionó al lado de Ablisbeth y la tomó por la cintura en un tierno abrazo. Sin embargo, no le paso desapercibido que, esa pequeña muestra de afecto, la hizo tensarse.
Hace mucho que, se había dado cuenta de que, Ablisbeth parecía tener cierto problema con la cercanía de los demás. No era solo con él, pues su cuerpo entero entraba en tensión cuando otros intentaban acercársele, darle un beso en la mejilla o incluso estrechar su mano.
No entendía el motivo de su actitud. Siempre fue tan esquiva y solitaria con todos. Y aun así, él, se enamoró como un loco de esa mujer.
-Has estado escuchando nuestra conversación. - lo acuso Vanessa.
Ablisbeth volteó su rostro a mirarlo.
-No fue intencional. Solo quería estar un momento con mi esposa. La has tenido tanto tiempo para ti que, siento que ya me toca.
-Pareces un niño con juguete nuevo. - bufó Vanessa.
-Jamás se me ocurriría considerar a Ablisbeth de ese modo.
La muchacha soltó una sonora carcajada.
-La verdad es que, me parece increíble que ustedes dos hayan terminado juntos. Siempre creí que, no tenían nada en común. Es más, que ni siquiera eran amigos.
-Pues ya ves. - le dijo Sebas con su sonrisa de siempre.
Y Ablisbeth tuvo que aceptar que su prima tenía razón.
Ellos dos, no poseían absolutamente nada en similar el uno con el otro.
Sebastián era tan alegre y sonriente, y en su lugar, ella era sombría y triste. Él, parecía que, disfruto y tuvo la vida perfecta que, toda persona merecía, mientras que ese no era su caso. Ablisbeth solo vivió de apariencias, y fue eso último lo que, la convirtió en alguien retraída, temerosa, tímida y distante, muy distinto a la personalidad extrovertida y amigable de él.
Realmente no podían ser más diferentes el uno del otro.
Lo que no sabía nadie era que, el matrimonio de ellos, solo era un convenio de negocios, para darle a sus familias lo que tanto deseaban, unir ambas empresas y convertirse en la más grande e importante a nivel mundial. Ni siquiera Vanessa, que era su prima, lo sabía.
Para todos, aquel matrimonio era la unión de dos jóvenes enamorados que querían pasar el resto de su vida juntos.
-Tú, más que nadie me sorprendiste. Siempre creí que te quedarías sola con esa manera de ser tan peculiar que tienes. - le dijo Vanessa a ella - Y mira que me has ganado. ¡Te has casado y con qué semejante bombón, con Sebastián Qaisar! - exclamó.
-Voy a comenzar a ponerme celosa. - dijo Ablisbeth siguiendo la farsa de esposa enamorada - No tenía ni idea que mi Sebas fuera todo un dechado de virtudes desde tu punto de vista.
-No tienes porque cariño. Aun cuando así sea, yo no tengo ojos más que para ti. - le dijo Sebas guiñándole un ojo y dándole un rápido y casto beso en los labios que la tomo por sorpresa.
Tal vez las palabras de ella no fueran ciertas y solo las había dicho para mantener la imagen que se les indicó ante los demás, pero escucharla, decir aquello, de alguna manera, había alegrado su corazón.
Daría todo cuanto era y tenía porque, Ablisbeth en verdad sintiera celos de él, pues eso significaría que, por lo menos, sentía algo por él, así fuera mínimo.
Vanessa rio por lo bajo.
-¡Ay no! Yo mejor me voy de aquí, porque se me hace que estoy sobrando.
Tras decir aquello, la pelirroja se marchó, mezclándose entre los demás invitados.
-¿Y nosotros? ¿No crees que deberíamos irnos ya?
Ella sonrió para ocultar lo que sentía y pensaba respecto a eso.
No quería irse y estar a solas con él, pero sabía que era algo inevitable, que ese momento, tarde o temprano tendría que llegar y ella, debería enfrentar los demonios de su interior. Y cuanto antes lo hiciera, mejor.
-Si quieres. - fue todo lo que respondió.
Pero eso fue suficiente para él.
