Imagine Dragons -Nothing Left To Say-
La doctora Payne sugirió que dejara mis crisis humanas en un cuaderno. Significa contar mi vida bajo el control de esos dos demonios que tuve por familia; reconocer mis desvíos mentales; expresar la miseria que perturba mi mente en palabras.
¿Qué sentido tiene vomitar en letras todo lo que me pasó?
Si de algo estoy seguro es que no se puede arreglar a una persona que ha estado quince años de su maldita vida viendo situaciones que no debería ver, haciendo cosas que no debería hacer, y actuando como alguien que adora convivir con el sadismo.
Soy como una maldita botella de vidrio que arrojan contra una pared. Todo el mundo se aleja, huyen de los pedazos afilados que vuelan hacia cualquier rincón y evitan los trozos desparramados que hay en el suelo porque acabarán lastimados al mínimo descuido.
No hay más que decir: soy una m****a letal e inservible. No me siento orgulloso de serlo. Ser letal era una manera de alejar mis propios demonios, como en las películas de acción donde el héroe se acuesta con cualquier mujer para poder tener algo de alegría en su vida. En mi caso, usaba a mis compañeros de escuela para controlar la carga que pesaba en mí, pero eso solo es una parte de un todo miserable.
Acepto que utilizar a otros para calmar mis propias frustraciones no fue el método más sano, tampoco el que debería haber usado. La única excusa que puedo poner es que no sabía cómo lidiar con la bestia que iba creciendo en mí, aparte de que me veía como una causa perdida y por eso seguía la corriente que conduce la vida de todas las causas perdidas. Aprovecharme de otros, saciar deseos egoístas, maltratar a cualquiera que tenga ese gramo de felicidad que se me negaba, ese era el camino que seguía. Decirlo con palabras es pintar una realidad. Dentro de cada una de esas categorías existe más de un sucio acontecimiento.
Buscando un orden y por dónde comenzar a llenar estas páginas blancas, voy a escribir lo que hacía cuando tenía un día de m****a. Todos mis días eran una m****a, pero como para recordarme a mí mismo lo que estoy dejando atrás, empezaré por exponer las estrategias miserables que tenía para lidiar con lo que no podía dejar de corroer mi buen juicio, si es que en ese entonces tenía uno.
Algunos días se me ocurría que lo mejor para sacar mi amargura era perseguir a cualquier chico que fuera lo bastante lento y torpe como para no poder huir demasiado rápido de un bully. Había varios de ese estilo en la escuela a la que asistía antes, pero siempre intentaba ir de a uno porque así sería más fácil la intimidación y controlar que la sabandija se traumara lo suficiente como para no hablarle a nadie del asunto.
El idiota escogido en esa oportunidad estaba rodeado por sus amigos, ni siquiera me notaba, y si lo hacía, se sentía en medio de ese muro de contención. No obstante, yo era paciente para cazar a mis presas. En algún momento ese muro de contención se dispersaría y vendría mi oportunidad para saciar el hambre de maltratar algo como me maltrataban a mí.
Para atormentarlo un poco lo seguía adonde sea que sus piecitos lo llevaran. Cuando él estaba en la biblioteca, me hallaba ahí, siguiéndolo con la mirada; expectante. Si él entraba al baño, entraba detrás suyo. Si ese idiota estaba en el patio de la escuela con sus amigos, lo seguía y me sentaba a contemplarlo pensando en cómo destrozar su calma, su sonrisa confiada y despreocupada.
Donde él iba, me encontraba.
En ese entonces ya se rumoreaba cómo era yo y qué es lo que hacía al salir de la escuela, solo que este estúpido tal vez pensó que como solo atacaba a chicos solitarios él no podría ser un blanco para mí porque tenía a su secta de amigos alrededor.
Debió de darse cuenta cada vez que lo seguía que mi paciencia era mucha cuando de destrozar la vida de alguien más se trataba.
El acoso siguió y yo adoraba ver lo que provocaba en él. De sonreír todo el tiempo, pasó a mirar para todos lados; incluso cuando sus amigos lo rodeaban. El pánico en su cara y sus ojos atentos a cualquier movimiento lo convirtieron en alguien imposible de calmar, demasiado pendiente del resto y no de pasar el rato relajado; alguien que ya no podía divertirse como antes. Ese idiota ya no podía vivir en paz, hasta diría que los pelos en su nuca se erizaban de solo mirar hacia un costado para verificar que yo no estuviera detrás listo para atacarlo.
