Donatto Russo
Estaba en el despacho, leyendo los avances sobre la búsqueda de Tabata, no habían conseguido nada y eso me tenía mortificado, cuando regresé al hotel esperaba encontrarla, entré eufórico, tenía numerosos planes para nosotros, sin embargo, cuando llegué, se había ido, sin dejarme siquiera una nota. En ese momento pensé, que quizás para ella no había sido tan significativo ese momento como fue para mí.
La impotencia me embargaba, estaba ansioso por encontrarla, es como si la tierra se la hubiese tragado, además no tenía mayores datos sobre ella para poder localizarla, era muy poco la información manejada. En ese momento, mis pensamientos fueron interrumpidos cuando escuché un alboroto fuera de la oficina, extendí la vista y vi el forcejeo entre la secretaria y Catalina. La primera estaba muy páli
La señora Loretta, colocó un abrigo sobre mis hombros, abrazándome por detrás, mientras mis ojos se anegaban de lágrimas, la voz casi no me salió, mas logré manifestarle mi agradecimiento.—Muchas gracias por ayudarme. Aunque se está arriesgando demasiado por mí, Enrico la puede ver y echarla junto conmigo.—No se preocupe, se encerró a tomar en su despacho —respondió la mujer—ahora tenga este dinero —expresó dándome varios billetes, unas llaves y un papel—. Esta es la dirección, vaya a mi departamento espéreme allá, por favor.—¿Por qué me ayuda? —le pregunté sin dejar de observarla.—Porque es muy joven, tengo una hija de su edad, no me gustaría verla pasar por todo su sufrimiento. Hace tiempo debió t
Me quedé estática sin saber cómo reaccionar, hasta ver a mis padres corriendo emocionados hacia mí, no pude contener la alegría en mi corazón, después de todo lo sucedido, de la desobediencia, de la forma de enfrentarme a ellos con uñas y dientes, para irme con un hombre quien a la larga no resultó ser el príncipe azul esperado, sus miradas de alegría demostraban el profundo amor que me profesaban.Me dejé envolver en sus brazos, sin poder dejar de llorar, el nudo en mi garganta me ahogaba, tenía tantas cosas para decirles, sin embargo, solo pudo salir de mi boca una sola palabra.—¡Perdón! —no me había dado cuenta de las lágrimas corriendo por sus ojos, hasta oírlos llorar hipado.—Mi niña, perdónanos tú, por no haber estado contigo. Quisimos usar como una me
Lo escuché con mucho pesar, solo lo vi de manera despectiva y expresé con voz fría. —Voy a conseguir ayuda para mi hijo, no permitiré tu chantaje —expresé saliendo de allí, mientras escuchaba su voz. —Eso lo veremos. Solo lo verás si vuelves conmigo. Él te extraña. Pero sigues prefiriendo a la bastarda esa —espetó con rabia. Yo giré sobre mis talones y salí de la oficina sin responder nada, tomé el tren de vuelta a Milán, sin dejar pensar en la situación, mi pequeña Dara solo me tenía a mí, mas también estaban mis padres quienes la amaban profundamente. No podía acudir a Donatto, porque ya en el pasado cuando salí de casa de Enrico, acudí a él, investigué donde vivía, llegué a la casa, no sabía si aún estaba con la esposa, porque hasta donde él me dijo, estaba separándose de ella, a menos de que hubiese mentido y me haya dicho eso para convencerme y revolcarse conmigo, aunque en realida
Donatto Russo Llegué al hospital muy temprano, pasaba a esa hora porque no quería coincidir con nadie. Aún me sentía demasiado angustiado, porque cuando mi hija tuvo el accidente estaba en Estados Unidos y no pude viajar en el mismo momento, si no debí esperar, pero siempre mantuve constante comunicación con sus abuelos y mi hijo Marino, quien no dejaba de ponerme al tanto de su estado de salud, fueron los momentos más agobiantes de mi vida, temía las peores noticias y lamentaba no estar junto a ella. Apenas amaneció me fui al hospital, para mi alivio al salir de la casa no vi a Catalina por ningún lado, las cosas entre nosotros estaban cada vez peores. Cuando llegué a la sala de espera vi a los señores Bellini, conversando con una mujer de espaldas hacia donde estaba, no pude evitar admirar su cuerpo, pues tenía una buena figura, saludé luego de estar más cerca. —Buenas tardes, Señores Bellini.