La tomo de la mano y la llevo consigo a donde estaban sus padres, de manera que pudieran despedirse de estos y dejar aquel salón de fiesta.
Sin embargo, ella sintió que, ese momento transcurría lentamente, en una especie de nebulosa, no fue ni fue consciente de haber dicho ni adiós a nadie. Pero antes de darse cuenta siquiera, estaba en un cuarto de hotel a solas con Sebastián.
Aquella reservación la habían hecho sus padres como regalo previo a su luna de miel. Ambas familias, querían asegurarse de que ellos, convirtieran ese matrimonio en algo real que durara para siempre, puesto que, en las clausulas de convenio para unir ambas empresas, era necesario
Comenzó a temblar, temiendo lo que venía a continuación.
-Ha sido un largo día. - dijo él para aligerar un poco la tensión.
Pero, esta ni siquiera fue consciente de eso, del esfuerzo que él estaba haciendo porque se sintiera cómoda.
Se encontraba totalmente paralizada como una estatua y la tensión que de ella emanaba, se podía sentir en el ambiente.
-Ablisbeth.
-Los dos sabemos que este, no es un matrimonio de verdad. No nos casamos por amor o por el gusto.
-Lo sé. - dijo él, no de muy buena gana.
¿A dónde quería ella llegar con todo eso?
-Entonces no tiene caso que hagamos nada ni hoy ni después.
-¿A qué te refieres con eso? - pregunto él con cautela.
Ella no podía estar sugiriendo lo que estaba imaginando. Si iban a permanecer casados por siempre, lo lógico era que convirtieran eso en algo real, que ambos disfrutaran de los placeres que contraía estar unido en matrimonio a otra persona, que satisficieran sus necesidades básicas. Tal vez no en ese momento, pues comprendía que para ella, él era un completo desconocido. Pero quizás con el tiempo, después de conocerse un poco más.
-Lo sabes bien. No pienso acostarme contigo solo por el negocio familiar o porque nuestros padres así lo dispongan. - le dijo con brusquedad y firmeza.
Más de la que realmente sentía.
Pues si había algo en el mundo que, Ablisbeth no tenía, era la fuerza y la confianza para imponer sus deseos y voluntad.
Su padre la había moldeado hasta convertirla en un ser dócil, sumiso y sin carácter alguno.
Así que, en el fondo, reconocía que, si él no compartía su deseo, alegando que ahora era su esposo y tenía derechos sobre ella y su cuerpo, no tendría el valor de oponer resistencia, de la misma manera que nunca lo tuvo de detener a su padre y enfrentarlo.
Él, la miro parpadeando incrédulo ante su sugerencia.
Ella realmente estaba hablando en serio, y aun cuando pretendía ser firme y decidida, la conocía tan bien que, pudo ver en sus ojos un atisbo de duda y de miedo.
Se preguntó, ¿Qué era realmente lo que sucedía con ella? ¿A qué le temía tanto? ¿Por qué siempre estaba tensa, temerosa y esquiva con todos? ¿Qué podía haberle ocurrido para que fuera así?
Sin importar lo que sé que le paso, él no tenía pensado en actuar de manera tal que la alejara más de él o causara una impresión de terror en ella. Era evidente que, algo le había sucedido a su esposa y era la razón de su manera tan peculiar de ser.
Él no contribuiría a dañarla más de lo que por visto estaba por dentro. Al contrario, le demostraría que, era digno confiar y contar con él, le daría tanto amor y compresión, hasta lograr que se abriera a él, de modo tal que le permitiera ayudarla a superar lo que fuera.
Claro que, eso no significaba que, no la viera como mujer, y que no deseara hacerle el amor. Decir eso, sería una total mentira. Lo que eso indicaba, era que se tomaría su tiempo.
Iba a ser paciente. Estaba seguro de que, cuando su esposa, se sintiera preparada para estar con él, ella misma se lo pediría.
Si había algo que deseaba con todo su ser Sebas, era que Ablisbeth se entregara a él por deseo y por amor, no porque sus padres así lo dispusieran.
-Tranquila. - le dijo alzando las manos al aire - No pienso hacer nada, que no quieras. Nuestros padres no tienen por qué saber como llevamos la vida de casados dentro de estas cuatro paredes.