Estaba resultando efectivo seguirlo a todos lados. Él ya intuía que algún día dejaría de jugar como un gato con su presa, pero por desgracia no pudo disfrutar ni de una semana de sospecha. Al cuarto día ya estaba persiguiéndolo apenas sus amigos se despidieron de él. Primero entorpecí su camina a casa, sonriendo, apreciando el terror que hacía que sus ojos se convirtieran en dos lunas llenas. La respiración del idiota se escuchaba en medio del silencio que nos acorralaba; la inquietud trastornando su cara, y el subir y bajar de su pecho era frenético.
Me sentía poderoso, dueño de mí mismo y amo de alguien más.
Cuando atentaba contra la carita sonriente de alguien era yo quien tenía el control, aunque en realidad lo que estaba haciendo en ese momento era perderlo.
El chico comenzó a correr apenas di un paso adelante. Lo dejé escapar, sabía que era más rápido que él, también reconocía que tarde o temprano lo atraparía y ya tenía a dónde arrastrarlo para poder librar mi oscura carga en paz. Cerca de la escuela había un edificio abandonado en donde algunos sujetos se juntaban a drogarse. Yo lo usaba para atormentar a mis compañeros. Habré sido un bully, pero no un tonto; si quería que ellos no revelaran nada de lo que les hice para quedar maltratados, debía enterrar el terror en sus cabecitas. Mi objetivo era que ese único momento en el que mis puños aplastaran la carne fuera provechoso y siempre a mí beneficio.
Como hacía con todos, correteé al infeliz hasta que llegamos a mi lugar especial. Él suplicó, lloró, quiso hacerme cualquier favor… “cualquier favor”. La verdad me sorprendió que un chico a punto de ser devorado por un monstruo tenga ese razonamiento. No es que yo no tengo algo mejor que decir al respecto. También hacía, sexualmente hablando, cosas extrañas y me daba lo mismo en aquel entonces.
Considerando que esto contiene mis miserias, supongo que también debería escribir acerca de eso. Esto es, después de todo, un recordatorio de lo que fui capaz y de lo que jamás espero volver a hacer. Puede que en un futuro lo lea y sonría porque habré superado este pasado infernal o lo queme y sienta escalofríos por haber sido capaz de todo esto, en vez de que la calidez del fuego me reconforte.
Este cuaderno estará lleno de porquerías porque mi vida es una porquería. Gastar hojas blancas en relatos tan negros es como violar algo virginal.
En fin, el chico estaba por orinarse en los pantalones, cosa que no esperaba que pasara porque no quería golpear un saco de fluidos corporales. Lo acorralé y le hice saber que ningún truco de m****a lo salvaría de esto. Antes de que el estúpido se desmayara, comencé a destrozar su vida tanto física como psicológicamente. No tomaba conciencia de que ya tenía mis puños contra su carne sino hasta mucho después de que mis músculos ardieran tanto como la respiración al entrar y salir por mi nariz.
Los golpes, ¿cómo explicar lo que me hacía sentir?
No sé si existe una palabra que describa lo que fluía en mí al arremeter contra alguien. Lo más cercano a esa sensación puede que sea una corriente de energía que recorre el cuerpo y obliga a las extremidades moverse sin ritmo alguno. Mentalmente también sentía que era imparable el pensamiento “golpear, atormentar, lo que sea que haga llorar al otro y suplicar piedad”.
Aguantaba todo y nada se me escapaba. Si de repente sentía la necesidad de destrozar algo, lo hacía, me enfadaba, gritaba de rabia, y hasta usaba un saco de boxeo tan roto como yo por las patadas y golpes que le daba.
Eso veía en todos los que caían en mis manos: una fuente de descarga.
No sé cuánto tiempo estuve atormentando a este del que hablaba antes, tampoco me siento orgulloso y omito detalles que me haga sonreír al pensar en lo poderoso que era porque golpear a alguien no es igual a tener poder sobre él, es caer más bajo, y revolcarse en las llamas del infierno en mi caso. Lo único que no puedo negar es que en ese entonces todo acto violento liberador para mí, lo cual es un hecho del pasado, no un logro.
Cuando el deseo de querer desgarrar la piel de la gente se acababa, llegaba lo peor. Sentía que algo pesaba en mi pecho y una fuerza invisible me obligaba a retroceder. Tendría que comentárselo a la doctora Payne, quizás eso sea algo clave para poder…
Por favor, ¿qué estoy pensando?
