Celeste. Salí de la cabaña junto a Nolan y me frené al ver a dos lobos peleando entre ellos. Uno era negro como el carbón, con el pelaje brillante gracias a los rayos del sol. Se trataba de Kael, tenía los ojos llenos de ira. Por otro lado estaba Samanta, una loba de pelaje amarillo y orejas puntiagudas. Lo que más me sorprendía era que podía lanzar hechizos en esa forma, haciéndola más fuerte que una omega común. —¿Cómo demonios nos encontraste? —masculló Samanta. Había otro cuerpo sin vida cerca de ellos, supuse que era otro guerrero como el que lanzaron por la ventana hace un rato. Mi pecho picaba, porque la respiración la tenía a millón. Nolan me acompañaba, y arrugó el entrecejo al ver a su compañero muerto. —No puedo creer que los haya matado ella… —murmuró, cabizbajo. —¡Hay que ayudar a Kael! —Quise correr hacia él, pero Nolan me sostuvo la muñeca para evitarlo. Me obligó a mirarlo. —¡No! —Negó, molesto—. Mira cómo los dejó a ellos. Es imposible que Samanta le gane a K
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