En cuanto lo dijo, ella soltó el aire que había estado conteniendo, en medio de un ataque de nervios que amenazaba con estallar su presión arterial.
Al menos, por ahora, se sentía a salvo. No sabía cuanto duraría aquello, o tardaría Qaisar en cambiar de opinión y exigirle que cumpliera con sus deberes de esposa y lo complaciera. Pero mientras eso no sucedía, disfrutaría, por primera vez en la vida, de la paz y tranquilidad que eso le proporcionaba.
-Bien. ¿Cuál de los dos dormirá en la cama?
Sebas arqueó las cejas, divertido al escuchar su pregunta.
Así que, el que le asegurara que no haría nada que ella no quisiera, ¿No era suficiente?
Suspiro resignado, mirando el amplio sillón.
Por lo menos, no parecía ser tan incómodo. Así que, el que lo exiliaran no significaba que fuera a tener una noche pésima, ¿O sí?
Los gritos de horror y desesperación, lo hicieron despertar sobresaltado, haciendo que cayera del sillón.Pero, ¿Qué demonios había sido eso?Miro hacia la puerta que daba a la habitación en la cual estaba Ablisbeth, achicando los ojos preocupados, tratando de adaptarse a la oscuridad a su alrededor.¿Estaría teniendo una pesadilla? Se suponía que, ella estaba sola, así que, no había nadie ahí dentro que pudiera dañarla o lastimarla de ninguna manera.Volvió a escuchar aquellos gritos y corrió a toda prisa hasta allí.Encendió la luz y la ubicó en medio de la cama.Estaba sudando y removiéndose en la misma. Parecía estar sufriendo y suplicando entre sueños. La verdad era que, la mayoría de los sonidos de su boca, eran murmullos intangibles y gritos desgarradores que, no le decían nada más que, la estaba pasando mal dentro de aquel sueño.Pero, ¿Qué clase de pesadilla podía tenerla en ese estado?Se acercó a la cama.Debía hacerla reaccionar. Que despertara de aquella horrenda pesadill
Después de tomar el desayuno, Sebas y Ablisbeth se alistaron y salieron rumbo al aeropuerto de modo de arribar el avión que los llevaría a su luna de miel.Su destino, era París, la ciudad del amor.Algo que, no iba a la par con el tipo de unión matrimonial que ellos tenían.Se habían casado por asuntos de negocios. ¡Por Dios! ¿A quién se le ocurría mandarlos a semejante lugar? Porque, aquella boda y todo lo relacionado con ella, se organizó y trató de manera comercial.A Ablisbeth, nadie ni siquiera le pregunto, de qué color quería la decoración de la celebración de bodas, que tipo de rosas o música prefería, si le gustaba más el vino o el champán, qué sabía y qué no bailar.Claro que, siendo como se dieron las cosas, tampoco es que le interesara mucho nada de eso. Es más, en el fondo, hasta agradeció no ser considerada para esta, ni verse obligada a participar en ningún detalle de aquel evento.Lo único que si le hubiera gustado, es que no la mandarán de luna de miel ese sitio, pens
Ablisbeth comenzó a desempacar las maletas en cuanto llegaron al hotel, por más que Sebastián insistió en que, podía dejarlo para después o que, no era necesario que ella misma lo hiciera.Tener tanto dinero, les permitía contratar cuantas muchachas les pareciera para que se encargara de las labores domésticas y de servirles.Sin embargo, todo indicaba que, su esposa no estaba dispuesta a eso ni a compartir aquel apartamento de hotel con una extraña más.Era como si ella, fuera algún tipo de huraña o asocial y mucho se temía que, aquello tenía relación con la pesadilla que tuvo la noche pasada.Caminó hasta la cocina para buscar a ver sí, había algo que comer, en especial dulce.Seguro que, si le daba algún tipo de chocolate o pastel a Ablisbeth, esta se olvidaría del resto por degustar un rico postre.Las mujeres solían amar esas cosas.Sin embargo, al abrir la refrigeradora, no encontró más que frutas, carnes, leche, huevos, tocinos, jugos y agua.No había allí, ni un solo postre, n