¡Nada puede repararse!
Estoy destrozado.
No puedo avanzar.
Apenas logro verme al espejo sin pensar que un día me pareceré a mi padre, ese viejo de m****a.
¡Tengo pesadillas que me hacen retorcer en la cama y querer arrancarme la cabeza!
Todo lo anterior es solo una de tantas cosas que ahora me atormentan de día y de noche. Me estaba convirtiendo en un demonio igualito a los que me criaban, y eso era todavía más frustrante. Aunque, también había una parte de mí que gritaba de horror por lo que había hecho, y tampoco faltaba ese otro lado que se enorgullecía de haber cedido al impulso y darle lo que merece a la víctima.
Soy una m****a y este cuaderno sirve para afirmarlo.
Terminé siendo tan monstruoso como aquellos que cercaron mi vida y me orillaron a la destrucción.
Melanie Martinez - Milk and Cookies. Contuve la risa cuando la doctora Payne habló de la infancia. Ella dijo que es la etapa más importante en la vida de un humano porque son los vestigios que el adulto tendrá. Un tiempo de desarrollo en todo sentido. Todo eso de que el niño debería vivir una infancia plena, completar etapas, desarrollarse emocional y cognitivamente, y qué se yo, me obligó a morder mi lengua para no soltar risotadas fuera de lugar. La última vez que toqué el tema “mi infancia”, mi terapeuta prestó mucha atención —que me vio como un loco— a los gestos que hacía, las cosas que decía y ahora me doy cuenta de que me concentré más en su reacción que en lo que salía de mi boca. Tal vez, por prestarle más atención a ella, olvidé restringir algo de información y no me di cuenta, ni me saltó en el radar de peligro cuando ella hacía anotaciones en su libreta o indagaba sobre algo en particular. Por treinta minutos le hablé cómo
Falling in reverse -i don´t mind- La canción que escucho no tiene una letra que hable sobre algo asociado a mí, pero el ritmo es grandioso y de algún modo imagino que puedo escribir mientras siento que estoy cayendo por un precipicio y veo mi vida pasar ante mis ojos con ese ritmo bajo. Cuando descubrí a mi banda favorita hubo un antes y un después en mi vida, como todo el que de repente siente que una canción fue escrita para definirlo y la escucha hasta que la odia. Puede que ahora me jacte de haber logrado salir del agujero en el que existía, pero eso no quita que durante cierto tiempo y sin darme cuenta o haciéndome el ciego, más bien, viví una vida de monstruo que hacía monstruosidades. Todo más o menos pasó cuando tenía diez años. Ya era un experto en artes marciales, los monstruos me habían enseñado el negocio detrás del gimnasio, y ya tenía suficiente experiencia lidiando con la m****a en mi pocilga. Me daba rabia, ya no triste
Starset -Unbecoming- La doctora Payne me comentó que los chicos son esponjas que absorben las manías, enseñanzas, prácticas, de sus padres. Dice que hay cierta edad —no digo cuál es porque apenas si escuchaba— en la que el niño es un loro y un mimo a la vez: nunca para de repetir palabras y acciones. Eso me recordó cuando Miles y Maxwell me llevaron a una reunión extraña. Tenía quizás unos once años, doce tal vez. Ellos me dijeron que si no asistía me enviarían de nuevo a un pedófilo como niñero así que decidí seguirles la corriente porque no tenía ganas de luchar contra alguien ni sobrevivir. Había momentos en los que me entregaba, tengo que admitirlo. Quería luchar, tenía la determinación, pero no la fuerza y sin fuerza poco se puede hacer, sobre todo cuando hay dos monstruos que en serio podrían matarme si se lo proponían con más ganas o bien se les rompía la neurona del buen juicio, que ya la tenían desviada, por cierto. Fueron dos horas
Starset -perfect machine- Un día que estaba con Brody arreglando el jardín trasero de la casa, ninguno de los dos hablaba, solo sonaba una canción de las que le gustan a mi tutor. Esa tarde no sentí necesidad de pasar mi tiempo descargando la ira residual en ejercicios que me dejaran sin fuerzas para respirar, tampoco tenía ganas de salir a correr para no pensar en nada más que las canciones de mi banda favorita Con el recuerdo de ese día de paz, intento que la miseria fluya de mi mente a mis manos para poder embarrar el cuaderno. Como Brody quería plantar un árbol tuvimos que hacer un agujero medianamente hondo en el jardín. Al ver ese hueco vacío, las pequeñas raíces sobresaliendo por los costados de la tierra, y los insectos que de vez en cuando aparecían; se me vino a la cabeza la vez que cavé mi propia tumba. Todo empezó cuando el viejo y el tío se enteraron de mi “amistad” con el hijo de los Romano. Yo no tenía idea de quién era cuando
