Todos los capítulos de DESPUÉS DEL NOSOTROS: CUANDO YA ERA TARDE: Capítulo 11 - Capítulo 14
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Versiones de una Mentira
AlonsoMartina llegó puntual. Siempre lo hacía. Como si controlando el tiempo pudiera también reescribir el pasado. Su puntualidad no era cortesía, no conmigo. Era una forma de poder. De dejar claro que estaba ahí porque lo decidía, no por nostalgia ni por culpa.Yo ya la esperaba, en la esquina más discreta del café del hospital. A esa hora no había médicos ni pacientes, solo el rumor lejano de una máquina de espresso y un par de internos arrastrándose como sombras medio dormidas. El escenario perfecto para una conversación que no debía existir. Demasiado temprano para el escándalo. Demasiado tarde para el arrepentimiento.—¿Café? —ofrecí, sin mucha energía.—No vine a tomar café.Se sentó sin quitarse el abrigo. Dejó una carpeta delgada sobre la mesa. Ligera en apariencia, pero yo sentí su peso como el de una bomba dormida. La miré como se mira un cuchillo en la mesa: sabiendo que puede cortar incluso sin moverse.—Dijiste que querías hablar —murmuré.—Intercambio de información, lo
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Verdad entre Líneas
ClaraLlevaba cinco días encerrada con el cuaderno de anotaciones de Leonardo. No hablaba con nadie. Apenas comía. Ese cuaderno —ese maldito cuaderno— se había convertido en una grieta por donde el pasado se colaba sin permiso, sin tacto, sin tregua.Julieta me lo había entregado con una ligereza casi irresponsable, como si solo se tratara de un diario. Pero no lo era. Era una confesión encubierta. Un rompecabezas retorcido. Un archivo de pensamientos íntimos que jamás imaginé que Leonardo pudiera escribir… y mucho menos, que nunca me hubiera dicho en voz alta.¿Julieta sabía lo que hacía? ¿O solo fue una jugada torpe? A estas alturas, ya no estaba tan segura.Desde que abrí la primera página, dejé de dormir como antes. Cada línea parecía arrancada de una versión alterna de nuestro matrimonio. Una en la que él no era el hombre distante y metódico que terminó pidiéndome el divorcio. Sino alguien más humano. Más roto. Más… mío.Las notas se dividían en dos tipos: las que Julieta había t
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La Puerta Entreabierta
—Señorita Viel —me llamó el conserje desde su caseta, alzando un sobre negro entre sus dedos manchados de tinta—. Esto llegó hace un momento. Lo dejó un repartidor.Me detuve de inmediato. El frío del aire se coló por el cuello de mi abrigo, pero no fue por eso que temblé.El sobre no era solo una carta. Era una advertencia disfrazada de cortesía. Una amenaza envuelta en papel fino, oscuro, como si quien lo escribió supiera exactamente a qué rincón de mi mente debía apuntar. El nombre estaba trazado en tinta negra brillante, con una caligrafía tan precisa que parecía una provocación.—¿Dijo quién lo enviaba?—No, solo que era entrega personal. Un chico nuevo, si no me equivoco —respondió el conserje, frunciendo el ceño. Su tono no era de alarma, pero sí de incomodidad. Como si ese sobre también lo inquietara.Asentí en silencio. Tomé el sobre con cuidado, con la misma precaución con la que uno sostiene algo que podría explotar. Lo guardé en mi bolso. No pensaba abrirlo ahí, bajo el so
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La Segunda Visita
Volver a Calle Lira era distinto esta vez.Ya no llegaba con dudas ni con el temblor de quien busca explicaciones. Esta vez traía certezas. Pruebas. Y un nombre que ya no podía seguir oculto.Julieta abrió la puerta antes de que tocara. Como si ya supiera.—Me llegó esto —dije, tendiéndole el sobre negro. Quemaba solo con sostenerlo.Julieta lo miró brevemente, luego lo tomó con ambas manos. Lo abrió con cuidado, como si el papel pudiera morder. Sacó la hoja y leyó en silencio. Sus ojos se desplazaban con lentitud, como si cada línea le pesara más que la anterior.Al llegar al final, su rostro se endureció. No fue sorpresa. Fue decepción.—Lo escribió él —murmuró—. Sin duda. Esta precisión… estas frases que parecen tus propios pensamientos. No es casual.Me crucé de brazos.—Es Alonso.Julieta asintió, el gesto cargado de amargura.—Sabía que tarde o temprano te llegaría algo así. Él no sabe detenerse. Cree que entrar en la mente de otros es un derecho, no una invasión.—Y lo peor —ag
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