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13 chapters
Acosando al heredero.
Desde aquel encuentro en el campo, el nombre de Estefan Rafael Alcalá de la Alameda comenzó a resonar en los pasillos del castillo con más frecuencia de la que Azalea hubiera deseado. Como general condecorado y hermano del joven héroe Roderick, no era raro verlo convocado a banquetes, recepciones y hasta simples paseos por los jardines reales con jóvenes de todas las familias… pero Azalea no era tonta. Ese era el más popular de los cuatro. Sabía exactamente por qué Estefan estaba allí. Y cada vez que lo veía caminar entre los corredores de mármol, con sus botas resonando con autoridad, sus ojos fijos en ella cuando creía que nadie miraba… se le apretaba algo en el pecho. Pero el problema no era solo él. El problema eran ellas. —Azalea, ¿lo viste otra vez? —preguntó Hazel Marina, una de las trillizas, con una sonrisa insinuante mientras arreglaba su escote frente al espejo—. Hoy llevaba un abrigo azul marino. Me dijo que era su favorito. ¿Te fijaste en cómo huele? —cerró los oj
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Conociendo al graduado en política Louis.
—Voy con usted señorita. —No Wis, quédate y mantenme informada de lo que hacen mis demás hermanas y no las dejes entrar a mi habitación a robarme. —Bien, señorita Azalea. El sol del mediodía caía con fuerza sobre el empedrado de la plaza principal del reino, justo frente al antiguo edificio del ayuntamiento. Azalea, la princesa menor del Reino Haro Benavides, salía con paso rápido, llevando en una carpeta los documentos sellados con el permiso oficial para la fiesta de recibimiento. Su madre la había enviado personalmente, y aunque no le agradaban mucho los encargos administrativos, agradecía la excusa para salir del castillo. No esperaba, sin embargo, chocar con alguien justo al bajar los escalones de la entrada. El impacto la hizo perder el equilibrio, y los papeles cayeron como hojas secas al suelo. Un brazo fuerte la sostuvo a tiempo de evitar la caída. —¡Oh! Mis disculpas, señorita —dijo el joven, inclinando la cabeza con respeto mientras se agachaba a recoger los papeles
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Abeja en problemas.
Cuando terminan los bocadillos y las charlas sobre trivialidades —cosas como el clima, las últimas fiestas reales y los rumores sobre nuevas alianzas políticas—, Azalea se levanta, arregla suavemente la falda de su vestido azul medianoche y les sonríe a Louis y a Estefan. —Ha sido un placer, de verdad —dice con esa dulzura que a ambos les hace doler el pecho—. Pero debo ocuparme de algunos asuntos antes de la cena. Louis se pone de pie enseguida, como impulsado por un resorte. —Nos veremos pronto, ¿verdad? —pregunta, con una leve inclinación de cabeza y una mirada esperanzada. —Muy pronto —promete Azalea, bajando la voz. Estefan también asiente, un tanto más reservado, pero con los ojos brillantes. —Nosotros también nos vamos—añade Esteban a las hermanas de Azalea que s e quedaron mirándolos. —Regresen pronto—les dice una de ellas. Ambos salieron de la mansión. Cuando Azalea se aleja por el pasillo, siente a sus hermanas clavándole cuchillos invisibles con la mirada. Ignora s
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