Camila cabello “Shameless” Tema a escribir el día de hoy: Cómo es que supe que era gay o si estoy seguro de que eso define mis preferencias sexuales y amorosas. Desde los once que estoy haciendo cosas de homosexual, nada más que en ese momento no sabía que de eso se trataba o eso era, más bien. En realidad, ahora puedo decir que supe que era gay cuando tenía trece años y me gustó un chico de mi clase. Hasta entonces no quería ni me importaba saber qué significaba todo lo que hacíamos Keelan y yo porque era como ver a dos perros haciendo lo que la naturaleza les imponía a los animales cuando andaban en celo. No había siquiera sentimientos entre nosotros o algo parecido. Me cuestioné las cosas cuando comencé a mirar demasiado a un chico que no recuerdo muy bien por qué me gustaba. Lo único que sí puedo rescatar es que con solo oír su voz mis ojos lo buscaban hasta encontrarlo y no querer sacar la vista de ahí. Era peor la sensaci
Melanie Martinez “Training Wheels” Escapé a casa de Keelan, pero eso fue un error de mi parte. No porque “mi novio” me delatara, sino porque a nosotros nos funcionaba no vernos tan seguido. Cuando él quería verme, venía a mi casa, cuando yo deseaba verlo, iba a su casa. Muy de vez en cuando pasábamos más de tres días a la semana juntos. Ya no sentíamos que nos manejara una poderosa necesidad de tocarnos y vernos como cuando éramos apenas dos hormonales con la voz entrecortada, acariciándose uno a otro No quiero pensar cómo hice para llegar a su casa o cómo fue que pude entrar e instalarme ahí. Lo más importante de todo eso en realidad es lo que pasó al final, o más bien, comienzo de ese día. Ambos estábamos en su cama mirando a la nada, él me ayudó a curar algunas heridas y luego hizo lo que siempre hacía cuando estábamos solos: consolarme con suaves caricias y besos profundos hasta llegar a la liberación. Es gracioso porque a pesar de
Rag'n'Bone Man “Human” Hubo un tiempo en el que todo parecía estar en orden. Keelan seguía conmigo, el viejo y el tonto habían salido a un viaje para hacer negocios turbios, o sea, viví rodeado de paz y tuve la pocilga solo para mí por algunos días. Seguro que estaba por llorar de felicidad. No le dije a mi novio que pasara esos días conmigo porque mientras más lejos estuviera de mí, mucho mejor. Ya había decidido que solo lo quería cerca por las ventajas que me proporcionaba. Tampoco quise invitar a otro chico porque no tenía ganas de lidiar con nadie; lo único que deseaba era sumergirme en la soledad y respirar con calma una vez en mi vida. Encendí la televisión cuando me daba la gana, me llené de frituras y estuve mirando películas, concursos, lo que sea que pasaran a la hora en la que me sentaba a dejar la vida pasar mientras mi mente estuviera entretenida. En un punto me llegué a aburrir, por supuesto. Saltaba de un
Sia “Alive” Desperté hace una hora. Una tormenta de recuerdos comenzó a desestabilizar. Apenas reconocí en dónde estaba, mi respiración volvió a ser normal, no un esfuerzo que haría alguien ahogándose, pasé un brazo por mi frente porque algo cálido resbalaba por allí hasta chocar con la almohada y formar lunares transparentes. No recuerdo las imágenes de mis primeras pesadillas. Estas evolucionaron a lo largo del tiempo, luego desaparecieron y volvieron con más fuerza hasta que no me quedó de otra que tomar algo que me ayudara a dormir. Trato de no cerrar los ojos demasiado rato porque siento que esta vez no podré despertar. También, aunque diga que no recuerdo qué me trajo tanto malestar, puedo intuir que se trata de eso que me obliga a sacarme los cabellos porque todavía se retuerce en mi conciencia, y afirmo que la sensación que siempre siento cuando estoy por despertar de esa pesadilla en particular es ser empujado a un abismo. El vértigo