Luego de salir del hospital, Donatto me llevó a casa de Martín a buscar mis cosas y la de Tara, a decir verdad no tenía casi nada, salí de la casa sin nada, por lo cual las pocas prendas en el morral, me las había comprado Amarantha, porque Enrico a penas salí bloqueó todas mis tarjetas y cuentas.Fue inevitable sentir durante todo el día la tensión sexual entre nosotros, por más intentos de fijar mis pensamientos en otra parte, siempre estos me llevaban a los recuerdos de esa noche en la cual me sentí plena, feliz, una mujer amada, valorada.Donatto tenía la capacidad de hacerme vibrar, su cercanía causaba cosquilleos en la piel y enviaba como especie de corrientes eléctricas a mi sexo, era su voz, sus gestos, sus miradas, me sentía tan tensa como las cuerdas de un violín esperando ser tocada por el músico, es así co
TRECE MESES DESPUÉSTabata BelliniCaminaba por el aeropuerto de la ciudad de Nápoles, luego de haber estado un poco más de un mes en la casa de mi hija Dara en Boquerón, Paraguay. Gracias a Dios, luego de su rechazo, unos meses después tuve oportunidad de conversar con ella, le conté mi vida, las razones que me llevaron a dejarla con mis padres de la enfermedad de su hermano Romano, ella me comprendió, ese mismo día antes, incluso presenció un ataque de Enrico hacia mí.Respiré profundo, pensando en lo que debía hacer, en definitiva mi vida era un desastre, estaba a la deriva, no encontraba mi lugar en ninguna parte, a mis treinta y nueve años, casi cuarenta era una mujer llena de inseguridades, vivían con la zozobra de las amenazas de Enrico, iba de un lugar a otro, ni siquiera estabilidad tenía, por un moment
Mi vuelo estaba aterrizando, mientras no podía dejar de pensar en Tabata, el vuelo de Paraguay había hecho escala en Madrid, pero como tenías cosas por hacer en esa ciudad no continué el recorrido, aunque le pedí me acompañara, porque deseaba no separarme de ella, se negó.Por más intentos de acercármele durante este mes, fueron pocas las veces en las cuales pudimos conversar, siempre terminaba rechazándome, me decía que buscara a mi esposa, pues era a ella quien amaba, le traté de explicar, pero era demasiado terca, no quiso escucharme.Por mi parte estaba inquieto, temía Enrico volviera a chantajearla con sus hijos y ella terminara aceptándolo otra vez en su vida. El jet aterrizó, porque desde Madrid decidí tomar uno de la empresa. Apenas descendí de la aeronave mi celular comenzó a repicar, al alzarlo se trataba de
La rabia bullía en mi interior, estaba cegado por completo. Soltándome del agarre de quienes me sujetaban, me le encimé a Enrico, lo tomé por el cuello y lo pegué contra una pared, golpeándolo con fuerza. Sus guardaespaldas iban a intervenir, mas el médico y mi chófer los detuvieron.Comencé a golpearlo numerosas veces, con mi puño cerrado, solo visualizaba el cuerpo de Tabata sangrando, golpeado y se desataba en mí un demonio a quien nunca hasta ahora había conocido. El cobarde no se defendía, solo le pedía a sus guardaespaldas separarme.—¡Sepárenlo! ¡Quítenlo! —exclamaba, con su rostro pálido.—¡Maldito! ¿Por qué no te defiendes? Te la das de muy hombre para golpear a una mujer, pero un cobarde cuando te enfrentas a un verdadero hombre—le gritaba